TREVOR
Me siento en una de las sillas altas de la barra del restaurant con una taza de humeante café en mi mano. No he dormido nada. No tengo sueño. Es un pequeño deleite esperar el amanecer en el silencio del local. Los trabajadores no llegarán hasta un par de horas más.
La cocinera Tammy en compañía de sus hijos Tom y Alfred, quienes hacen a su vez de meseros. No mucho después, le seguirán Lily y Marie para atender el mesón.
Todo el personal fue elección de mi padre, yo solo superviso que ellos hagan su trabajo y aquí entre nos, lo hacen de maravilla. Jamás he tenido problema alguno con ninguno de ellos. Ni siquiera los más jóvenes. Son tan responsables y comprometidos con el empleo que me hacen sentir mal.
Seamos sinceros, mi padre dejó este local a mi cargo solo para que tenga algo que hacer. No soy tan obtuso como para pasarlo por alto. Al final del día, solo tengo que recibir el papeleo y el dinero de la caja, y dos veces al mes encargarme de que los números coincidan; que los depósitos estén a tiempo. Eso hace a mí padre un tipo conforme.
Cuando terminé la escuela secundaria, estuve un largo tiempo a la deriva. Solo tenía diecisiete años y se suponía que tenía que definir mi futuro. Eso explota la mente de cualquiera. De modo que papá me encargó el restaurant, así yo buscaba mi lugar en el mundo sin presiones de por medio. De eso ya han pasado diez años. Y no ha cambiado nada. Excepto claro, que ya no soy un chiquillo. Ya no luzco como uno. Y mi banda de cochera tiene ahora un contrato discográfico.
El ruido de ruedas deteniéndose sobre la nieve llama mi atención, me acerco a la ventana para espiar el exterior y tengo que sonreír ante la imagen.
Amanda Muse está fuera de mi casa.
Su rostro iluminado como solo ella puede lucir tan temprano por la mañana. Pelo leonado, mejillas sonrojadas y la cantidad de maquillaje justa para resaltar sus labios carnosos y ojos que me lanzan chispas.
Debo ser alguna clase de masoquista pues mi deseo se enciende viéndola mirarme así.
Aquí empieza todo.
—¿Qué te trae por aquí tan temprano, nena? —digo a modo de saludo, saliendo a su encuentro.
Ella coloca una mano en su cadera.
—Al parecer tengo una cita contigo...hurra para mí.
—Alguien no tuvo una buena noche al parecer. —Ella lleva sus ojos al cielo. —Vamos, no puede ser tan malo. ¡Soy yo! ¡Será como una fiesta!
Bufando, Amanda pasa por mi lado e ingresa en el restaurant.
—Ni que lo digas.
Una ráfaga de viento me hace estremecer, por lo que me muevo para alcanzar el equipaje que Amanda dejó atrás. Y es abominable. Es simplemente demasiado.
—Mujer, vamos por unos días y traes todo tu departamento en esos bolsos. —Me quejo sobre mi hombro para que ella pueda escucharme. Yo solo empaqué una mochila. Amanda lleva tres maletas de tamaño medio y un bolso de mano. ¿Para qué necesita todo eso? ¿Pretende andar cambiándose de ropa cada dos por tres?
Mi hombro protesta bajo el peso de todo, pero Amanda ni se inmuta. En el interior, ella está sirviéndose un café con toda la calma del mundo. La veo oler la taza con los ojos cerrados. Hay un ligero temblor en sus manos.
—¿Está todo bien? —pregunto llegando a su lado.
—Sí —Abre sus ojos. —Solo es falta de sueño. Ayer no fue la tarde que esperé tener con mamá y solo... —Niega con su cabeza haciendo a sus risos rebotar. —Solo estoy cansada supongo.
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Fin del juego Amanda
RomantikAmanda Muse y Trevor Mills son prácticamente enemigos naturales. No hay momento en el que no estén sobre el otro presionando sus límites y lanzándose pullas. Compartieron un pasado fogoso, amoroso y secreto. Turbulento en engaños, mentiras y dolor...