Te quiero

2.2K 325 160
                                    

6 meses después

Frank estaba nervioso. Se miró al espejo por decimoctava vez en el día
y aún así no estaba satisfecho con su apariencia; no sentía que se veía bien, sobre todo porque aquella endemoniada corbata se negaba a ser arreglada como debería y le estaba frustrando un poquito. Con poquito quería decir que literalmente estaba listo para prenderla fuego y arrojarla por la ventana. Pero estaba tranquilo, aquel era un día especial y no permitiría que nada lo arruinase, ni siquiera una estúpida corbata.

— Knock, Knock. ¿Estás ocupado? —su cuñado, Mikey, se asomó por la puerta.

— No, adelante. Pasa —le invitó a pasar Frank mientras aún lidiaba con aquella prenda.

— ¿Qué le estás haciendo a esa pobre corbata? —rió, pues efectivamente después de tantas vueltas erróneas que Frank le había dado parecía todo menos una corbata, ni siquiera sabía cómo no había hecho para asfixiarse a sí mismo para ese entonces.

— Está cosa no se quiere acomodar en su lugar, odio las corbatas. Son difíciles de colocar.

— Eso es porque lo estás haciendo mal, Franko. Déjame a mí —se ofreció Mikey. Se agachó y luego de unas pocas vueltas logró ponerle la corbata a la perfección, en un santiamén. Frank le miró sorprendido, él había estado tratando de colocársela por una hora y falló miserablemente. En cambio, Mikey lo hizo en unos segundos. Era todo un maestro.

— Cielos, gracias.

— ¿Estás nervioso? —quiso saber luego. Frank estaba más que nervioso, estaba a punto de explotar. Pero no pudo evitar notar lo bien que Mikey se veía en aquel traje, ahora que toda la tensión inicial entre ambos había desaparecido e hicieron las paces, descubrió que de hecho el hermano de Gerard era una buena persona. Y bastante cool, por lo visto.

— Que si no lo estoy, creo que voy a vomitar. Siempre vomitó en situaciones de nerviosismo extremo —se trasladó a sí mismo cerca de la cama y tomó la chaqueta oscura  complementaria de su propio traje.

— No tienes porque estarlo, todo saldrá bien. Es tu boda, ve el lado bueno y sonríe —le animó— Además, no creo que Gerard se arrepienta a último momento y huya de la boda como en las películas. O tú. Por favor, dime que no lo harás.

— ¿Qué? Claro que no, yo amo a tú hermano Michael. Gerard tampoco lo haría, hemos esperado mucho por este momento y no vamos a desperdiciarlo.

Habían pasado seis largos y arduos meses desde el accidente. La salud de Frank había progresado poco a poco y ya no quedaban demasiados rastros visibles del choque, con la  única excepción del daño irreversible que habían sufrido sus piernas. A pesar de las numerosas sesiones de terapia a las que asistía diariamente, sabía que todo era en vano. No se sentía capaz de volver a caminar, y aunque le había costado aceptarlo... ahora vivía con ello.

Se manejaba vía silla de ruedas y aunque al comienzo había sido algo difícil para él aprender a manejarla por su cuenta, ahora la dominaba por completo. Además, Gerard siempre estaba ahí para él y había movido los muebles de la casa para darle más movilidad. La unión entre ambos se había hecho más fuerte. De cierta forma, por horrible que sonará, el accidente los acercó a ambos y estabilizó su relación. Gerard botó todas las drogas que tenía escondidas por la casa y estaba trabajando en su problemas con la bebida, la principal fuente de su mal humor. También había decidido dejarlo redecorar la sala a su gusto, a pesar de que Frank le dijo que no era necesario. Sin embargo, este insistió y en lugar de hacer lo que pedía, Frank quitó todas las cosas que había puesto con anterioridad y las reemplazó de nuevo con los viejos artículos de coleccionista de Gerard, lugar de donde nunca debieron moverse. Ahora que lo pensaba mejor la sala lucía mucho mejor con ellos.

Do you love me? ↠ FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora