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Tuvimos un almuerzo tranquilo juntos. Hiro se había mantenido tranquilo después de lo que sucedió ya que, iba a acatar todos los castigos que mi novia le pusiera por lo que, si volvía a portarse mal seguramente se quedaba sin merienda y eso no estaba dentro de sus planes. Nos encontrábamos en el patio del apartamento de Toru y Hiro junto a la piscina en el césped. Las chicas tenían metidos los pies en la piscina mientras hablaban con tranquilidad.

—Nishinoya, yo creo que nos conocemos de antes —aseguró Mizu después de un rato mirándome. Cuando le vi también me había resultado familiar, incluso se lo dije a Aroa pero, según ella no le había visto en la vida por lo que no jugaba a voley ni iba a nuestro instituto ni Universidad.

—Puede que fuéramos a la misma secundaria —comenté pensativo, era lo único que se me ocurría. Ambos nos quedamos pensativos por un instante.

—¡Tú eras el chico del voleibol! —Exclamó cayendo en el por qué de todo. Después le recordé.

Cuando iba a secundaria estaba metido en unos cursos de música los cuales mi madre me había metido porque de pequeño solía tocar el piano ya que mi tío me había enseñado. Nunca había mostrado gran interés por ello, es decir, me hacía sentir bien pero prefería otras cosas que hacer. Aún así mi madre me pidió que no lo dejara ya que le encantaba escuchar como tocaba el piano, le relajaba de su trabajo así que seguí por ella. Yo había conocido a un chico de apellido Azuma que siempre se sentaba a mi lado ya que tocaba el violín y era un instrumento pequeño el cual se podía colocar al lado del piano.

—¿Azuma es tu apellido? —Asintió ante la pregunta. Vaya, nunca pensé que volvería a encontrarle, habíamos perdido el contacto desde que fuimos a diferentes lugares.

—Estaba seguro de que eras tú, Nishinoya no es un apellido muy común, ¡has cambiado bastante! —Exclamó emocionado. No pude evitar sonreír, después de todo siempre estábamos juntos, habían unido a unos buenos amigos.

—Tú también, la verdad es que no te recuerdo como ahora.

Mizu era bastante alto para ser japonés, su pelo estaba teñido de un color más claro al que recordaba, era un castaño casi tirando a rubio que le quedaba bastante bien, aparte de que estaba algo más corto. Solía llevarlo con un flequillo que cuando le crecía mucho tapaba sus ojos y provocaba que todo el día se mantuviera moviendo la cabeza para retirarlo. Aunque sus ojos se mantenían iguales pero sin gafas por lo que podía apreciar más el color oscuro de ellos.

—Me cansé de llevar el pelo tan oscuro, debo de admitirlo, sentía que era deprimente junto a mis ojos tan oscuros —asentí, había sido una buena idea el cambio de color—. Quien diría que nuestras novias nos juntarían de nuevo —sonreí ante sus palabras sin evitar dirigir mi mirada a la mía.

—Nunca lo hubiera imaginado —admití antes de que Hiro y Toru volvieran con algo de fruta que habíamos traído. Le dieron algunas a las chicas antes de volver con nosotros.

—Kaori me ha contado muchas anécdotas de vuestra adolescencia —sonreí de lado sin dejar de mirarla. Reía ante algo que comentaba Kaori con mucho énfasis, sin duda, estar con su mejor amiga le hacía muy feliz—. Siempre me pareció muy bonita vuestra relación y tenía muchas ganas de conoceros, sobretodo a ella —me aseguró. Seguramente quería conocer a esa persona que hacía tan feliz a Kaori.

—Es bonita aunque, como toda relación, hemos tenido nuestros baches —añadí dirigiendo mi mirada a él el cual traía una gran sonrisa esbozada en sus labios. Sin duda era aquel chico del violín, uno de mis mejores amigos de la infancia.

—Nada es perfecto, esas cosas también hacen más fuertes las relaciones —comentó haciéndome asentir. Desde aquello nos habíamos vuelto más cercanos que nunca e intentábamos continuamente hablar con la mayor sinceridad del mundo.

Volando || Nishinoya YuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora