AMANDA
Soy una creyente de que el amor se presenta de diversas maneras, que las palabras cursis no son para todos. Pero al momento de caer enamorado, no hay quien se salve de la dulce tortura. Es más, creo que la anhelan cuando se dan cuenta de que vale la pena. Porque lo hace.
A diferencia de mis amigas Leah y Alice, creo en los cuentos de hadas; solo que en mi cuento de hadas-versión-realidad, el único final feliz que existe, se llama orgasmo.
Y justo ahora, el chico que me acaba de dar uno de los mejores que he tenido, está apoyado en el alfeizar de la ventana, simplemente en bóxers, su cuerpo moreno de anchos hombros recortado contra la luz que entra por las cortinas delgadas.
—Mi vuelo sale dentro de unas horas, ¿me acompañarás al aeropuerto? —pregunto desperezándome. Estoy desnuda, solo cubierta por las sabanas, las que se deslizan hacia abajo, con los ojos de Trevor siguiéndolas, ya que, no me molesto en reacomodarlas.
¿Qué más da? No me bajará el pudor ahora después de que nos toqueteamos en el trayecto en coche hasta acá, solo para terminar follando como conejos en sus muebles.
Él niega, mas como si se despejara la cabeza que por mi pregunta.
—Tengo que ir a la automotora a firmar los papeles del seguro, así que te dejaré de camino.
La camioneta nueva que adquirió es un modelo con asientos de cuero que da por completo su imagen. Fue una grata sorpresa.
Aunque no tanto como su comportamiento la pasada noche. O en todo este tiempo, para el caso. Está manteniendo al idiota en él bajo una estrecha correa, lo cual agradezco. Estar a su alrededor sin que suelte improperios o bromas infantiles cada dos por tres, es un cambio de aire inesperado.
No obstante, la pasado noche, cuando me tenía contra el mueble de la ropa, completamente perdido dentro de mí, dejando todo su placer salir en quejidos más que audibles, fue volver a ver al Trevor que toma lo que quiere. Un torbellino de pasión y enredos, un chico hecho hombre. Para culminar, con su frente pegada a mi hombro, susurrando de nuevo aquellas palabras que hace pocas horas me habían dejado sin aliento: Te amo.
Él no ha pedido que las diga de vuelta; las está diciendo porque las siente, con soltura y un ligero quiebre en su voz que me habla de todo lo que necesito saber. Que se está esforzando.
Aun cuando hay mucho por hablar.
Como la exclusividad, por ejemplo.
He estado tan ocupada en Boston que ni siquiera me preocupo por otros tipos, no me interesan. En cambio, él aquí por sí solo, cualquiera se pensaría que es lógico mantener una sana duda tomando en cuenta que él no es alguien que se ciñe al celibato ni a la monogamia. Pero anoche, con solo ver la forma en que toda su postura tensa saltó al verme, fue la dosis de calma que necesité para todas mis dudas.
El chico está tan en esto que no necesito que me haga la pregunta para saber que no ha estado con nadie más desde que lo dejé en Boston.
—Deberíamos ir por el desayuno. —dice Trev, tomando su tiempo para estirarse con los brazos por encima de la cabeza, todos sus músculos marcados en tensa piel. Él se acerca a la cajonera y saca una camiseta. —Hay una tienda no muy lejos de aquí que tiene pasteles de maravilla.
El restaurant bajo nosotros lleva horas en funcionamiento, pero hemos sido demasiado perezosos como para siquiera levantarnos por un café allí.
—¿Por qué no comemos aquí? —pregunto imitándolo y comenzando por recoger mi ropa interior que está sobre una lámpara, ¿cómo es que llegó allí?
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Fin del juego Amanda
RomanceAmanda Muse y Trevor Mills son prácticamente enemigos naturales. No hay momento en el que no estén sobre el otro presionando sus límites y lanzándose pullas. Compartieron un pasado fogoso, amoroso y secreto. Turbulento en engaños, mentiras y dolor...