Capítulo 3

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La lluvia caía como si el gran diluvio fuera a repetirse. 

Subí con el niño en brazos a el piso más alto de el edifico, pues el primer piso se estaba empezando a inundar. 

El chico temblando, me hizo entender de que el frío y la humedad le calaban los huesos y lo estaban enfermando. 

Estaba empezando a estresar con cada gota de caía de estas grietas del techo, cayendo en el suelo. 

No podía dormir, era imposible. 

Quería sacar de mi mochila, un pedazo de tela para hacer un torniquete en mi hombro, y el único pedazo que encontré fue de color verde botella, muy suave. 

Al sacarlo y ponerlo en mi manos,unas frágiles gotas, resbalaron por mis mejillas lentamente, la vista se me empañaba, mis labios inconscientemente se presionaron y eran lentamente absorbidos por mi boca. 

Cerré los ojos lo más fuerte que pude, apretando a la vez ese pedazo de tela, que en realidad era una bufanda. 

Aun que solo representaba para muchos una tela que te cubre del frío, para mi era una forma de recordar lo que estaba lejos de mi. 

Mientras abrazaba esta tela, escuché que algo calló, como una placa de metal. 

Abrí mis ojos lentamente . Frente a mi, estaba esa vieja pintura al óleo de un paisaje muy hermoso; el sol es esa pintura, se veía tan cálido,que me hacía recordar mi viejo hogar. 

Desvié la mirada al suelo, para ver que era o que había caído. 

Un pequeño collar de plata, con un dije en forma de círculo, había sido la causa de aquel sonido. 

Lo tomé con mis sucias manos, y lo lleve hasta a mi. 

Estaba tan frío como un cadáver, y al mismo tiempo frágil.

Lo mire unos treinta segundos, tratando de adivinar de quien era ese collar tan precioso. 

Cuando mire el círculo me di cuenta que en realidad era un guardapelo, con una piedra azul turquesa pequeña incrustada, con muchos garabatos al rededor. 

La textura era bastante fina, así que abrí el guardapelo, lentamente  tratando de no romperlo, pero éste estaba demasiado duro. 

Hice otro intento más brusco para abrirlo, hasta que una pequeña nota salió de el, cayendo en mis piernas. 

Tomé con mi otra mano la nota y la guarde en ella; mientras tanto yo abría completamente el guardapelo. 

Una fotografía de una mujer, de las mas hermosas que había visto en mi vida, se reflejaba en mis ojos llorosos cristalinos; fue un momento en el cual, yo sentí la calidez de que ella dama estaba conmigo. 

Era mi amada Helena. 

No se cuando fue que ella envolvió en la bufanda ese pequeño guardapelo, pero sin duda fue cuando yo no la estaba mirando. 

En mi rostro se dibujo una leve sonrisa con mis labios secos, y las lagrimas aun caían. 

Trague saliva y abrí la mano donde tenía la pequeña dedicatoria. 

Comencé a desdoblar la pequeña carta con perfume de rosas, mientras que sacaba otro leve suspiro. 

Leí detenidamente cada palabra, que esta dulce persona había escrito para mi; nunca me había detenido tanto tiempo en leer un pequeño pensamiento de una persona. 

Secretos de GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora