Capitulo 20. La Roca Hirviente

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Disclaimer: Los personajes de Avatar el último maestro aire no me pertenecen a mí, sino a nickelodeon y sus creadores.

Por Crystal Violeta.


Al atardecer las naves voladoras aterrizaron en el puerto de la roca hirviente.

En el sótano de estas naves, se encontraban las jaulas repletas de prisioneros. Entre ellos se respiraba un ambiente de desolación y derrota. Cabizbajos, los prisioneros no se atrevían a pronunciar palabra. Algunos, cómo Sokka y Suki, se miraban con tristeza, resignándose a su destino. Otros, como Katara, permanecían en silencio, mudos y sin esperanza alguna.

La celda más vigilada era la de Aang y Toph. El avatar, encadenado de pies y manos, se encontraba inmerso en sus pensamientos.

Hace cien años perdí a toda mi gente – pensó – todos los nómadas del aire murieron por mi culpa – un nudo se formo en su garganta – y otra vez, van a morir todos mis amigos y las personas que confiaron en mí – una lágrima resbaló por el rostro del niño – otra vez les he fallado a todos. Le he fallado al mundo entero.

Unos sollozos interrumpieron sus pensamientos.

– ¿Toph? – preguntó Aang intrigado. La niña ciega era la persona más fuerte y valiente que había conocido y hoy la veía llorar, refugiada en un rincón.

– ¡Odio sentirme así! – exclamó la niña – Sin mis poderes, realmente estoy ciega y soy tan... débil. Yo nunca había sentido tanto miedo en toda mi vida.

– No te preocupes, Toph. Seguramente alguien vendrá a rescatarnos.

– Estás mintiendo – suspiró la pequeña – Sabes que ya no queda nadie que pueda ayudarnos.

– No debemos perder la esperanza.

La pequeña ciega, permaneció callada, sumida en sus pensamientos. De pronto rompió el silencio.

– Aang, ¿Qué van a hacer con nosotros?

– No lo sé. Tal vez nos encierren en prisión.

– o tal vez nos maten.

– Sea lo que sea, lo enfrentaremos juntos – los dos niños suspiraron.

– Sabes, mis papás me dieron lujos y riqueza, pero a pesar de todo, nunca fui feliz. En cambio, viajar contigo y con los demás, ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida... Aang, no importa lo que suceda, me alegro que estés a mi lado...

– A mí también me da gusto contar contigo, Toph – le dijo el avatar y la niña sonrió.

– Aang, quiero pedirte un favor – dijo la niña limpiándose las lágrimas con los hombros (o al menos lo intentaba) – No le digas a nadie que me viste llorar.

– No te preocupes – Aang sonrió – nadie lo sabrá.

Unos pasos alertaron a los niños. La princesa Azula y una escolta de guardias se detuvieron frente a su celda.

– ¿Cómo pueden ser tan estúpidos? – rugió Azula – ¿cómo pudieron dejar al avatar y a su guardián en la misma celda? Llévense a la niña a la celda contigua. Yo personalmente vigilaré el traslado del avatar.

Toph fue conducida a la celda en donde se encontraba Katara. Ahí, las dos permanecieron en silencio. Mientras tanto, los guardias se encargaban de Aang.

Azula consideró que los grilletes en manos y pies no eran suficientes (después de todo, Aang había logrado escapar de Zhao en las mismas condiciones y ella no pensaba repetir el error). Así que le colocaron un anillo de metal en el cuello, sujeto por dos cadenas que sostenían dos guardias. Además, rodearon los brazos del avatar con una larga cadena. Por si fuera poco, una docena de guardias rodearon al niño para asegurarse que no fuera a escapara, y a su vez, este grupo era seguido por cuatro arqueros Yu Yan, que tenían la orden de disparar al primer intentó de escape.

Un Amor Imposible. Zuko & KataraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora