AMANDA
Las capas de ropa caen al piso en el momento que entramos al departamento; estamos en un trance, desnudándonos a la vez que nos miramos a los ojos, robándonos besos fugaces. Trevor se acuclilla en la alfombra, formando un pequeño montón con nuestras prendas donde tendernos. Es una ocurrencia bizarra, pero tomo su mano y lo sigo hasta el piso. Estamos ambos en ropa interior, mi vestido apoyando mi cabeza como almohada, mi abrigo bajo mis piernas.
Los ojos de Trevor me recorren de arriba a abajo; tomándose su tiempo para admirar cada parte de mí.
Y me gusta, la sensación de que me vea realmente, que no me provoque cubrirme. A sus ojos, me siento más hermosa de lo que realmente soy. Sus ojos brillan como si estuviese contemplando una obra de arte inmaculada.
Su mano toma mi pierna y la alza por la rodilla, acomodándola a su cadera. Lo siguiente que sé, es que está presionando contra mi centro. Me hace sentir su dureza, lo listo que está por mí; para mí.
Anhelé su contacto como un drogadicto sin su dosis diaria, porque el sexo te hace sentir así. Te da esta sensación de que estás necesitando siempre del otro cuando no lo tienes contigo. Es como sentir una picazón constante sin poder rascarla para que pase. Y ahora lo tengo, aquí sobre mí, pero sentirlo así, con todas las emociones de por medio, es más en un nivel que deja lo físico.
Mis manos cubren su cabello corto y suave, la tensión en su cuello y los músculos en sus hombros. Por donde sea que toque, su piel se eriza, recibiéndome y buscando mi contacto. Me hace sentir poderosa, con el control de todo en la palma de mi mano.
Trevor toca mi vientre con un solo dedo, dibujando patrones y reprimo un gemido. Es gentil y preocupado. Delineando la forma de mi brasier, siguiendo su camino explorador ascendiendo. Masajea mi cuello con sus grandes manos, para llegar a mi rostro; planta un beso sobre mi boca y luego sus dedos están en la comisura de mis labios, solo sintiéndolos.
Quiero hablar.
Quiero contarle de mis semanas sin él; cada detalle, pero hay tal intimidad entre nosotros que no se siente bien romper el silencio. Ya habrá tiempo más tarde, cuando nos reunamos con los chicos en el bar esta noche y todo vuelva a un ritmo más normal, donde podré bromear con él y codearlo cuando haga el bobo.
Ahora, me dedicaré a sentirlo.
Nos sostenemos la mirada, sin interrupciones. Sin barreras, dejando todo expuesto.
Cada experiencia con Trevor, es como la primera vez.
El fuego entre nosotros se siente como si no hubiese pasado más que un pestañeo entre una ronda y otra. Ondula a nuestro alrededor, amenazando con consumirnos. Al igual que los besos.
Él reclama mi boca; primero con delicadeza, luego profundizando el beso, perdido en ello y necesitado. Sus caderas presionan contra mí y gimo complacida. Él se ha convertido en un amante gentil. Nuestra pasión se construye a fuego lento y en medio de ello, entre el disfrute y mi poca lucidez atada a la realidad, percibo a Trevor contenerse.
Su cabeza descansa bajo mi mentón, sus ojos cerrados, yaciendo para mis manos en sus pómulos picosos. Él se estremece de pronto.
—¿Trevor, estás bien? —Tengo que salir de la duda.
—No.
Me sorprende su sinceridad inmediata, por lo que, insisto en las caricias, alzando su rostro.
—¿Qué sucede? —Él no se inmuta. Para nada. Así que repito: —¿Qué sucede, Trev?
Trevor se aleja, sentándose. Su mandíbula apretada fuertemente, los músculos trabajando bajo la piel, de una manera tensa. Sus puños se cierran y no puedo pasar por alto el dilema interno que está atravesando. ¿Qué es? ¿Qué puede ser tan grande como para descomponerlo de esta manera?
—Eres tan hermosa, que yo... —Su rostro se frunce acomplejado y niega. —No lo sé.
Su cabeza se sacude hacia los lados, y luego se sumerge entre mis pechos, tomándolos y amasándolos, haciéndome jadear. La presión es deliciosa, pero no todo está bien. Por favor, no nos desviemos del tema.
Los ojos de Trevor me muestran una batalla librándose dentro de él y quiero ayudarlo.
Él es mi chico. Mi hombre.
Extiendo mi mano tomando su barbilla, alzo su rostro hasta el mío.
—Háblame. —susurro sobre sus labios y eso lo desmorona, dejando caer su frente sobre la mía.
—Estos días sin ti, todo este tiempo... No sé cómo comportarme, no sé qué hacer con ello. Te amo, siénteme —Toma mi mano libre y la guía hasta su pecho, justo encima de su corazón como hizo aquella noche en el departamento de Annia, pero si pensé que su corazón latía rápido esa vez, ahora vuela. Eso no está bien. —Estoy tan enamorado de ti; solo pienso en cuándo voy a volver a verte cada que te vas y en escuchar tu voz todos los días y en que quiero que esto dure tanto como sea posible.
Es tanta la necesidad detrás de sus palabras que me abruma de solo quedarme allí, siendo bañada en su amor.
Si pudiese tan solo tomarlo y dejarle ver dentro de mí, en mi corazón que se siente igual al suyo, que me hace sentir tan loca por él que nada más reacciono cuando lo veo.
En lugar de eso, lo abrazo. Lo acuno con todo mi cuerpo, dejándolo aferrarse a cambio, respirándome.
—Voy a cometer alguna locura —Habla contra mi cuello, luego lo besa. —Voy a tatuarme tu nombre.
—Pensé que los nombres y los tatuajes obscenos estaban vetados de por vida. —digo controlando lo que esa información me provoca.
—No en tu caso, eres la única mujer que me ha marcado. Eres la única mujer que he dejado entrar en mí y eres la única con la que deseo que así sea. Soy todo tuyo. —Corona aquella frase con una risa derrotada que me cala hondo.
—Si esa es tu manera de pedirme que sea tu novia, es...
—Lo es, es mi manera. —Trevor se alza sobre sus brazos y se detiene a esperar por mi expresión. La sonrisa estalla.
Basta de hablar.
Me volteo sobre su cuerpo, quedando sobre sus caderas, viendo sus ojos oscurecerse a un hermoso verde musgo. Tomo sus labios en los míos. Necesito sentir su sabor, lo deseo más que nada. El calor entre mis muslos crece y solo él puede saciarlo.
Evité las cursilerías y las frases cliché toda mi vida, eran mi fuente de risas predilecta. Me parecían tan exageradas y poco realistas que no podía no mofarme de ellas, pero ahora estoy aquí, pensando en cosas como hacer el amor, él es todo lo que necesito, creo que voy a perder la cabeza si no lo hago mío.
Y es que esto es más que sexo. Unirme a él, es más que algo físico. Es más que saciar el deseo contenido. Es más allá de algo que podamos comprender, sobre todo tomando en cuenta el tiempo y nuestro pasado.
Nos aferramos mutuamente; tomo todo de él y le doy de vuelta, hasta el último resquicio de mí, escuchándolo gemir en mi oído, sin contener su emoción, abandonándonos juntos al éxtasis que sé solo podemos alcanzar en los brazos del otro.
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Fin del juego Amanda
RomanceAmanda Muse y Trevor Mills son prácticamente enemigos naturales. No hay momento en el que no estén sobre el otro presionando sus límites y lanzándose pullas. Compartieron un pasado fogoso, amoroso y secreto. Turbulento en engaños, mentiras y dolor...