CAPÍTULO QUINCE

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AMANDA

Tengo que comenzar a tranquilizarme, por lo que beso a Trevor una última vez, y subo hasta el apartamento sintiéndome caminar sobre arenas movedizas.

—Él aún está allí abajo —Me informa Peter pegado a la ventana. Le chasqueo la lengua para que al menos cierre las cortinas, pero él me ignora. —Está luciendo completamente perdido y encantador. ¿Qué le hiciste? ¿Ya se acostaron? Dime que sí, cuéntame. Annia no me dejó salir por sexo para navidad.

Annia está en un sofá leyendo y le doy una mirada cómplice acompañada de un guiño que la hace negar con su cabeza.

Me voy directo a la habitación por algo de privacidad, no necesito espectadores que me vean flipar en medio de la sala y Peter ha comenzado a hacer extraños movimientos de pelvis mientras sigue rogando para que le cuente de mis últimos días.

No amigo, no sabría ni por dónde empezar.

Vierto el contenido de la cartera en la cama, lo primero rodando fuera fue es el estuche de las malditas pastillas anticonceptivas y mi monedero. Un montón de basura y papeles que ni idea de lo que sean. Me extiendo entre el desastre, sacando el último libro que roba mi tiempo; una enciclopedia de papel couché sobre diseño que he compartido con Nora durante la tarde y sobre la que debo trabajar.

Las cosas están marchando sobre ruedas y en la pista rápida, de manera general. En el trabajo barajamos la posibilidad de lanzar una revista digital para una empresa en particular y es un proyecto innovador, por lo que, casi todo el mundo en el lugar se está dando de cabezazos por obtener el tutelar. Me incluyo. Y es una desgracia tomando en cuenta que mi cabeza se encuentra más sobre cierto chico moreno y de engatusantes ojos verdes, ahora más que nunca.

Aun me siento alucinar al respecto.

Estoy con él, como realmente estar.

Tanteamos los puentes hacia el otro, pero todo indica que estamos en esto con el mismo grado de delicadeza para ir avanzando paso a paso, lado a lado.

Basta con ver lo atento y despierto que se ha vuelto.

No es del todo él, ni soy del todo yo... pero espero llegar al punto donde todo esté bien, sea lo que sea. Con Trevor nunca se sabe, no hay que olvidar eso.

De todas maneras, ni siquiera comienzo a comprender que me ha poseído para estar en donde nos encontramos, es como si tras el beso que me atreví a darle, todo en mi estuviese dispuesto a al menos, darle el beneficio de la duda respecto a nosotros. ¡Después de años! Lo que es ilógico y rarísimo por lo bajo. Escandaloso y confuso a lo más.

No sé lo que estoy haciendo, a quién quiero engañar.

Esa es la verdad de las cosas y solo me estoy lanzando a ciegas. Sintiéndome ahogar y querer correr en la dirección opuesta, solo para ver a Trevor y querer abrazarlo y dejarlo convertirse en el centro del mundo tal cual y como fue antes con mucha facilidad.

Así que hago un llamado a la única persona que conozco que sabe algo del amor en esta tierra.

—¿Qué es lo que te preocupa? —Pregunta un paciente Eddie una vez que le relato con toda la parsimonia del mundo, lo que ha estado ocurriendo recientemente.

No es extraño que lo llame a él, Eddie es como una especie de gurú en nuestro grupo, un extraño muchacho que todo lo ve y siempre tiene la palabra correcta para decir pese a tener la misma edad que el resto de nosotros.

Me armo de valor para esta conversación.

—Siento que, si me entrego de nuevo a él, voy a convertirme en una estúpida que está al lado de un tipo que fue capaz de pasar por encima de ella en una ocasión.

Fin del juego AmandaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora