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Iba de regreso a mi habitación, había logrado conseguir un repuesto de mi llave el tercer día de mi entrenamiento, donde el controlador me mando a mi pieza por un uniforme nuevo y yo le dije que había perdido la llave y me había mantenido durmiendo en uno de sus cuartos de restricción. El me dio una tarjeta nueva con la condición de no volver a perderla o la próxima ya no me dejaría entrar a ese oscuro cuarto y me dejaría dormir en el pasillo, pero yo ya le había agarrado cariño a ese lugar.

Llevaba aproximadamente un mes aquí adentro, o creo que más contando los días que estuve inconsciente. El controlador cumplió su palabra y hago 100 veces al día, sentadillas, abdominales y lagartijas. Mis músculos se entumían después de cada entrenamiento y ya no tenía ganas de hacer nada el resto de la tarde, pero tenía que volver a repetirlo, ayer lo hice, hoy lo hice y lo volveré hacer mañana y luego al día siguiente y al siguiente.

Lo que más me dejaba conmocionado, es que al final del entrenamiento, tenía que ir a mi habitación a descansar y para llegar a mi habitación, había que pasar por un largo pasillo con grandes ventanales y me detenía todos los días a admirarlo, mirar a través de esos cristales, la ciudad en esa transformación en el cielo del atardecer, observar, como un grupo de hormigas que van de un lado a otro, sin darse cuenta de que son analizadas. Había llegado a tener varios pensamientos sobre ese ventanal. La primera vez que lo vi fue cuando llegue aquí y no le había puesto nada de atención, la segunda vez fue cuando regrese de terapia y como mi inestabilidad mental aún estaba presente, lo primero que pensé es que era una grabadora y todo lo que mostraban en ese ventanal no era nada más que una película falsa que habían puesto ahí para engañarnos y en realidad nos estaban estudiando, tras ese pensamiento comencé a golpear el cristal como un loco y me encerraron de nuevo en el cuarto de restricción, que descubrí que se llamaba así cuando el controlador me amenazo. Luego cuando volví a pasar por ahí, el día que recupere mi llave, solo pensé en lo crueles que eran estas personas, por dejarnos vista libre a la libertad cuando estoy seguro de que la mayoría, si no es que todos, nunca han puesto un pie fuera de este edificio con la idea de ir a comprar algo, visitar a alguien o simplemente perder el tiempo. Y ahí estaba el ventanal, enfrente de todos, es hiriente, pero no puedo evitar detenerme aunque sea unos minutos a solo observar. Mirar lo pacífica y silenciosa que se veía la ciudad, ni siquiera creía que hubiera tantos ataques terroristas. El edificio era tan alto, que incluso podía llegar a ver el límite de la barrera. Pero no podía quedarme ahí más tiempo.

Tenía un horario estricto que cumplir todos los días. Despertar a las 7, desayuno a las 7:30, entrenamiento a las 8, descanso a las 12, comida a la 1, cena a las 6, hora libre a las 6:30, ducha a las 8 y las luces se apagaban a las 9. Los fines de semana eran libres, y mis compañeros se metían a la sala de juegos y se quedaban ahí hasta el final de día. Yo no hablaba con nadie, solo me encontraba con alguno en el comedor y me sentaba con los gemelos. Los fines de semana estaban en mi habitación, iba con el terapeuta, con la enfermera e incluso entrenaba un poco. Según mi terapeuta, mi recuperación iba mejorando pero todavía tenía que ir a más sesiones con él.

Entre a mi cuarto después de pasar la tarjeta por esa entradita extraña, arrastre mis pies y me decide de la horrible chaqueta sudada. Con el tiempo, comprendí porque aquí todos la odian, es molesta, pesada y estorbosa, aparte de que tiene cierto olor a petróleo que se mezcla con el sudor del entrenamiento. Tuve un debate mental entre recostarme en la cama o no recostarme, pero sabía que si lo hacía yo no me iba a querer levantar, así que salí de la habitación y fui directo al comedor. Aun no era la hora de la cena, ahora tenía un reloj y un calendario que me dio el controlador para evitar que llegara tarde a los horarios asignados, aún era verano, y el clima cálido con lluvias estaba presente.

Entre y tome asiento en la mesa en la que normalmente siempre estoy con los gemelos, ya había aprendido sus nombres y sabía diferenciarlos de una forma que no sea mirarlos a los ojos, porque no era capaz de sostenerles la mirada siquiera a ellos. Espere y espere, la anciana de la cocina nunca quiso adelantarme un poco de la cena así que me quede a obsérvala de reojo con odio. Cuando al fin empezaron a llegar todos del entrenamiento me levante y fui por una bandeja para poder ser el primero en la fila. Si no llegas pronto la comida se enfría. La anciana me arrojo la charola con odio, una porción de sopa, un trozo de pan, una ensalada de verduras y unas tortas de carne. Y yo me fui con el mismo odio y el esfuerzo de evitar gritarle que su sopa era asquerosa. Pero no había nada más y sabía que después de eso no me volvería a servir nunca y es que esa mujer era completamente estricta con su comida. Cuando pase de regreso a la fila escuche a Jared y Bryan susurrar cosas sobre mí que quise ignorar y algunos otros que se burlaban de mi nuevo apodo.

Seres (Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora