Excepciones

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Christian observó la puerta del despacho de Axel con repugnancia. La alegría de saber que Nico no estaría por los alrededores durante un par de días había sido completamente destruida al comprender que si el peliblanco no estaba era a él a quién le tocaba lidiar con el líder.

Suspirando resignado golpeó con los nudillos la puerta de madera, excesivamente ornamentada con motivos dorados, cómo si así fuese a ocultar la vulgaridad del que se encontraba detrás de ellas. Esperó unos segundos hasta que esta se abrió de par en par, dejando ver a Cassandra tras las puertas. La mujer no mostró el más tipo de reacción al ver el rostro de su hijastro, pero al fondo de la habitación se escuchó una voz.

—¡Ah, Christian! Déjalo pasar, le estábamos esperando — De mala gana la mujer se echó a un lado, permitiendo al muchacho entrar en aquella habitación que siempre estaba llena de humo y destilaba un fuerte olor a incienso. Ignorando a Cassandra centró su atención en Axel. El hombre le observaba sonriente sentado en su asiento detrás de una enorme mesa. Al otro lado de esta podía distinguir a alguien sentado, dandole la espalda —. Este es el muchacho del que tanto te he hablado.

El aludido, aun sentado en su asiento, tornó el rostro para contemplar al muchacho y Christian pudo sentir como unos ojos avariciosos le inspeccionaban. Era un hombre mayor, de aspecto duro.

—Así que tú eres el chico que dejó toda su vida solo para pagar la deuda de un padre al que ni siquiera conoces —Christian apretó la mandíbula con furia, pero se limitó a asentir. El hombre soltó una carcajada—. Eres realmente imbécil— el pelinegro tuvo que forzarse a mantener un tono de voz indiferente.

—No lo hago por mi padre, señor — A su lado pudo escuchar a Cassandra bufar, pero ninguno de los dos hombres pareció darse cuenta. Axel volvió a reír cruelmente.

—Claro, claro. Lo hace por unos hermanitos a los que ni siquiera conocía.

—Sigue siendo una acción imbécil.

—Imbécil o no me es muy útil. Es un buen ladrón ¿Sabías? y está dispuesto a hacer de todo para cumplir la deuda del idiota de su padre— Con el dedo índice indicó a Cassandra que le sirviese más vino—. No solo me quedé con su mujer y con los niños, sino que también con el hijo bastardo— Ambos hombres volvieron a reír a carcajadas y Christian pudo ver como el pulso de Cassandra temblaba al servir el vino. Cansado de tantas idioteces decidió intervenir.

—¿Me llamaba para algo en especial jefe? ¿O solo para reírse de mi?— Su tono gélido hizo que parasen de reír.  El desconocido se inclinó en su silla, para observarle mejor.

—Tienes agallas chico, me gusta —Axel, que no parecía para nada ofendido por el tono con el que le había hablado el pelinegro, habló.

—Christian, quería presentarte a mi amigo de negocios. Aldrich es el que controla el contrabando de armas. Nico suele tratar con él, pero dado que está fuera tendrás que ocuparte tú de esto los próximos días.

—Si se me permite preguntar, jefe ¿Qué está haciendo Nico?

—Parece que a nuestros clientes les gustó nuestro trabajo para entregar el mensaje de guerra al rey. Tienen planeado mandarnos algo más —Christian apretó el puño con fuerza. No pensaba volver a la capital para otro atentado. No correría el riesgo de volver a encontrarse con James.

Cuando terminaron de poner en acuerdo los intercambios con Aldrich Christian pudo respirar aliviado al ver que Axel le despachaba con un movimiento de manos, diciendo que ya no le necesitaban de momento. Sin darle tiempo a que cambiase de idea se levantó con rapidez y salió de aquella insoportable habitación como si su vida dependiese de ello. Al cerrar las puertas tras de sí suspiró agotado. Esperaba que Nico volviese pronto, porque él no podría aguantar estar tan cerca de aquel insoportable hombre por mucho tiempo.

Sin rumbo (BL) (Rumbo a la guillotina 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora