Capítulo 13

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Han pasado 10 meses. 

Nico ya es por lejos mayor de edad, me gusta pensar en él como un adulto. Eso hace que mi consciencia no entre en crisis. El sexo también suele ser de ayuda. No pienso en él como en un niño cuando estamos juntos.

Pero pienso en él como un niño cuando voy a casa de mis padres.

Pienso en él como un niño cuando hablo de él con mis amigas.

Pienso en él como un niño cuando sus compañeros de trabajo vienen de visita.

Pienso en él como un niño cuando sale de fiesta algún fin de semana.

Es cierto, ninguna de estas cosas ocurre muy a menudo, sin embargo, allí están. Suceden. Me da asco como me convertí en esto, ¿una mujer de casi treinta años acostándose con su hijo adoptivo? ¿Cuándo me convertí en esto? ¿En que momento permití que todo se me fuese de las manos de esta forma?

Tomo una pequeña respiración tranquilizadora y estiro mi mano al frasco de pastillas que mantengo en el primer cajón de mi escritorio en la oficina. Tengo que admitir, que estas pequeñas pastillas ya se sienten como caramelos, en el último tiempo no he hecho más que aumentar mi dosis más y más, al punto que mi psiquiatra amenazó con ingresarme si seguía pidiéndole recetas tan a menudo. He intentado reducir la dosis desde entonces, pero algunos días son más difíciles que otros.

Nico no lo sabe. Si supiera como de nerviosa estoy a diario... bien, no lo sé, no sé si pararía de tener sexo conmigo, o si intentaría dejarme, pero en definitiva, intentaría ayudarme de alguna forma y estaría todo tenso a mi alrededor, no quiero eso.

-Sarah, ¿tienes lista la documentación de tu caso? - Me consulta Cassi, mi secretaria, que asoma la cabeza desde la puerta.

-Justo aquí. - Digo extendiendo una carpeta, ella entra a la oficina y la toma. - Necesito que se entreguen a más tardar mañana, y hazle una copia para dejar en la carpeta, ¿de acuerdo?

-Bien, lo haré hoy antes de irme. 

-Perfecto.

Ella sale en silencio, aunque use tacones, no tiene la fea costumbre de hacerlos sonar, es como si volara, en parte por eso la contraté. Eso, y porque mi antiguo secretario me dijo que no. Lo extraño, era un poco nervioso pero muy eficiente y leal, pero él se casó con su novio de toda la vida y se trasladaron, estaba feliz por él cuando me enteré, no estaba muy feliz por mi por no tenerlo.

Tomo mi teléfono y reviso la hora. Casi las seis, hora de irse a casa. Cuando estoy devolviéndolo a mi cartera, empieza a vibrar en mi mano, en la pantalla esta el nombre de Nico.

-Hola. - Lo saludo.

-Hola, Sarah, ¿ya estas de camino a casa?

-Casi, ¿tú? - Sostengo el teléfono con el hombro y continuo tirando cosas en mi bolso, mi botella, mi cargador, mi ipod. 

-Nah, tendré que quedarme un par de horas más  de lo previsto, el restaurante es un caos, es el día libre de Joah y Miriam esta en casa con su hijo que enfermó.

-Uh, lamento escuchar eso. - Tomo el teléfono y lo cambio de lado.

-Sí, lo siento, prometí que cocinaría la cena par ti hoy, pero con esto...

-No te preocupes.- Respondo mientras intento controlar el teléfono, cargar mi cartera en mi hombro y levantar la pila de documentos que tengo que llevarme a casa.  - Pasaré por el supermercado y compraré algo. 

-Bien, genial, realmente lo siento.

-Esta bien, Nico, es tu trabajo.

Lo escucho suspirar. - Nuestros horarios son una mierda, apenas logro verte en la mañana...  Te extraño.

EdipoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora