Extra #2

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— ¿Acaso estás tratando de decirme que Batman es mejor que Superman? —le preguntó Gerard, con incredibilidad evidente en su voz.

Frank rodó los ojos. Ahí iba de nuevo con el tema de los superhéroes. Habían estado debatiendo ese asunto más tiempo del necesario, incluso la conversación había surgido durante la cena de aquel mismo día. Y todo se debía al hecho de que Gerard prefería a Superman mientras que Frank a Batman.

— No, solo digo que Batman es mucho más humano que Superman. Y no me refiero al hecho de que sea extraterrestre, sino a que entiende mucho mejor el concepto de humanidad.

— A ver, mi querido Frank —comenzó— ¿En serio te parece que un millonario con problemas de depresión que invirtió casi todo su dinero en la realización y creación de su traje y otros artefactos elocuentes, es mejor que un alien con superpoderes reales venido del espacio?

— Sí.

Gerard soltó una risita, mientras llevaba su tenedor a la boca e engullía un trozo de carne— Es imposible tratar de convencerte de algo, ¿sabes?

— Es que no me dejó influenciar por las opiniones populares de los demás —sonrió— Porque soy igual de terco como alguien que conozco.

La preciosa sonrisa de Gerard se hizo aún más grande.

— Me atrevo a decir que somos perfectos uno para el otro. El universo nos unió por una razón, y esa razón es dominar al mundo con nuestra tenacidad —dijo— Tenacidad y testarudez.

— ¿Universo? Querrás decir Patrick —corrigió Frank a su marido, con aire divertido.

— Shhh, no arruines el momento. ¿Porque te gusta tanto Batman, después de todo? Tengo curiosidad por saberlo.

Frank se encogió de hombros, jugando con su comida en el plato— Pues... Bruce es un hombre común y corriente, igual a los demás. Tiene muchas debilidades, lo cual está bien. Nadie es un verdadero héroe si no las tiene, ni mucho menos sería un humano. Él conoce el dolor, lo conoció desde una edad muy temprana, como yo. Aún así y a pesar de sus adversidades, logró hacer algo con su vida en lugar de lamentarse por la muerte de sus padres. Bruce creyó que podía hacer un bien, y ese bien lo convirtió en algo para ayudar a los demás. Si Bruce pudo superar algo tan horrible como presenciar la muerte de tus padres... Entonces me di cuenta de que yo también podía hacerlo y seguir adelante, a pesar de todo.

El silencio cayó sobre ellos. Nadie dijo una palabra por unos largos segundos que se hicieron eternos. Frank sintió de pronto la mano de Gerard sobre la suya y levantó la vista para mirarlo. Veía dolor en sus ojos, dolor y comprensión. Ya había trancurrido casi un año del accidente, pero Frank sabía que el tema aún era igual de tocante para ambos como lo fue el primer día. No hablaban mucho sobre ello, evitaban hacerlo porque odiaban entrar en una atmósfera lúgubre. También sabía que Gerard siempre se echó la culpa, ignorando todas la veces que Frank le dijo que no era cierto.

— No olvides que no estás solo. Me tienes a mí, yo siempre estaré allí cuando lo necesites.

Frank extendió su mano libre por sobre la mesa y la posicionó sobre la de Gerard— Lo sé. Cree que lo sé.

— Piensa que yo soy la Lois Lane de tu Batman, o como se diga.

Frank no pudo evitar soltar una carcajada.

— Lois Lane es la novia de Superman, bobo.

— Oh, ¿en serio? Entonces supongo que estuve equivocado todo este tiempo —rió— Creo que... Batman no es tan malo si se lo ve de esa forma. Declaró un empate; ningún superhéroe es mejor ni peor que el otro.

— ¿Ya ves? Siempre podemos llegar a un acuerdo si nos lo proponemos. Es gracioso.

Gerard frunció el ceño— ¿Qué cosa es gracioso?

— Qué ahora podemos llegar a acuerdos, pero cuando nos conocimos no queríamos ni vernos la cara. ¿Lo recuerdas, Gee?

Todo ese tiempo ahora parecía muy lejano, tal como si hubiera sucedido hace décadas atrás. Frank algunas veces pensaba en ello y no podía creer lo mucho que progesaron como pareja. Pensaba que ni siquiera Patrick se hubiera imaginado que terminarían juntos de verdad después de todo, pero lo hicieron.

— Claro que sí. Fue el comienzo de la historia de nuestro amor. No podría olvidarlo.

Dicho aquello, Gerard se recorrió todo el camino de la mesa que los separaba para besarlo, sin importarle derribar algunas cosas en el proceso. Frank, en su actual estado, obviamente no podía hacer lo mismo. La silla de ruedas se lo impedía.

Disfrutó de la sensación de tener sus labios sobre los suyos y gimió en el beso. Jamás se cansaría de decir que sus labios eran muy adictivos. Esa noche se recostaron juntos y permanecieron despiertos un buen rato, viendo una de las numerosas películas de coleccionista de Gerard. Frank no se quejó, el poder reposar junto a él era todo lo que podía pedir y más, sobretodo porque últimamente Gerard pasaba mucho tiempo en el estudio de gabración. Él y su banda estaban trabajando en el lanzamiento de un nuevo disco, y esa tarea ocupaba mucho de su día.

Frank pasaba la mayor parte de las tardes solo en el penthouse. Gerard se había ofrecido más de una vez llevarlo con él al estudio, pero él no quería ser una distracción para nadie, puesto que sabía que si aceptaba ir Gerard no dejaría de preocuparse sobre si necesitaba algo y esas cosas. Y Frank no quería retrasar su trabajo. Así que trataba de entretenerse componiendo algo de música nueva o tocando la guitarra, o simplemente viendo la televisión cuando se aburría de lo demás. No tenía precisamente mucha inspiración para la música.

Pero no podía evitar sentirse solo en el inmenso lugar. No era sino hasta que Gerard regresaba por las noches que volvía a sentirse bien, y Gerard lo había notado a pesar de sus intentos por ocultarlo. Por eso mismo no debió de sorprenderse mucho cuando su marido regresó un día con una gran caja decorada con un moño rojo.

— Te he traído un obsequio, Frankie —anunció Gerard, Frank dejó a un lado el libro que se encontraba leyendo y sonrió.

— ¿Un obsequio? ¿Para mí? ¿Porque? —él siempre solía insistirle en que no necesitaba que le comprase obsequios costosos, no era necesario. Como la vez que le había obsequiado un exagerado oso de felpa de casi de su mismo tamaño. Esa cosa ocupaba una esquina entera en el dormitorio.

— Porque eres mi esposo y quiero regalarte cosas lindas de vez en cuando. No hay nada de malo en ello —dijo, sonriendo— Ten, quiero que lo abras.

Frank suspiró, pero aún así hizo lo que le pedía. Agitó la caja tratando de adivinar que podría ser. Era algo pesada.

— ¡No, no la agites! No es para agitar —se apresuró a explicar Gerard. Frank le miró ceñudo.

— Está bien —y sin más tardar quitó el moño y abrió la caja. Era un cachorro.

— Me compraste un cachorro —dijo con incredulidad. Se trataba de una cría de labrador, la cual comenzó a lamer su rostro en cuánto la saco de la caja. Frank rió.

Gerard sonrió con suficiencia— Es para que te acompañe cuando yo no estoy, sé que no te gusta estar solo y pensé... Qué sería bueno para ti. Quería darte una sorpresa.

— Me encanta —Frank acercó a Gerard de la pechera de su camiseta para besarlo— Es adorable, Gee.

— Es un macho. ¿Qué nombre le pondrás? —quiso saber, intrigado. Frank miró al cachorro entre sus brazos, era pequeño y de pelaje dorado y muy suave.

— Lola.

— ¿Lola? ¿No es un nombre de niña?

— No, es unisex.

En realidad no sabía si era unisex, pero le gustaba ese nombre.

Gerard se limitó a reír y a mirarlo con dulzura— Me gusta Lola.

Frank también sonrió y sus labios volvieron a juntarse en otro cálido beso. En serio eran afortunados de tenerse mutuamente. En serio estaban hechos uno para el otro.

Do you love me? ↠ FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora