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Lali supuso que sólo tenía dos opciones. Podía comportar­se como una adulta y agarrar el toro por los cuernos, o salir con la cola entre las patas y esconderse como una cobarde. Permane­ció inmóvil durante unos instantes de indecisión. Quizá no era Myron. Quizás era otro enano que quería que convirtiera a Mi­cky el Duende Mágico en un supermacho. Si se iba, siempre podría volver otro día en que Peter no estuviera en el despacho. Quizá si se limitaba a ignorarlo, Myron se cansaría y se largaría. El problema era que eso ya lo había probado y no funcionaba.

Hazel abrió una de las puertas de cristal y resolvió el dilema por ella.

-El sheriff Lanzani dice que pase.

A Lali se le revolvió el estómago mientras la seguía por el corto pasillo. Cuanto más se acercaba a él, peor se encontraba. Y allí estaba Peter, de pie para recibirla en su despacho, aún más apuesto de lo que recordaba. Alto y guapo, con el pelo chafado, como si se hubiera peinado con los dedos. A Lali le fallaron las piernas y se detuvo justo en la puerta.

-¿Quiere que le retenga las llamadas, sheriff? -preguntó Hazel.

-Sí -contestó él y su voz, después de tantos días, envolvió a Lali como el cálido sol de un día estival-. A menos que sea la oficina del fiscal.

Hazel puso la mirada en Hope como si la estuviera escanean­do para detectar el verdadero motivo de su visita.

-Estaré en mi mesa, por si me necesita, sheriff -añadió an­tes de salir, y Lali se quedó sola con el hombre que amaba, su corazón roto y su estómago revuelto.

-¿Quieres sentarte? -ofreció Peter.

-No, no hace falta. Sé que tienes trabajo y no quiero mo­lestarte. Sólo se trata de una pregunta rápida que alguno de tus ayudantes podría responder. Supongo que pensaron que que­rrías verme. Yo sé que no, y no habría venido si hubiera sabido...

-¿Cuál es tu pregunta?

Lali se puso una mano en el estómago y respiró hondo. 3

-¿Las órdenes de alejamiento dictadas en California tienen validez en Idaho?

-Sí.

-Vale. -Soltó el aire y retrocedió un paso-. Gracias.

-¿Por qué?

Lali estaba lo bastante cerca de él para ver sus ojos verdes, lo bastante cerca para ver que la miraba como si fuera cualquier otro ciudadano que hubiera entrado a poner una denuncia, como si jamás la hubiera llevado a ver el lago Sawtooth ni a Casiopea viajando boca abajo.

En su mirada no había una pizca de deseo, ni del interés que había estado ahí desde el mismo momento en que se conocieron. No había nada, y ella no se había dado cuenta de cuánto le gusta­ba aquella chispa y de lo deseada que la había hecho sentir hasta que desapareció. Le escocían los ojos y se frotó el estómago, co­mo si así pudiera detener el dolor que le producía verlo.

-¿Por qué? -repitió él.

Mirarlo le dificultaba pensar en nada que no fuera lo mu­cho que lo amaba todavía y lo poco que él sentía ya por ella. Lali bajó la vista a los papeles que Peter tenía sobre la mesa.

-Hace unos meses obtuve una orden de alejamiento contra un hombre llamado Myron Lambardo. -Hizo una pausa para no llorar-. Fue una de las razones por las que vine a Gospel. Necesitaba apartarme de todo eso y del estrés que me había provocado el juicio. -Levantó la mirada-. Lo he visto al salir del M&S.

-¿Hoy?

-Hace unos minutos.

-¿Qué te ha dicho?

"CONFESIONES" TERMINADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora