Solo un mal sueño

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Lo primero que Gerard vio al recuperar la consciencia fue una intensa y penetrante luz blanca cegándolo, no permitiéndole ver con claridad su entorno. Entrecerró los ojos en un intento de disminuir la claridad que lo azotaba de lleno, más no hizo mucho efecto. Un punzante y profundo dolor se extendió por su lóbulo derecho, tal como si alguien se divirtiera clavándole maliciosamente un hierro caliente en su cerebro. El dolor solo aumentaba. Ninguna de las resacas que hubiera tenido en su vida se comparaba con aquel dolor, era simplemente inhumano, no le permitía pensar coherentemente ni concentrarse. Su brazo izquierdo también dolía como el infierno, pero al menos era más soportable.

A medida que fue recuperando sus otros aturdidos sentidos, oyó el pitido de alguna máquina vagamente familiar, solo que en ese momento no podía recordar su nombre. La oía en algún lugar cercano, pero no sabría decir a ciencia cierta si se encontraba a su lado o no. Sonidos de voces lejanas retumbaban en su cabeza, la cual se esforzaba duramente por recordar algo de lo sucedido con anterioridad, pero no había nada, solo negrura.

El intentar recordar le provocaba más dolor, como si su propia mente quería impedirle hacerlo por alguna razón. Sus pupilas se acostumbraron a la luz y abrió lentamente los ojos, vislumbró el techo completamente blanco del lugar que suponía era dónde estaba. De pronto los recuerdos comenzaron a invadirlo y golpearlo como un balde de agua fría; recordó el anillo, el jarrón hecho añicos, el restaurante, el auto... y Frank. Oh dios, Frank.

Se incorporó abruptamente de la cama en la cual se encontraba recostado solo para ganarse otra puntada que lo atravesó como un cuchillo. Gerard pegó un alarido de dolor, su costado se contrajo dolorosamente al ser forzado, y más dolor lo invadió. Dolor, dolor, y dolor. Era todo lo que sentía, sin mencionar que todo le daba vueltas como si estuviera dentro de una esfera giratoria.

— ¡Wow! ¡Alto ahí, amigo! —una voz femenina le advirtió con severidad— ¡Aún no estás en condiciones de caminar! —la mujer, una enfermera, lo sostuvo para evitar que perdiera el equilibro y lo sentó con cuidado sobre la pequeña camilla.

— ¿Donde estoy? ¿Q-qué es este lugar?

— Tranquilo, estás en el hospital. Has tenido un accidente automovilístico. Llegaste hace unas horas, pero has estado inconsciente el tiempo que llevas aquí. Te golpeaste muy duro la cabeza, tienes suerte de no haber sufrido daños mayores a una contusión cerebral —le explicó pacientemente la mujer castaña, una pequeña sonrisa se dejó ver en su rostro amable.

— ¿M-mi cabeza? ¿Dónde está Frank? —tanteó confundido con sus dedos el lugar de origen de su dolor, y rozó lo que parecía ser una especie de vendaje en su frente.

— ¿Quién?

— La persona que venía conmigo... Mi esposo. ¿D-dónde está? ¿Porqué no está aquí? —sus ojos lograron enfocarse en el rostro de la mujer, cuya expresión cambió drásticamente al interpretar a que se refería. No le gustó aquella reacción.

— Me temo que él llegó en un estado mucho más grave que el tuyo. Se encuentra en cirugía. Los doctores luchan por reparar los daños que ha sufrido.

— ¿Frank? ¿M-mi Frank? —la voz apenas le salió, su garganta estaba seca y su lengua se sentía como papel de lija. Podía sentir como las lágrimas comenzaban a arremolinarse en sus ojos. No, eso no podía estar pasando, era una horrible pesadilla de la cual no podía despertar. La enfermera, Lorraine, posó una mano sobre su hombro.

— Hey, no te aflijas. Él está en buenas manos, estoy segura de que saldrá adelante —le aseguró, comprensiva. Parecía saber lo que hacía, seguramente ya le había tocado consolar a otras personas en su misma situación o peor.

Do you love me? ↠ FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora