Capítulo -7

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No me gusta llegar tarde a ningún lugar.

No es que sea una mujer maniaca del control ni nada, lo prometo. Solo, no lo sé, si dicen "nos vemos en tu casa a las cinco" creo que es de mala educación llegar cinco y media, ya sabes, la otra persona también tiene una vida y la está desperdiciando esperándote a ti, que eres un maldito insensible impuntual.

Quizá si tenga un pequeño problema controlando mis nervios. Pero, ¿quién no los tiene en estos días locos?

Un auto se cambia a mi carril sin prender el señalero y tengo que pisar el freno tan duro que todo el auto da una sacudida hacia adelante antes de poder detenerse. Una bocina suena por detrás y miro por el espejo retrovisor la cara de un sujeto muy enfadado. Frunzo el ceño y por instinto toco mi bocina a cambio, aunque no sé realmente si lo hago por él o porque no me dio el tiempo para hacerla sonar al sujeto por delante de mí.

La marcha reanuda lentamente y compruebo la hora en mi reloj de muñeca, los nervios empiezan a picar. Aun no es tarde, salí con demasiado tiempo de anticipación, es que ya no podía simplemente sentarme en el trabajo a esperar, no estaba haciendo más que releer la misma frase de la misma hoja de papel que sostuve en mi mano toda la mañana.

He esperado desde que tengo dieciséis años este momento. No puedo creer que al fin este pasando.

Dios, estoy vieja.

Doy una mirada al espejo retrovisor, pero esta vez es para comprobar mi aspecto. Mi labial sigue en su lugar, el delineador no se ha movido, sabía que no lo haría, por alguna razón sentí la necesidad de usar maquillaje a prueba de agua. Aunque no tenga demasiado sentido. Dios Santo, solo es una visita, nada por lo que llorar.

Sostuve el volante un poco más duro y eché un vistazo al camino.

Esto era realmente una gran cosa, lo sabía, y en mi cabeza todo podría ir muy bien, o muy mal, y en ambas visiones necesitaría maquillaje a prueba de agua.

Me negué a mirar de nuevo por el espejo para comprobar mi cabello, si me seguía obsesionando iba a terminar atropellando a algunos de los peatones impacientes que cruzaban en cualquier lugar de la calle, solo porque los autos estaban comenzando a producir un embotellamiento.

Vi a una madre cargar a su hijo y cruzar por delante de los autos como si fuese lo normal, incluso frunció el ceño cuando un auto se detuvo demasiado cerca de su pierna.

-Eso es, maldita loca, mata a tu hijo.

El auto por delante de mi avanzó un par de metros antes de detenerse de nuevo.

Comprobé la hora.

Todavía a tiempo, todavía a tiempo. Tomaría la próxima salida e iría todo por entre las pequeñas y rotas calles, estaba bastante segura que incluso así llegaría antes.

Si me bajara y caminara también llegaría antes, a este ritmo.

Mi estómago dio un vuelco y no estaba segura si necesitaba un baño para hacer mis necesidades fisionómicas de urgencia o para vomitar.

Miré hacia mi regazo. Mis pantalones vaqueros parecían una mejor opción para visitar a un par de chicos temerosos que mis distantes pantalones de vestir, lo que normalmente uso. Incluso cambie mis zapatos de tacón por unas sandalias bajas. Mis típicas camisas que me ofrecían ese aire intimidante y superior que me gustaban fueron remplazadas por un remera amarilla suave con unas flores dibujadas en la esquina derecha, mi mamá me ayudó a elegirla, ella dijo que el amarrillo era el color más optimista.

Necesitaba optimismo hoy, necesitaba parecer de confianza.

I'm all out of faith, this is how i feel. El estribillo de la canción Torn de Natalie Imbruglia inundó mi auto. Fue bastante irónico, en realidad.

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