Capítulo 3

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ABIGAIL
Me desperté de la misma manera que la noche anterior. Había sido una noche insuperable. Al llegar quise hablar primero con ella, no sé si la noche anterior le había dejado bien claro que no quería una relación por lo que se lo volví a repetir. Le dije que nos podíamos ver esporádicamente mientras que nuestra relación se redujese a sexo o, como mucho, a amistad. Ella aceptó y pasamos directamente a la ducha. Mientras acariciaba sus pechos con una esponja espumosa me contó que era bisexual y que estaba perdidamente enamorada de un compañero de trabajo. Nunca se atrevió a decirle nada, no sé por qué, si esta tremenda, me dijo  que ya estaba todo perdido porque se había prometido ese año con una chica con la que apenas llevaba un año. Por eso ella solo quería disfrutar con alguien sin compromisos y me dijo que estaba encantada de que fuese yo ya que le parecía muy simpática y muy buena en la cama, juro que eso lo dijo ella. A mi también me había caído genial, por lo que veía muy probable que esto acabara en una amistad aunque con un poco de sexo de vez en cuando.
La semana pasó sin más novedades. Quedé con ella un par de veces más, no solo para practicar sexo sino para ir de compras o para tomarnos algo. En el trabajo todo fue relativamente bien. Creía que la presencia de Alejandra iba a trastocar mi concentración como lo hizo el primer día, pero opté por ignorarla, cosa que era bastante fácil, una sola persona se pierde dentro de una clase abarrotada. De los cuatro días que daba clase (libraba los miércoles) solo la veía dos días durante dos horas y si la veía.
El domingo lo pasé en casa, limpié e hice la colada y por la tarde entré a la segunda habitación de mi piso, aquella habitación donde pasaba largas horas cuando tenía tiempo para mi, aquella habitación que usaba para mis vicios mas ocultos…no, no es lo que vosotras pensáis, no es nada parecido a 50 sombras ni nada por el estilo, era mi habitación de videojuegos. Mi padre trabajaba en una empresa tecnológica que se especializaba en videojuegos y en consolas, y él siempre me traía los juegos y consolas más modernas, lo último de lo último. A mi me encantaban, era la única manera de evadirme de la realidad, y ese hobby lo he mantenido hasta ahora. Tengo todas las consolas modernas que hay, aparte de todas las antiguas que tenia en casa, las tenía en un estantería que se encontraba debajo de una gran tele de plasma de 47 pulgadas y enfrente de esta un sofá y una mesita de café. En las otras paredes tenía estanterías con todos los videojuegos ordenados según su terminal y posters de mis videojuegos preferidos. Estuve toda la tarde hasta que me cansé, me preparé la cena y cené mientras veía la tele en salón.


ALEJANDRA
Mi primera semana fue un poquito dura, tenía que acostumbrarme a madrugar para ir a clase y nada mas terminar irme a trabajar hasta que terminaba la jornada. Lo único bueno del trabajo era que libraba los fines de semana incluyendo el viernes. Lo podía usar para estudiar y estar con mi familia. En mi antiguo trabajo trabajaba por las mañanas y podía pasar las tardes con mi madre y con Víctor, lo echaba tanto de menos…lo veía unos minutos al desayunar y cuando llegaba ya estaba dormido, solo esperaba que mi nueva vida no afectara a nuestra relación…
Ya habíamos terminado las clases de Abi de esa mañana. La verdad es que explicaba muy bien, estábamos terminado el segundo tema y cada clase me impresionaba la facilidad con la que explicaba las cosas. El jueves, Carolina me pidió que la acompañara a una tutoría, yo no quería ir, sería un contacto demasiado directo con ella y demasiado arriesgado ya que podía tener la suerte de que ella aún no se hubiese dado cuenta de mi existencia. Después de mucho insistirme, accedí. Al llegar, Carolina tocó y yo lo único que hice fue respirar muy hondo. Nos indicaron que entrásemos y al hacerlo el único que estaba era Antonio.
Era el chico que iba con Abi el día de la presentación. Nos dijo que la profesora no estaba, pero que nos sentáramos en las sillas que había en la mesa central, él se sentó en el gran sillón de despacho. Carolina sacó sus apuntes y comenzó a preguntarle dudas y mientras ella le indicaba en qué ejercicio tenía la duda pude notar como él no paraba de mirarme y mi corazón cada vez latía mas fuerte, solo apartó su mirada de la mía cuando Carolina terminó de hablar.

Después de ese día las miradas eran continuas y las sonrisas, dios ese chico tiene una sonrisa arrebatadora, no cómo su jefa…siempre con esa media sonrisa…ella me ignoraba descaradamente, ya había notado que ella sabía que estaba en clase aunque hacía como si no existiese…aunque me daba igual, lo único que me interesaba era cómo me miraba ese chico. Un lunes estaba en la cafetería con Carolina antes de ir a clase cuando él pasó por nuestro lado.
—Está tan bueno- dijo Carolina mirándole el culo- no para de mirarte, ¿por qué no le dices nada?
Cuando le iba a responder mi compañera abrió los ojos de par en par y segundos después escuché su voz.
—Hola Alejandra- tenía esa perfecta sonrisa…
— Ho..Ho…Hola- conseguí decir.
— ¿Me puedo sentar?- Antes de que le contestara Carolina ya se había levantado como un resorte.
—Sí, siéntate aquí Antonio, yo ya me iba para clase, ahora nos vemos- Antonio se sentó frente a mi y Carolina se fue, no sin antes hacerme un par de gestos de victoria que me hicieron ponerme mas nerviosa aún.
—¿Qué tal?
—Bien, un poco preocupada con el parcial de la semana que viene.
—No te preocupes, lo harás genial.- Hablamos un rato mas del examen, me dio un pequeño chivatazo de lo que Abi pondría en el examen y, después de eso, me dijo algo que aceleró a mil mi corazón.
—Oye…me gustaría saber si querrías ir a tomarte algo conmigo.
—Me encantaría- dije sin dejarlo apenas terminar, me puse roja como un tomate, Ale, ¿puedes intentar parecer menos desesperada? Él se rió de manera tierna, es encantador.
—¿El viernes a las… nueve?- le asentí sonriéndole- genial, iremos a cenar.
—Perfecto- miré la hora en mi reloj de muñeca y llegaba a la clase de Abi mas de diez minutos tarde- oh mierda, llego tarde- me despedí de él y salí corriendo hacía la clase.



ABIGAIL
Estaba esperando exasperada a Antoñito en el despacho. La semana pasada José, mi jefe, me contó que el rector le había comentado que su hijo aún no había practicado en clase, que se pasaba todos los días en mi despacho estudiando o con el papeleo. José sabía que los becarios no daban clase hasta la mitad de la asignatura, pero como teníamos que tener al rector contento le tuve que decir a Antonio que se prepara la clase de ese día con una semana se antelación. Así que ahí estaba yo, esperando al estúpido niño mimado que ya me había retrasado más de un cuarto de hora.
—Esto es ridículo- dije indignada- hasta ahora nunca he llegado tarde a ninguna clase…Silvia, ¿serías capaz de dar la clase tú?
—Sí, por supuesto- dijo con aplomo. Era la primera en llegar y la última en irse, una muchacha muy trabajadora, ya tenía muy claro que si uno de los dos tenía que conseguir un puesto como profesor en esa facultad o una beca seria ella, aunque me costase el odio del rector, yo no me iba a doblegar por mucho poder que ese hombre tuviese.
Cuando estábamos abriendo la puerta del despacho para salir nos encontramos a Antonio.
—¡Suárez! ¿Se puede saber dónde estabas? Te ofrezco dar una clase y tú llegas casi veinte minutos tarde. Es una gran falta de respeto, no te mereces dar la clase de hoy, Silvia la dará por ti.
—¿Qué? ¡No! Llevo toda la semana preparándome para esto, me lo merezco, he llegado tarde porque he estado en un atasco mas de cuarenta minutos, yo no tengo la culpa- casi le faltaba gritarme. Respiré hondo para no perder la compostura, empezar a gritarle y decirle de todo.
—Vas a dar la primera clase, la segunda la dará Silvia, tómatelo como un regalo, porque no te lo mereces.
Comencé a andar rápidamente, Silvia detrás de mí y, poco después, nos siguió él a regañadientes. Al llegar lo único que le pregunté fue que si quería mis diapositivas o había preparado algo, él me dijo que no, que con las mías se apañaría, que irresponsable. Silvia y yo nos sentamos al fondo y él explicó que daría hoy esa clase y comenzó con la lección. Para mi gusto y para haber tenido una semana para preparárselo fue…desastroso. Se dedicó a leer mis diapositivas, no desarrolló ninguna de las formulas para que los alumnos las comprendiesen y no se preocupaba si los alumnos se enteraban, la mayoría ni siquiera lo estaban atendiendo, los veía perfectamente con los móviles. Es normal si a mi me hubiesen dado una clase así hubiese estado haciendo dibujos en la libreta las dos horas. Miré a Silvia y tenía el ceño fruncido, parecía que ella también veía que no lo estaba haciendo bien. No le dije ninguno de estos fallos, quería ver lo que ella hacía sin ninguna ayuda, yo confiaba en ella mucho mas que en él. Una hora después ya había acabado, había tardado casi la mitad de lo que debería haber tardado y ni siquiera le preguntó a los chicos si tenían alguna duda.
—Bien Antonio- dije subiéndome a la tarima y quitando las diapositivas- Si alguien tiene alguna duda ya sabéis mi horario de tutorías. Hoy tengo una hora y media libre después de comer, ya sabéis que podéis ir para cualquier cosa. Nos vemos mañana- y sin mas salí de la clase seguida por mis dos becarios- tenemos casi una hora así que nos iremos a por un café, lo necesito.
—¿No me vas a decir lo bien que lo he hecho?- me dijo de manera chulesca, parece  un crío.
—No te puedo decir nada Junior- sabía que odiaba que le dijeran así y cada vez me aguantaba menos no meterme con él. Eran tan idiota- Si quieres estar en igualdad de  condiciones con Silvia no puedo decirte nada.
Llegamos a la cafetería y pedimos unos cafés. Unos minutos después, algunos de los alumnos de la clase de la que acabamos de salir llegaron a la cafetería y pude notar cómo Antoñito no paraba de sonreír y mirar la mesa donde Alejandra estaba sentada. Lo que me faltaba.
—Es hora de subir- me dijo Silvia sacándome de mis pensamientos.
—Pero si aún faltan mas de quince minutos- dijo Antonio apoyado en la barra, sin apartar su mirada de su objetivo.
—Vamos- lo ignoré y comencé a andar.
Llegamos con tiempo de sobra aunque ya había alumnos sentados en las bancas.
—¿Quieres mis diapositivas?-sabía que ella no tenía nada preparado.
—No- sacó de su bolso el libro que le di unas semanas antes, se veía que tenía marcadores y posit- sólo necesito un par de rotuladores.
—Perfecto- salí de la clase y fui a conserjería que estaba en ese mismo pasillo no muy lejos, le pedí a la conserje varios rotuladores azules, rojos y negros y volví a la clase, miré mi reloj, ya era casi la hora. Al entrar vi que la clase ya estaba llena y Silvia estaba en la tarima esperándome con los ojos muy abiertos mirando a los alumnos, pobrecilla, saludé a los alumnos y le di los rotuladores.
—Silvia, relájate, respira hondo, lo vas a hacer genial- ella asintió y respiró hondo, se aclaró la garganta y comenzó.
Yo me senté al lado de Antonio al fondo de la clase. Él la miraba con cara de asco, yo creo que era envidia ya que ella lo estaba haciendo genial y mas sabiendo que ni siquiera se la había preparado la clase. Silvia leía las definiciones del libro pero, a diferencia de Junior, después las explicaba con sus palabras, desarrollaba las fórmulas explicándolas paso a paso y lo más importante, le preguntaba a los chicos si entendían lo que iban haciendo en la pizarra. Al principio se le notaba nerviosa, apenas miraba a los chicos, pero poco a poco se fue soltando, se le notaba que le gustaba dar clase, juraría que si se hubiera preparado la clase con tanta antelación como lo hizo Antonio hubiese dado la clase mejor que muchos de los profesores fijos de la facultad.
Las siguientes clases las di yo y a la hora de tutorías que tenía después de comer se vio claramente quién de los dos había explicado mejor ya que casi la totalidad de los alumnos que vinieron fueron de la primera clase. Al final del día le dije qué habían hecho bien y qué mal y en el caso de Antonio casi todo era malo cosa que hizo que empezara a quejarse de que no lo había hecho tan mal, parecía un niño chico con un berrinche. Dejaría su próxima participación mas adelante, cuando los dos estuviesen más preparados.

Las lecciones del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora