Las mentiras provocan que los pétalos se marchiten y caían

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— ¿Gerard? —escuchó a Frank llamándolo por su nombre, provocando que pegara un saltito del susto.

— Oh, mierda —murmuró este, no podía dejar que lo viera, no así. Rápidamente procedió a recoger y guardar en una bolsa de plástico toda evidencia de su adición aún presente. Sabía lo que había prometido, se merecía todo lo peor del mundo por no haber cumplido su promesa, pero Frank debería de haber sabido que era cuestión de tiempo para que volviera a recaer. Había logrado mantenerse limpio de drogas durante unos días, pero la falta de alcohol en su torrente no había ni ayudaba a su abstinencia. El malogrado encuentro con sus padres del otro día tampoco había sido de ayuda, simplemente necesitaba algo con que liberarse.

— ¿Gerard, dónde estás?

— Estoy en el baño. Enseguida salgo —bramó, tratando de encontrar un buen lugar donde ocultar la bolsa. Buscó y buscó por el baño hasta que después de un tiempo rondando en el lugar encontró el lugar perfecto. Escuchaba los pasos del moreno por el pasillo y cada vez se oían más cerca. La ocultó por encima del botiquín y la cubrió con otras cosas solo por si acaso. Frank era demasiado enano para llegar hasta ahí pero nunca estaba de más prevenir. Abrió la puerta y al hacerlo se encontró con su pareja, pudo respirar de alivio, eso había estado demasiado cerca. Este le sonrió en cuánto lo vio.

— Hey, ¿que hacías allí dentro?

— ¿Yo? Nada, solo estaba...

— Cielos, ¿qué ocurrió con tu cabello? —Frank abrió los ojos como platos al ver su nuevo aspecto. Llevó una mano a su cabello recientemente teñido de negro. Había decidido que era tiempo de un cambio y además el color rojo le había aburrido. Había considerado el rubio pero le pareció muy gastado, también el azul pero este no lo convenció del todo. Así que volvió al negro, su viejo amigo.

— Digamos que me he cansado del rojo, ¿Te gusta como me veo? —rodeó la cintura del moreno con sus brazos y lo acercó hacia sí, presionando provocativamente su cuerpo contra el suyo.

— Es algo... extraño verte así. Pero todos los colores se te ven bien —sonrío, definitivamente podría acostumbrarse a ese color, le daba un aspecto diferente pero en el buen sentido. Sus labios luego se unieron en un cálido beso. Gerard llevó una mano a su trasero, el aroma a menta y coco que nunca parecía abandonarlo le volvía loco.

— No, ya basta —Frank intentó librarse de sus caricias, aunque no parecía poner mucha resistencia— No tengo tiempo, debo practicar para la presentación de está noche, ¿lo olvidaste?

— De hecho, sí —admitió mientras besaba su cuello y aspiraba su esencia.

Esa misma noche Frank tendría un show en vivo, el primero desde que había firmado con la discográfica de Patrick y a pesar de que se lo había mencionado numerosas veces, entre sus propias prácticas y sesiones con la banda, la tensión con su hermano, y problemas de desintoxicación, se le había pasado por alto. Hizo una mueca cuando su amante se separó de él, dándole un último beso. Comenzó a buscar algo en la desordenada habitación de Gerard ahora compartida por ambos.

— Tienes la memoria de un insecto —bromeó Frank con una risa.

Si tan solo supiera todo el desorden que había dentro de su cabeza no diría lo mismo, pensó Gerard.

— ¿Has visto mi cuaderno de notas? —necesitaba su cuaderno pues en el escribía y anotaba sus canciones, incluyendo las que tocaría esa noche.

— No que yo sepa. ¿Como es? —Gerard se sentó en el borde de la cama observándolo, mientras esté revolvía las cosas como desquiciado.

— Es un cuaderno. Con tapa negra. No lo encuentro por ninguna... ¡Aquí está! —vitoreó y emergió desde debajo de la cama con cuaderno en mano, victorioso— ¿Como habrá llegado ahí? —se preguntó a sí mismo mientras comenzaba a ojear las páginas.

Do you love me? ↠ FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora