Capítulo 30

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Pasense por mi obra "Dulce Venganza" ah

Narra Cassie
Respiré hondo y me puse mis zapatos plateados mientras que Cece hacía una perfecta trenza con mi pelo.
Mis pensamientos me abrumaban. Acababa de ver a mi madre haría no más de nueve horas y saber que ella estaba cerca me hacía sentir melancólica. Como Kyle me había explicado, aquí en Vancouver mi edad era la de una menor pero sin embargo en mi país natal yo era ya, oficialmente, mayor de edad y ella no ejercía derecho alguno sobre mi.
Esta noche la exposición de mi trabajo abriría sus puertas por fin y una mezcla de nervios y emoción recorrían mi estómago.
-Hecho.- Susurró mi amiga sobre mi hombro.
Nos volteamos hacia la cama y cogimos nuestros anillos de la amistad, estaban muy desgastados puesto que tenían ya varios años pero nunca podían faltar.
La pelirroja se veía extremadamente hermosa y yo lucía tan sencilla que pareciera que fuera ella quien expondría en vez de mi.
-Cariños de mi vida.- Oímos una voz a nuestras espaldas y nos giramos para observar a mi hermano.
-¿Nerviosa?- Se dirigió a mi, agarrando mis manos con una pequeña sonrisa en su rostro.
-No.- Hablé rápidamente y conteniendo la respiración. Claramente mintiendo para después abrazarle con fuerza.
-¡Malia is here!- Vociferó la morena apareciendo por las escaleras. ¿Esto era una especie de feria o una guerra por quien me mataba del susto primero?
-Josh también is here.- Dijo él levantando las manos en señal de paz. Observé su cabello, por primera vez libre de gorros y mi ceño se frunció como si tuviera vida propia. Esto era sumamente extraño.
-Lia.- Llamé la atención de la chica. -Acompañame por favor.- La chica se excusó con su novio y me siguió hasta llegar a la planta baja.
-¿Qué pasa, Cass?- Me miró interrogante.
-Malia, conozco a Josh desde hace muchos años y cariño, odia estar sin sus beanies.- Le expliqué y ella hizo un mohín sin entender nada. -No lo lleva esta noche porque no quiere avergonzarte. Dios realmente le importas.- Negué con la cabeza algo exhausta. La chica juntó sus cejas y su expresión se cambió a una mueca triste.
Todos estaban tan emocionados y yo seguía sintiendo una gran confusión en la cabeza. Era un gran remolino de emociones cada cual más intensa que la otra.
Tomé la cartera plateada que me habían regalado algunos días atrás y salí de allí. Tan sólo vociferando que me iba.
Necesitaba caminar y sentirme libre.
-Evans, espera.- La voz de Grant me sobresaltó. -Vamos, te acompaño.- Metió las manos en los bolsillos de sus vaqueros.
-La exposición será un éxito.- Me sonrió y observé la preciosa chaqueta Americana color caqui que estaba llevando.
Sonreí. Él ya tenía planeado venir conmigo.
El camino se pasó despacio y en un sepulcral pero nada incómodo silencio. Ambos necesitábamos pensar.
Muchos recuerdos se agolpaban en mi cabeza, ahogando ésta en miles de pensamientos.
Al llegar al precioso lugar había un cartel gigantesco en el que mi nombre relucía por encima de todo lo demás.
Muchas fotografías adornaban el lugar. Los pies de foto eran cortos pero interesantes. Todos escritos por mi misma. La gente se acercaba para felicitarme y cuchicheaban sobre mi con miradas poco discretas. La noche literalmente voló.

Don't Let Me Go.- Grant Gustin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora