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Sabía que de los dos el cambio iba a ser peor para mí. No es que ella no fuera a echar de menos a sus familiares o amigos, simplemente creía que para ella iba a ser más fácil por el mero hecho de haber tenido que llegar hace años a Japón y empezar una nueva vida. No me equivocaba. Aroa rápidamente había conseguido relacionarse con algunas chicas, incluso había conseguido a una buena amiga de su clase. También había empezado con facilidad el ritmo de la universidad, podría decirse que llevaba años siendo universitaria. La veía feliz, contenta, animada por ir cada día allí. Luego estaba yo.

No es que yo estuviera infeliz o no me sintiera contento de ir a la universidad, todo lo contrario, me encantaba ir ahí ya que me había esforzado el último año de instituto y asegurarme una plaza en la carrera que yo quería pero, me sentía extraño. Es decir, estaba bien, estaba junto a Aroa y bueno, ¿qué más necesitaba que ella? Pero, no podía evitar pensar lo mucho que echaba de menos a los idiotas de mis amigos y, sobre todo, a mi familia. No tenía muchos amigos y aún me había costado acostumbrarme; «No te preocupes cariño, ya verás que te acostumbras» las palabras de mi chica se repetían en mi cabeza muchas veces, durante todos los días.

Tampoco me hallaba tan preocupado. Tenía a Aroa conmigo, pasábamos mucho tiempo juntos y me hacía feliz que ella pudiera hacer amigas, que pasara tiempo con ellas. No me preocupaba el no tener amigos, pensaba que algún día llegarían, que no debía preocuparme. Lo que me preocupaba máximamente era la carrera, tenía que sacarla adelante y, aunque me costaran un poco los estudios, tenía que esforzarme por conseguir mis metas.

—Buenos días —saludó media adormilada mi pequeña novia mientras entraba en la cocina. Normalmente venía y me daba un beso para empezar el día pero, ese día se sentó en la mesa directamente esperando a que terminara el desayuno.

—Buenos días —solté mientras intentaba hacer que no se me quemaran las tortitas. Me había hecho un poco bueno en la cocina después de irnos a vivir juntos, algo había que comer y por lo tanto teníamos que aprender a cocinar.

La noche anterior había tenido una discusión con Aroa —motivo para que no me saludara como siempre aquella mañana— sobre la universidad. Ella objetaba que estaba cansada de que yo fuera tan vago y esperara a que me dieran las cosas hechas, que así no iba a ser la vida. Tenía razón pero, ayer, estaba lo suficientemente molesto con un compañero de mi clase para tomarla con ella. De todas maneras, ella estaba preocupada porque creía que yo no me tomaba esto enserio, realmente estaba equivocada y yo creo que esa era su máxima pelea.

Terminé las tortitas y serví una en cada plato. Serví también la leche con cacao y coloqué todo sobre la isla de la cocina. Saqué los cubiertos necesarios para las tortitas y guardé en las bolsas de cartón que coloqué sobre la encimera junto a la comida sobrante de la cena que había preparado Aroa la anterior noche antes de discutir. Me senté en el taburete de la isla y vi como ella iba a empezar a comer.

—Qué aproveche —deseó y comenzó a comer. Hice lo mismo y comimos un rato en silencio.

No soportaba que estuviéramos enfadados y menos por mi culpa. La amaba con todo mi corazón y no soportaba ver cómo me evadía o simplemente ni me dirigía la palabra, por supuesto, tampoco me gustaba hacérselo a ella. Pero, las discusiones de las parejas son normales y son algo parte de la relación, aunque las evitáramos siempre saldría alguna.

—¿Qué tal has dormido? —Pregunté curioso para romper el hielo. Ella tragó sorprendida al ver que estaba hablando con ella.

—Tuve un sueño raro —admitió con la cabeza agachada comiendo su desayuno. Volví la vista a mi comida mordiéndome el labio, no sabía qué hacer para que me hablara.

—¿Fue una pesadilla? —Volví a preguntar y levantó la cabeza para mirarme con molestia.

—¿Qué más da si fue una pesadilla? —Preguntó molesta zanjando la conversación mirándome directamente a los ojos. Dejó de mirarme y siguió desayunando. Verdaderamente estaba enfadada conmigo.

Volando || Nishinoya YuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora