Tormentas en nuestro cielo azul

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Conocer a los padres de Gerard mientras no llevaba encima una camiseta y lucía como alguien quien acababa de tener sexo (lo cual técnicamente no había ocurrido) no había sido exactamente su situación ideal, más bien la de ninguno lo sería. Pero había ocurrido y nada podía hacer al respecto. Tal fue su vergüenza al ver venir a Gerard acompañado de su hermano y otras dos personas mayores que terminó por caer del piano y golpearse la cabeza con un fuerte estruendo. Afortunadamente ninguno de los invitados llegó a ver su momento de humillación pues Frank fue más rápido y se puso de pie antes de que lograsen verlo.

Lo que había olvidado fue cubrir su torso desnudo de la vista pública. Se ruborizó enormemente cuando Gerard se lo señaló mientras los espectadores tenían una mueca poco agraciada, aunque no sabría decirlo con Mikey, el sujeto siempre tenía una mueca de pocos amigos en su cara, incluso cuando estaba feliz. En otras palabras, había conocido a sus... ¿Suegros? No sabía cómo debía llamarlos, técnicamente eran sus suegros pero no se sentía con el derecho de llamarlos de ese modo, aún no. Solo esperaba que aquel primer encuentro incomodo no afectase su interacción futura con ellos.

— ¿Así que eres de Nueva Jersey? —le preguntó Donna, como si quiera romper el hielo.

— Así es —asintió Frank, ya vestido adecuadamente para la ocasión. Los tres, Frank y los padres de Gerard, se encontraban sentados en torno a la pequeña mesita de café de la sala mientras bebían algo de té que Donna amablemente se había ofrecido a hacer, pero en realidad nadie bebía y las tazas descansaban solemnemente sobre la mesa, enfriándose— Más precisamente de Kearny.

— Kearny está cerca de Belleville, nuestra ciudad. Al parecer siempre estuvimos más cerca de lo que creímos —comentó forzosamente Donna, como si fuera necesario hacerlo.

Frank sonrió tímidamente, sin saber muy bien que hacer o decir a continuación. Lo más básico ya había sido todo dicho y no se sentía demasiado seguro de sí mismo para iniciar una conversación sin arruinarla.

Después de aquel comentario nadie volvió a decir nada en los minutos que siguieron. Donna bebía su taza de té en silencio mientras Donald permanecía al lado de su esposa observando a Frank con escrutinio. Siendo honesto se sentía algo intimidado bajo la potente mirada del señor Way y de lo que este podría estar pensado de él. Ya sabía de dónde la había sacado Gerard, pues era la misma mirada solo que en diferentes personas.

Por su parte, Frank trataba de pasar el rato mirando cada tanto en dirección hacia la cocina en espera del regreso de Gerard y que este lo salvase de su incomodidad. Él y su hermano habían desaparecido hace algún tiempo ya debido a que tenían "asuntos importantes de que hablar", sea lo que fuera que significase aquello y aún no volvían. De todos modos, Gerard casi no dijo nada en todo el tiempo que sus padres estaban allí, parecía no estar feliz con la presencia de estos y seguramente preferiría que se marcharan por la expresión amargada que lo acompañaba todo el tiempo.

Frank se preguntaba que pudo haber sucedido en medio para que un hijo tratase así a sus padres, quizás algo no muy agradable por lo visto. Bebió un sorbo de su té ya frío y espero. Esperó el regreso de este.

Mientras tanto y no muy lejos de allí en la cocina, Gerard reprendía a su hermano en todas las formas posibles.

— ¡¿Qué cosa pretendes con esto, Mikey?! —exclamó Gerard con enojo mientras caminaba de un lado a otro por la habitación con una mano sobre su cintura, tal como una madre retando severamente a su retoño después de cometer una travesura.

— ¿Qué cosa pretendo? ¡Ya te lo dije! ¡Nada! —se defendió, parecía algo insultado. El que debía sentirse insultado allí era Gerard dadas las circunstancias, no él— Lo único que hice fue hablarles acerca de Frank y quisieron venir a conocerlo, punto. ¿O acaso vas a decirme que no tienen ese derecho?

Do you love me? ↠ FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora