Una catástrofe tras otra

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Gerard llegó a casa luego de un largo y exhaustivo día en el estudio. Él y su banda habían practicado hasta tarde y había surgido una nueva discusión entre Mikey y él con respecto al título de una nueva canción. Las cosas entre ambos hermanos aún seguían algo tensas desde el incidente ocurrido meses atrás, nadie quería admitirlo pero la tensión todavía continuaba ahí, ocultándose en las sombras y acosando con su toque malévolo.

Pareciera que ahora todo diálogo con su hermano se basaba en discusiones pues de una forma u otra los vagos intercambios de palabras siempre conducían a las peleas, y el hecho de que Mikey le llevará la contraria en todo cuanto se presentase no ayudaba a avanzar la rígida situación.

Suspiró, esperaba que en algún momento pudiera reinar la paz como la había antes. En realidad, no quería tener aquella relación hosca y fría con Mikey, de niños habían sido muy unidos y se suponía que él estaba de su parte después de todo, siempre habían sido ellos dos contra el mundo y solían apoyarse incondicionalmente. En el presente, apenas quedaba una parte de lo que había sido su relación fraternal de mejores amigos.

Pero aquel no era momento para lamentarse, era un día especial, puesto que tenía planeado proponerle matrimonio formalmente a Frank. Lo venía planeando desde hacía casi una semana, y había atado todos los cabos sueltos que quedaban. Aquella misma noche irían a cenar a un elegante restaurante en la ciudad bajo el pretexto de 'pasar un buen rato'  y cuando el moreno menos se lo esperase ¡Poof! Sacaría el anillo y lo haría. Sonrío, estaba completamente seguro de lo que se proponía a hacer y pensó que nada podía fallar.

Entró a su residencia con paso erguido, decidido a alejarse de sus problemas y conflictos al menos por esa noche. Debía estar feliz, se dijo. Rápidamente fue en busca del moreno, pero a no más entrar a la sala se quedó pasmado en su lugar, porque nada de lo que estaba viendo estaba malditamente bien. Dejó caer su guitarra al piso del shock.

— ¡Frank!

El antes nombrado apareció no mucho tiempo después de su grito, asomado desde el pasillo que conducía a la cocina. Este lo miró extrañado.

— Cielos Gee, ¿porqué gritas?

— ¡¿Qué demonios es todo esto?!

— ¿A qué te refieres? —Frank frunció el ceño, abandonando su puesto y yendo hacia él. No tenía idea de qué se refería el otro y el porqué de su comportamiento acelerado.

— ¡Mis cosas! ¡No están en su lugar! —señaló a su alrededor viendo con horror como varias de sus preciadas cosas de coleccionista se encontraban posicionados en lugares equivocados, muchos de ellos ni siquiera estaban a la vista. Sus discos de vinilo ya no se encontraban en la repisa, y en cambio, había acomodados libros— ¡¿Qué rayos es esto?! —sujetó entre sus manos un espantoso jarrón de cerámica que nunca había visto en su vida, el cual se encontraba en el lugar donde debía estar su figura de Batman.

— Es un jarrón chino, lo conseguí a mitad de precio. ¿Lindo, no crees? Me he tomado la libertad de redecorar la sala, necesitaba un cambio. Descuida, no he desechado nada, solo moví algunas cosas y...

— ¡¿Quién te dio el derecho de hacerlo?! —rugió, enfadado de que se hubiera metido con sus cosas sin permiso, Gerard no se metía con las suyas.

— Pensé... Que te gustaría —Frank sonó lastimado ante su reprimenda, él solo había querido hacer algo lindo, jamás pensó que reaccionaría de tal manera.

— ¡¿Gustarme?! ¡Te he dicho que no toques mis cosas un millar de veces! ¡Está es mi casa, debiste haber preguntado! —lanzó el jarrón contra un rincón en un arranque de ira, provocando que este se rompiera en decenas de pedazos. Frank se sobresaltó y miró los añicos que se habían creado en el suelo, con un sin fin de emociones cruzando su rostro. Luego lo miró y su mirada herida hizo sentir a Gerard culpable de lo que acaba de hacer.

Do you love me? ↠ FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora