Capítulo -2

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Esta vez iba a matarlo.

Sé que una madre debe ser comprensiva, sé que se supone que los hijos adolescentes sean difíciles por definición, sé que a mi mamá le saqué canas verdes en mi adolescencia, y sé que Nicolás está muerto, porque me pienso asegurar de eso.

Tomé una respiración muy, muy profunda.

Hace dos semanas Nico cumplió sus 18 años, tuve mucho cuidado de no cambiar mi actitud hacia él en lo más mínimo. Podía sentir como esperaba que lo echase de casa en cualquier momento, por ello, me abstuve de hacer cualquier comentario en que cupiese la remota posibilidad de que me mal interpretase.

Y ahora de alguna forma él estaba en la cárcel.

EN LA CARCEL.

¡¿Cómo demonios esto había pasado?! ¡¿Qué mierda había hecho ese pequeño idiota?!

Apreté el volante tan duro que mis nudillos se volvieron blancos.

Cuando recibí la llamada de Max hace una hora, creí que estaba soñando, y soñar con mi asistente llamándome a las 2 de la madrugada era perturbador. Estuve a punto de colgar hasta que Max me dijo que se trataba de Nico.

-Max, no entiendo... nada. Nico está dormido en su habitación.

-No, no. Sarah, Nicolás me acaba de llamar para que lo ayudase, me dijo que lo habían detenido en la estación de policías número veinte.

Tiré las sabanas y frazadas que aun cubrían mis piernas y me dirigí a la habitación de Nicolás, porque no podía creer que lo que Max me decía era cierto. Pero efectivamente él no mentía, el único mentiroso era mi hijo rebelde con ansias de prisión.

-¿Por qué no me llamó a mi directamente? – Pregunté, sin recordar que aún tenía el teléfono contra mi oreja.

-Él dijo que no quería que te enteraras pero no tenía a nadie más a quien recurrir que no fuese yo, no estoy seguro de como obtuvo mi teléfono siquiera.

-Yo se lo di, para emergencias, por si algún día estaba en la corte y no podía atender, así tú me lo comunicarías. – Suspiré. – Te pido un millón de disculpas por la molestia, nunca pensé que algo así sucedería.

-No hay problema, Sarah. Pensé incluso en ir yo mismo a buscarlo, no debe ser un caso muy difícil, imagino que fue su primer delito, pero supuse que deberías saberlo.

-Hiciste bien, Max. –Dije mientras sostenía el móvil con mi hombro y metía mis piernas en unos pantalones. – ¿Te dijo porque lo arrestaron?

-Al parecer solo estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. Fue a una fiesta algo agitada y detuvieron a la mayoría de los chicos.

-Es mayor de edad hace menos de un mes y ya está detenido. Voy a matarlo. – Terminé de ponerme los zapatos y dejé una camisa blanca sobre la cama. – Muchas gracias otra vez por llamar, Max. Tengo que dejarte.

-Muy bien, Sarah, que tengas suerte.

Corté y empecé a marcar el teléfono de mi madre. Suerte iba a necesitar Nico cuando lo tuviese cerca.

Y ahora, luego de esperar a que mi madre llegase a casa para que se quedase con Sami, y después de llamar a la seccional de policías para avisar que su "abogada" estaba de camino, me subí al auto hecha igualmente una furia. Nada podría tranquilizarme ahora mismo.

Esto era una locura, estoy a diez minutos de convertirme en fiscal y tengo que despedir mi carrera sacando de la cárcel a un último delincuente que resulta ser mi propio hijo.

EdipoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora