Capítulo 1.

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Han pasado tres meses.

Volví a trabajar hace un mes, cuando finalmente me di cuenta que si no empezaba a salir de la cama y vivir, bien podría pegarme un tiro y dejar de ser una molestia para todos.

Supongo que así es la vida, vives o mueres, no hay colores grises. ¿O quizá es solo mi vida así? No lo sé, pero realmente no importa, solo estoy viviendo mi vida, no la de nadie más, y mi vida funciona de esa forma.

Nico se gradúa de la secundaria la próxima semana, y entonces comienzan las vacaciones de verano. Lo cual es genial, porque eso significa que Nico va a estar todo el día en casa. Bueno, espero que eso sea lo que signifique.

Me he vuelto adicta a su presencia, lo admito.

Soy cómo una gran mamá oso sobreprotectora, no quiero perderlo de mi vista, y bien podría llevarlo a la escuela a diario si él no me hubiese dicho que ese era su límite. Sin embargo, no parece molestarlo que lo acose en casa, y siempre contesta mis llamadas telefónicas al segundo timbre, lo cual es un alivio. Tengo esta necesidad imperiosa de saber que está bien. No es sano, me imagino que eso es lo que diría un psicólogo, pero no me importa, y de momento, no siento cómo que a él realmente le importe, tampoco. Es más, justamente ahora lo estoy llamando.

-Hola, Sarah. – Su voz es suave, no irritada cómo yo estaría si mi madre me llamara cinco veces al día.

-Hola, Nico, ¿estás de camino a casa ya?

-Sí, voy a pasar a comprar algunas cosas de camino, ya no hay shampoo y necesitamos algo para la cena.

Mi nerviosismo se activa inmediatamente. Lo quiero en casa lo antes posible, seguro y con la puerta cerrada.

-Solo serán diez minutos. – Me dice, leyendo mi mente, se ha vuelto muy bueno en eso. – Estaré en casa antes de que llegues, lo prometo.

-¿No quieres que yo pase a hacer las compras? No me molesta. – Intento.

-Sarah. – Me regaña suavemente, puedo decir que ahora mismo tiene esa sonrisa tranquilizadora que me da cuando estoy empezando a enloquecer.

-De acuerdo, de acuerdo. Compra algo de café, también, ya casi no queda. ¿Tienes dinero suficiente? – Casi quiero que me diga que no.

-Sí, Sarah, el dinero que me das cada semana es suficiente como para mudarme. – Bromea, pero no me rio.

-Te veré en un rato. – Nos despedimos y yo junto todos los papeles en la oficina, apilando los documento que ya revisé de los que no y cierro mi puerta con llave.

-Dra. Stone. – Me llama una voz a mi derecha cuando estoy a un paso de llegar a los ascensores. Me giro para toparme con la Dra. Thomson, ella es bajita y rubia, es algo linda, pero más al estilo que cosita risueña que al estilo sexy. Sin embargo, es muy buena en su trabajo, una completa perra, totalmente mi tipo de compañera, nadie lo diría por su apariencia y esa sonrisa amigable que siempre lleva. - ¿Es un buen momento para hablar de nuestro caso?

Nuestra jefa nos puso en un caso especialmente difícil juntas, porque al parecer no creyó que ninguna de nosotras fuese lo suficientemente buena, eso, o no quería arriesgarse a quedar como una idiota si perdíamos y quería cubrir su culo. No me molesta... del todo, al menos Thomson es una compañera decente.

-¿Qué tal mañana? ¿A las dos?

Ella sonríe aún más (sus mejillas deben estar matándola) y asiente.

-Genial por mí. Tenga una buena noche, doctora.

-Igualmente.

Suelto un suspiro contenido cuando las puertas del ascensor se cierran y estoy sola dentro. Me alegro que no haya insistido en revisar el caso ahora, de momento solo quiero ir a casa y preparar la cena junto a Nico.

EdipoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora