Capítulo 2.

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Por más que mi cuerpo quería hacer algo, no podía. 

Estaba petrificado. 

Cerré mis ojos, mientras Ryan, seguía tratando de sacarme de ese muro, para poder ayudar a los demás. 

Pero, en mi mente, solo pasaban imágenes de aquella hermosa dama llamada Helena.

Sus hermosos ojos azules y cabello rizado  achocolatado, me hacían desearla cada día más. 

Aunque ella no era muy alta, era como la niña a la cual yo tenía que cuidar día a día para que estuviera a salvo. 

Ryan me abofeteo, para que saliera de mi mente por un momento y me concentrará en el presente. 

Él, estaba bastante enojado conmigo, pues, yo tenía que estar concentrado en la guerra y no en otra cosa. 

Decidí olvidarme de todo por un momento y enfrentarme a la realidad que me acorralaba cada vez más. 

Salí con Ryan del muro y corrimos de nuevo hacía nuestro destruido campamento. 

Esa horrible escena, no la olvidare jamás, amigos y compañeros, muertos por todas partes de horribles maneras. 

Traté de no prestarle atención para ir con los sobrevivientes que seguían peleando por sus vidas. 

Ryan y yo ayudamos con todo lo que pudimos.

 Algunos estaban bastante mal, por toda la guerra. 

El curandero, llamado Kalevi, esta empezando a estresarse, trataba de hacer lo mejor que podía para mantener vivos a la mayoría, pero,  no había todo lo que se necesitaba para sanar a todos.

Para mi, el trabajo de Kalevi era de los más importantes, esa situación, era más importante que la del mismo capitán. Tener en manos entre la vida o la muerte de muchos individuos, y con solo cometer una equivocación, en vez de perder a un soldado perder a muchos más. 

Eso para mí, era muy duro. 

Nuestro capitán, Volker, el alemán que creía ser más rudo que cualquier hombre sobre la faz de la Tierra, solo por tener enormes cicatrices en el pecho, cerca de las zonas vitales y su espalda.

Mandaba por todo el lugar, sin ninguna mancha de suciedad en su traje, siempre impecable, con esa mirada fija para derrotar al enemigo, la rabia corría por su sangre, las venas de su cuello tratando de transportar la sangre hirviendo a su cerebro era visibles a larga distancia, los rugidos de león que el daba para demostrar que el mandaba y que no había que tener miedo, si no, sacar esa adrenalina para no ser derrotados en ese campo de batalla donde solo se podía oler a muerte y miedo.  

Sin duda alguien admirable, que sabía como derrotar con facilidad, con estrategias muy buenas, pero a veces, no salían del todo bien, y perdía muchos hombres bajo su mando. 

Y aunque muchos pensábamos que no le importaba perder hombres, al poco tiempo nos dimos cuenta de todo lo contrarío, sin duda el nos consideraba importantes en su vida. 

Por estar  cegado con otras cosas que no eran importantes en ese momento y no estar concentrado en lo que en realidad era importante.

Una bala atravesó mi brazo, pero, no podía gritar, no podía soltar mi arma, pues, si lo hacía, lo más probable era que otra bala me matara. 

Contuve el dolor dentro de mi, sin dejar escapar si quiera un suspiro. 

Apreté mis labios lo más que pude, hasta sentir que estos sangraran de la presión que estaba ejerciendo en ellos, entonces empecé a actuar, como es debido en una guerra. 

Secretos de GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora