EPÍLOGO

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AMANDA

Un mes después.

Los desayunos se han convertido rápidamente en mi comida favorita del día; digo, a cualquiera le pasa si despiertas y a un costado de tu cama encuentras una bandeja con todo lo que te gusta comer esperando por ti. El aroma cálido del café mezclado con el olor a Trevor impregnando las sabanas, es sin duda un incentivo que tienta a mi nariz cada mañana.

Así es, envídienme.

Aunque ese es solo uno de los tantos gestos a los que mi novio me está malacostumbrando.

Sí, leíste bien, mi novio.

Es oficial desde hace un mes.

Él no ha hecho algo tan desquiciado como tatuarse mi nombre en su piel. Se está tomando las cosas a la vieja escuela. Paso a paso.

Aunque hay más...

Sus abrazos por las noches, la manera en sujetarme cual tesoro para poder descansar tranquilo. Me hace sentir amada, deseada, única.

Trevor es un nuevo hombre hoy en día, la mezcla perfecta entre el caliente gilipollas y un enamorado de novela romántica.

Se comporta como si le hubiese concedido el regalo más grande en todo el mundo y supongo que de cierto modo, lo hice. No es que me dé créditos ni nada, pero perdonar, como realmente hacerlo, es una gran cosa.

Estamos entregándonos el uno al otro sin detener ninguna marcha. ¿Qué sentido puede tener? No es un chico al que acabo de conocer y voy a tomarle la medida. Él es el bastardo que tiene mi corazón.

Conozco todo de él y así mismo, él de mí.

Somos una combinación peligrosa la mayoría de los días y no hay otra manera que lo desee.

Sexo, peleas, reconciliaciones, charlas hasta la medianoche y risas por doquier. Estamos absolutamente en ello.

Mordiendo una tostada, me arrastro fuera de la cama y camino desnuda a la sala, no necesito cubrirme, hace calor y de todos modos no hay nadie que pueda verme, excepto Trevor claro está y es lo que quiero.

Él se encuentra en un sofá, desnudo salvo por los jeans gastados que utiliza para andar en casa. Está tan concentrado en el televisor que no se percata de mi presencia. Lo tiene a bajo volumen, pero eso no evita que no esté metido en ello. Tiene uno de los controles de su videojuego colgando de las manos y teclea rápido sobre los botones.

He intentado distraerlo de estos juegos a media mañana un millón de veces, pero solo consigo alejarlo por un par de horas. Ama en verdad los videojuegos. Al menos, en esta ocasión no está conectado en línea con otros jugadores. Allí es completamente ruidoso, gritando palabrotas a sus contrincantes y es mucho peor, cuando sale ganador.

Sé que juega en solitario cuando duermo, porque así me permite terminar mi sueño.

Así de mono se ha vuelto.

Desde que me establecí de vuelta Chicago, hemos estado turnándonos entre su piso sobre el restaurant y mi habitación en el departamento que comparto con Alice. Ahora nos encontramos en este último en soledad, ya que, mi picara amiga decidió pasar la noche fuera.

Tenemos charlas pendientes al respecto; quizás ver si podemos convivir bajo el mismo techo sin asesinarnos, no suena del todo mal, y para ello necesitamos de un departamento completamente nuevo.

Se trata de un proyecto, algo que sea solo nuestro. Sin memoria alguna, en donde podremos escribir nuestra historia desde cero. Mientras estamos en la búsqueda, arreglamos nuestras agendas para coincidir.

Fin del juego AmandaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora