TREVOR
—¡Trev!
El volante da un bandazo ante el grito de Amanda.
—¡Hey! —reclamo enfadado. Ella alza sus manos.
—Llamé tu nombre tres veces, ¿en qué estás pensando? —demanda saber escaneando mi rostro.
En que me estoy destruyendo por dentro lleno de malditas preguntas sin respuestas.
—Nada. –Suspiro fastidiado.
—No parece nada.
—¿No? ¿Y qué parece? —Guío el carro hasta la acera. Hemos llegado a la torre de departamentos de Annia. Afuera la nieve cae lentamente, algunas personas apretadas dentro de sus abrigos, corriendo en busca del calor de sus hogares.
Amanda desabrocha su cinturón, pero no baja del carro. En su lugar se gira para mirarme directamente, lista para enfrentarme en una pelea. No hemos tenido una en días y el ambiente casi pide por ello.
—Que estás muy enfadado, ¿qué está mal?
Suena interesada, rozando lo nerviosa lo que descolocada por mi ánimo. Aun peor, quita el guante suave que cubre una de sus manos, alzándola hacia mí con todas las intenciones de ir por mi rostro, lo que es una gran alerta roja.
Me echo atrás como si fuese a golpearme.
—¿Trev? —Su voz tiembla, insegura. Y solo eso hace que todo vaya sobre mí.
Por supuesto que ella no va a golpearme, no se necesita de algo físico cuando con sus palabras me ha dejado en el piso.
¿Recuerdas aquel momento de debilidad de espía que tuve días atrás en casa de mis padres? Bueno, no he podido superarlo.
Ha pasado un exacto par de días desde que escuché aquellas palabras que me devastaron. Aquellas que me avisan de un futuro carente de la chica de la que estoy enamorado; el pronóstico de un futuro turbio sin Amanda en él y aunque le he dado un millón de vueltas al asunto en mi cabeza, no consigo nada.
Estoy en blanco.
Bizqueando en la oscuridad por un haz de luz que me enseñe el camino divino.
—Yo... --comienzo de manera tensa. --estoy teniendo algo de problemas aquí.
—¿Qué pasa? —Amanda se acerca y vuelvo a alejarme tanto como el asiento me lo permite. No puedo con esto si ella me toca, necesito estar centrado aun si ver su gesto caer empeora la situación en mi estómago. —Me estás asustando.
Estamos en la misma página, preciosa.
Me detengo un segundo en su rostro, buscando la manera adecuada de hacer esto, pero estoy más allá de eso. Rebasé el limite de mi propia paciencia y lo necesito todo. Justo aquí, justo ahora.
—¿Qué significó para ti el beso que compartimos para navidad? —Sus ojos se cierran inmediatamente, disparando mi ansiedad. —Dime la verdad —ruego sin importarme nada más.
Amanda se toma su tiempo... un tiempo infinito.
Las chicas que hablan por hablar, me aburren. De la clase que les gusta escuchar su propia voz o aquellas que necesitan llenar espacios constantemente. Amanda no es ni una ni la otra, pero nunca he deseado tanto que me hable como lo hago ahora.
—Fue un impulso del momento —dice tras un suspiro y si escuchaste ese crack, fue mi corazón haciéndose pedazos.
Agradezco que sea sincera, en serio que sí, pero como que en este momento voy a necesitar que me deje solo si no quiere presenciar cómo me desmorono.
ESTÁS LEYENDO
Fin del juego Amanda
RomansaAmanda Muse y Trevor Mills son prácticamente enemigos naturales. No hay momento en el que no estén sobre el otro presionando sus límites y lanzándose pullas. Compartieron un pasado fogoso, amoroso y secreto. Turbulento en engaños, mentiras y dolor...