Capítulo -4

1.4K 94 7
                                    

Nico no me habla. Sam no deja de hablar.

Ya hace un mes que mis chicos están aquí y me siento como un completo desastre como madre. Cada vez que creo que lo estamos logrando, algo sucede. Olvido la reunión de padres en la escuela de Sam, o la cena se quema, u olvido comprar suficientes aperitivos para que Nico coma algo rápido antes de ir a la escuela por la mañana. No sé cómo es que las otras madres lo hacen ver todo tan sencillo.

Y con ese pensamiento, usualmente termino llamando a mi mamá.

-No sé porque no puedo hacer las cosas bien. – lloro al teléfono. - Es decir, ¿recuerdo que tengo una audiencia en la corte pero no recuerdo la reunión de padres de mi hijo? Soy un desastre.

-No, Sarah. – Me consuela con voz suave. Una voz de mamá. Una voz que de seguro tampoco sé hacer bien. – Es todo difícil al principio, te lo aseguro, yo ni siquiera sabía realmente lo que estaba haciendo cuando naciste. ¡Y tú lo tienes doblemente difícil! Tienes a dos chicos grandes contigo, claramente no es tarea fácil.

Asiento con mi cabeza aunque ella no pueda verme y sorbo por mi nariz. Asqueroso pero necesario.

-De acuerdo. Bien. Quizá tengas razón.

Ella suelta una risita.

-Estoy bastante segura de que la tengo. – Hay una pausa antes de que agregue. – Tu trabajo tampoco te lo está poniendo fácil...

Me quejo de forma automática. – Mamá...

-No estoy atacándote, eres una adulta ahora, sabes lo que haces, pero aceptar esa propuesta va a complicar más tu vida, lo sabes.

¿Lo sabía? Sí, quizá. Pero ser fiscal era mi sueño, y realmente no quería dejarlo correr. Aunque muchos dirían lo contrario, tengo una conciencia. Lo sé, ¿Qué locura, no? Una abogada con conciencia. Pero la tengo, y dormir por las noches se está haciendo proporcionalmente más difícil en la medida en que dejo a cada vez más criminales sueltos.

-No es una opción, mamá.

La oigo suspirar y aprieto un poco más fuerte el teléfono, siempre me produce incomodidad la desaprobación de las personas, en especial la de mis padres.

-Es tu vida, cariño, solo tienes que tratar de que no te ahogues mientras vives, ¿de acuerdo? A parte de ello, tu padre quiere saber cuándo traerás a los chicos de visita otra vez, juro que se ha enamorado perdidamente de Sam, ya está hablando de sacar ese telescopio polvoriento del ático para enseñarle las estrellas y esas cosas.

-Y esas cosas... - suspiro. – Tiene que amarlos a los dos, mamá. Tú también.

-¡Tonterías! Ambos los amamos a los dos. Nico es solo... más difícil de integrar.

-Te lo dije, mamá. Él cree que en cuanto cumpla dieciocho le daré una patada fuera de nuestras vidas y de la de Sam. Lo último que necesita es ver como todos están muertos de amor por Sam mientras él está en un rincón.

-¿Así que simplemente debería ignorar a Sam hasta que Nico este bien con nosotros? – Dice con su tono de voz molesto.

-No. Eso no es lo que yo... - Gruño frustrada. – No estoy segura de lo que deberíamos hacer, solo... intento ser una buena madre por aquí, dame un respiro.

-Está bien, Sarah, trae a los chicos cuando gustes y yo me encargaré de hablar con tu padre. Pero recuerda que solo porque Sam no tenga problemas de adaptación, no significa que debería tener menos atención. Él también es un niño adoptado.

No sé porque me resulta siempre tan molesto cuando alguien usa la palabra "adoptado" para referirse a mis chicos. Es cierto, son adoptados, pero... ¿Qué soy yo, al final del día? ¿Solo una mamá de remplazo? ¿Soy el segundo plato porque la original ya no está?

EdipoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora