Epílogo

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—¡Mami! —Exclamó esa voz conocida para nosotros sentándose con rapidez en el pequeño sofá de aquella mesa. Aroa se sentó a su lado mientras yo dejaba la comida sobre la mesa.

Había sido un día ajetreado para ambos de trabajo y, poder tener tiempo con el pequeño el cual siempre sabía como alegrarnos el día. Él me dedicó una gran sonrisa parecida a la de su madre cuando le dejé en frente de él su respectiva comida. Mientras comíamos, hablábamos sobre las anécdotas de nuestro día en el trabajo, Aroa siempre reía con lo que a los niños del colegio se les ocurría y lo divertidos que eran. Mientras hablábamos, se procuraba atenta de que Daiki no destrozara todo a su paso.

—¿Sabes qué, papi? —Preguntó con su dulce voz llamando mi atención. No pude evitar mirarle, tenía toda la boca manchada de salsa y era una imagen divertida de ver.

—Dime campeón —le incité a hablar mientras mordía mi hamburguesa. Él sonrió ante mi forma de llamarle.

—Hoy en el recreo jugamos a fútbol y marqué mi primer gol —comentó orgulloso de sí mismo anunciándolo mientras estiraba sus brazos.

—¡Eso es genial mi pequeño! —Exclamó feliz y orgullosa Aroa de los logros de nuestro hijo. No pude evitar sonreír.

—¡Hoy te mereces un premio! —Le anuncié haciendo que esbozara una gran sonrisa. Aroa le limpió la boca y las manos, cada vez que comía se manchaba aún más—. ¿Qué quieres?

—¡Helado! —Puso énfasis a las palabras. Había salido con el mismo instinto por la comida que sus padres.

La comida pasó rápida pero igual fue tranquila. Daiki ahora corría delante de nosotros haciendo el avión por el camino, aunque, se mantenía entretenido con el juguete que había salido en su comida. Nosotros lo vigilábamos por si salía corriendo o se escapaba pero igualmente le dejábamos libertad ya que era su momento de estar tranquilo fuera del colegio.

—¿Qué tal está Kaori? —Pregunté preocupado. Hace poco nos había anunciado que estaba embarazada y bueno, creían que eran gemelos por la gran barriga que tenía en poco tiempo y lo mal que estaba pasándolo.

—Algo mejor aunque tiene unas ganas de librarse de ellos... Y eso que aún le quedan unos cuantos meses —comentó preocupada por ella. Kaori era desesperada hasta para un para ser por primera vez madre.

—Bueno, a lo mejor le viene bien que sean dos, así no tiene que tener más hijos —bromeé haciendo que riera. Tomé a Daiki de la mano ya que cruzaríamos y no quería que saliera corriendo.

Por lo general Daiki era un niño obediente y tranquilo. Tenía esos puntos de niño en los que no notaba el peligro y se comportaba mal, pero solían ser arrebatos de momentos puntuales. Nosotros le dábamos libertad ya que era tranquilo y, aunque tuviera el nerviosismo que yo tenía, lo sabía controlar. No sabría asegurar a quién se parecía más, Daiki se veía como un niño bastante mezclado, no tenía un aspecto fijo, es decir, no era más japonés o más español, tenía cosas de ambas razas, cosa que le hacía verse bastante tropical como decía Hiro.

—El peto que le regaló tu madre le queda tan gracioso —admitió bromeando Aroa mientras más lo veía por detrás. Mi madre le había regalado un peto vaquero junto a una camiseta de rayas amarillas y blancas de manga corta, aparte de unas zapatillas blancas con luces que yo hubiera dado por tener.

—Parece un trabajador del campo —bromeé haciendo que riera con fuerza. Daiki se giró a ver lo que pasaba, cuando se aseguró volvió a su mundo.

A pesar de tener cuatro años, era un niño bastante listo y protector. Siempre estaba al pendiente de los dos, sobretodo de su madre, cosa que en parte me hacía recordar a mí. Intentaba alegrarle el día de todas las maneras posibles y, me alegraba tener un hijo tan especial y tan gran persona. Aunque hacía unos días que no le entendía, siempre había algo que intentaba decirme pero nunca llegaba a comprender, se ponía demasiado eufórico al decirlo.

Volando || Nishinoya YuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora