Un tiempo después.
Narra Julián:
Ese mismo día en el que salí de esa espantosa habitación con una luz brillante en medio de la misma que cada vez se iba apagando más, ese mismo día me fui, la abandone, abandone a esa hermosa y radiante luz.
Volví a mi antigua casa, aquella que tanto odiaba de pequeño porque me parecía la casa más aburrida del mundo. Cuando entré, mi papá gracias a Dios no se encontraba allí, la casa parecía abandonada y le agradecí al cielo que estuviese vacía. No tenía ganas de toparme con nadie y menos con mi papá (y alguna de sus chicas).
Esta casa me trae malos recuerdos y ganas de vomitar cuando recuerdo a mi papá trayendo mujeres mientras mi mamá se encontraba trabajando duro y haciendo todo a su alcance para que yo pueda ir a un buen colegio y pueda tener una buena vida. Varios años le oculté eso a ella, y me odiaba por eso. Pero ahora lo entiendo a mi pequeño yo, tan solo tenía 8 años y mi papá era una imagen para mí, no lo iba a delatar frente a la mujer que me despertaba a las 7 de la mañana y me torturaba para ir al colegio.
Cuando crecí me di cuenta de las cosas, mi papá ya ni siquiera volvía a casa y él sabía que podía contarle todo a mi mamá, tenía 13 años. Y de hecho lo hice. Aquella mañana fue la peor de toda mi vida.
Antes de ir al colegio, cuando mi mamá me estaba llevando hasta la parada del colectivo para que lo tome, se lo dije. Le dije que lo llevaba haciendo hace varios años pero que yo no podía contárselo, no era capaz, y le pedí perdón por ello. Todavía lo sigo haciendo.
Cuando volví a mi casa, temí entrar: se escuchaban los gritos desde afuera. Entonces me quede allí, sentado en el escalón de la entrada por unas horas, haciendo la tarea y comiendo algunas galletas que me había dado mi mamá para el recreo. Se hizo de noche y los gritos se seguían escuchando, pero yo no podía quedarme ahí afuera esperando a que terminen, todavía tenía que bañarme y cenar, tenía un hambre de aquellos. Y entonces me animé. Me levante del escalón, tomé mi mochila y abrí esa puerta.
Lo que vi fue lo que me arruinó y a la vez concientizó e hizo que yo sea quien soy ahora: mi mamá estaba tirada en el suelo y mi papá le estaba por pegar alguna de las muchas cachetadas que le habrá dado. Me acerqué corriendo y me puse enfrente de mi mamá, entonces el golpe me lo dio a mí.
Esa misma noche nos fuimos de casa y nos mudamos a donde vivían y creo que viven mis primos. Era una casa no muy grande pero más que la mía definitivamente sí. En esa casa nos quedamos unos 5 años, 5 años en los que me era imposible no tratar mal a toda la gente. Revoleaba cosas y gritaba a las personas y profesores, eso me hacía sentir bien. Salía a tomar birras y fernet con mis nuevos amigos.
Cuando ya tenía 18, mi papá nos vino a buscar. Le pidió a mi mamá que por favor volvamos, que había cambiado, que era un mejor hombre y que pensaba hacernos felices por el resto de nuestras vidas. Prometió muchísimas cosas que no cumplió. Al año que habíamos vuelto a nuestro hogar, o lo que suponía que era un hogar, mi papá volvió a hacer lo mismo. La trataba mal y, por suerte, nos fuimos antes de que le empiece a pegar devuelta.
Volvimos a Buenos Aires, como en parte de mi infancia, en busca de un trabajo para mi mamá. A los dos días me enteré lo de Federico.
Y ahora estoy acá, otra vez. Volviendo a lo mismo, más o menos.
(...)
Salgo de la vacía y fría casa y me doy cuenta de que está lloviznando, genial. Ahora hace más frío afuera que adentro. Me meto en mi auto y lo pongo en marcha. Sé a dónde ir, a dónde necesito ir.
El viaje se me más largo que nunca, quizá porque siempre que me llevaban a aquel lugar yo iba durmiendo, pero ahora soy yo en que maneja, no mi papá.
Cuando por fin llego tardo unos minutos en bajar del vehículo. Siento que mis pies no andan y que se van a resbalar contra el camino de piedras empapado por la lluvia, que ahora se convirtió en una gran tormenta. Abro la puerta despacio y bajo mis pies, apoyándolos firmemente en el suelo. Cuando ya estoy fuera, cierro la puerta y empiezo a caminar en dirección a aquella especie de quincho/casa/cabaña o lo que fuese que nos dejó aquel viejo, padre de mi papá, cuando murió.
Antes de que mis papás se separaran por primera vez, siempre veníamos acá. Pasábamos el día en el lago y comíamos una rica comida, eran los mejores días de mi vida.
No es la gran cosa, es una especie de casa repleta de ventanales donde dentro hay un par de sillones, una tele, una pequeña cocina, aunque bastante lujosa y un baño. En lo que sería el patio, está el río, donde siempre nos metíamos. Hay una enorme pileta pero nunca la llenamos, a mí me gustaba más el río.
Lo que más me gusta es que alrededor de esta casa no hay absolutamente nada, es donde puedo sentirme completamente solo de una maldita vez. Solo hay una mansión un poco alejada de esta casa pero ni siquiera sé si vive alguien allí y dudo que sea así porque nunca en mi vida vi salir a alguien de esa enorme puerta.
Sigo caminando por el camino de piedras y estoy empapado por completo, así como si estuviese bajo el agua de una pileta. Los árboles se mueven por el viento y me tiran gotas más frías que las de la lluvia.
Cuando por fin llego a la bendita entrada, la abro y cierro rápidamente la puerta detrás de mí. Voy al baño en busca de una toalla y prendo la chimenea, algo raro en época de primavera, pero este día es una excepción.
Me recuesto en el sillón y saco mi celular, el cual debe estar todo empapado, del bolsillo. Lo seco rápidamente con la toalla y lo prendo, desgraciadamente no está roto. Hay miles de llamadas de mi mamá, de Jenny y de Agus, y algunas de Cathy. Unos cuantos mensajes de todos y uno de ella, un miserable pero hermoso y radiante mensaje de ella. Lo abro rápidamente.
Ori: Julián, puedo saber dónde estás? No creo que lo sepas porque no atendiste a ninguna de todas las llamadas, pero todos están preocupados por vos. Tampoco creo que sepas esto, pero no me olvide de vos si es que eso es lo que crees. Me acuerdo de todo lo que pasamos, bueno casi todo. Sé lo que tengo, y no crees que me siento fatal por eso? Nunca nada va a quedar en mi memoria, todo se va a borrar con el tiempo. Crees que estoy bien? Crees que no pienso que mi vida es la mismísima mierda? Me siento sola, Julián. Y no sé qué hacer con todo esto, estoy perdida, y te necesito. Crees que no te necesito? Te necesito con todas mis fuerzas y en estos dos meses luché con todo mi cuerpo para no pensar en vos ni en que me abandonaste. Bueno espero que este sea alguno de los mensajes que leas y espero que ya no huyas más. Te quiero.
<<Crees que yo no te amo con todas mis fuerzas, Oriana? Crees que no moriría por estar allí con vos y decirte que todo está bien mientras no te suelto del abrazo? Crees que no me siento horrible por huir?>>
No lo mando, ni siquiera lo escribo. No le contesto. Sé lo que hacer, pero no puedo. Sé que tengo que subir a ese maldito auto e ir a esa casa en donde ella se encuentra. Pero luego miro algo que me hace retroceder en todos esos pensamientos.
El mensaje me lo envió hace dos meses.
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"El Mejor Amigo De Mi Novio" - Orian
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