Capítulo 27

11.4K 487 7
                                    

ALEJANDRA
Ya habían pasado dos semanas de la visita de mi suegro. Todo había salido tan bien: Víctor y César habían conectado,  se pasaron el resto del fin de semana jugando e intercambiando risas y carantoñas e incluso mi niño le llamó abuelo. Yo también estuve muy a gusto con ellos, César era un hombre realmente encantador, como su hija, era todo un galán y me trataba con tanto cariño como a Abi y a Daniela. Mi madre hizo buenas migas con todos pero sobretodo con Diana, mi madre decía que, aunque se habían visto apenas tres días, se había ganado una amiga para toda la vida. Yo estaba de lo más feliz con mi familia política, todos mis miedos habían sido mal infundados.
Todo iba de maravilla. La semana después de que mis suegros se marcharan, mi madre y yo comenzamos a buscar casas para así ayudar a mi chica que estaba muy ocupada ayudando a sus becarios. Miramos varias propiedades por Internet y consultamos varias inmobiliarias. Yo había visto varias casas que me habían gustado pero había una de la que me había quedado totalmente enamorada: era una casa unifamiliar que estaba a las afueras en una bonita urbanización. Era una casa de dos plantas, con cuatro dormitorios, dos baños, un gran salón y una cocina magnifica, un sótano equipado con una preciosa chimenea, y lo que mas me gustaba era que la casa tenía un amplio jardín donde mi peque podría jugar con su madre y donde podría refrescarse en verano en la pequeña piscina que había en una esquina. Las fotos me encantaron pero cuando fui con Abi la semana siguiente me quedé totalmente enamorada de ella. Cuando el hombre de la inmobiliaria nos hizo el recorrido por la casa, ya me imaginaba viviendo allí y aumentando la familia, parecía que estaba hecha para nosotras, en cambio, la cara de Abi fue neutral durante toda la visita. Yo me puse bastante nerviosa aunque no podía ser egoísta, yo no podía contribuir tanto a la casa como lo iba a hacer Abi ya que mi madre y yo llegábamos a final de mes bastante justas, así que ella era la que tenía la última palabra.
Cuando terminamos la vista en el jardín, el hombre nos dejó un rato a solas y las dos nos sentamos en unos muebles de jardín raídos que había al lado de la puerta corredera que conectaba la cocina con el patio.Abi me miró a los ojos.
—¿Qué te parece?- Quise decir que era perfecta pero no quería presionarla.
—Está bien…- dije cautelosa- parece acogedora-Ella, sin dejar de mirarme a los ojos sonrió.
—Es preciosa- dejó de mirarme para mirar el fondo del patio- ya me veo a Víctor y a mi bañándonos en la piscina este verano y puede que, dentro de unos años, a otro…pequeñín- sentí una gran calidez recorrer todo mi cuerpo, era lo que quería.
—Yo me he enamorado de ella nada más verla-le dije no creyéndomelo aún, parecía un sueño…
—Entonces no se hable más-me dio un pequeño beso y me abrazó- hablaré con el agente-se levantó y fue a hablar con el agente inmobiliario.
No me lo creía, todo estaba saliendo a pedir de boca. A mi madre y a Víctor también le gustó la casa y todos estábamos encantados. El agente comenzó con el papeleo para solicitar la hipoteca y ya solo quedaba esperar.
Todo iba bien aunque yo veía a Abi un poquito nerviosa y un poco distante pero ella no me decía nada, aunque la verdad es que yo tampoco le preguntaba, creía que era cosa porque ella seguía igual de cariñosa con todos aunque había momentos en los que la podía ver con la mirada perdida muy pensativa.

ABIGAIL
Desde la visita de mi padre todo estaba pasando tan rápido…
En menos de dos semanas ya habíamos encontrado casa y estábamos con los trámites de compra. Yo estaba feliz pero me notaba muy nerviosa… por las noches me costaba dormir y estaba muy preocupada aunque no sabía exactamente porque, cada día iba a más y ya empecé a preguntarme si todo eso sería demasiado para mi, ¿acaso me estaba precipitando? ¿Estaba yendo demasiado rápido? En apenas unos meses mi vida había cambiado tantísimo ¿y  era en ese momento cuando me estaba dando cuenta?…agh ¿qué mierda me estaba pasando? Me di cuenta que Alejandra me notaba extraña y no quería preocuparla y eso me angustiaba mas.
El miércoles de esa semana decidí dormir en casa para intentar poner mi mente en orden con la excusa de que tenía mucho papeleo que hacer y tenía que trasnochar, que en parte era verdad, pero fue peor ya que echaba de menos a Alejandra pero por otro lado mis preocupaciones no se iban y tampoco conseguí conciliar el sueño. El viernes era el gran día de mis becarios así que estuve muy ocupada por lo que el jueves no vi ni a Alejandra ni a Víctor mucho rato. Aunque el día fue agotador decidí salir a correr hasta quedar exhausta para intentar dormir y la verdad es que ayudó un poco.
Estábamos ya a viernes y nada más abrir los ojos ya sabía que iba a ser un día agotador tanto física como emocionalmente. Lo primero que sentí era la sensación de pérdida y soledad, la echaba de menos, la necesitaba, quería su sonrisa al despertar y sus palabras de ánimo. Todas esas preocupaciones parecía que se intensifican sin ella, todo un escalón parecía un abismo sin ella. Estiré los brazos y las piernas, me levanté y comencé a prepararme.
Elegí un conjunto cómodo de traje negro y camisa aunque no abandoné mis tacones negros, me hice un moño sencillo y me puse mis gafas estilo aviador, era un look sencillo, sobrio y un poco masculino pero la verdad es que yo me veía genial. Cogí mi maletín y me fui en coche para la facultad. Nada más llegar a mi despacho, me encontré con mis becarios en sus respectivas mesas.
—Buenos días chicos, ¿preparados para el gran día?-Silvia me sonrió con una sonrisa nerviosa y Antonio ni siquiera me miró, joder, ¡qué ganas tenía de perderlo de vista!
Me senté en mi escritorio recordando el día en que aprobé mi tesis doctoral. Al igual que Silvia, había pasado tres años de mi vida preparándome para ese día pero, a diferencia de ella, yo estuve a punto de no presentarme ante el tribunal ya que el día de antes había fallecido mi abuela Abigail y yo quise echarlo todo por alto. Recuerdo que mi padre me llamó para pedirme que por favor no lo hiciera que mi abuela seguro que hubiese querido que me hubiese presentado y sólo por eso lo hice y, nada más salir del tribunal, con una matrícula cum laude en mi doctorado, me fui directa al funeral de mi abuela para poder darle mi último adiós. No lo recuerdo como un día feliz en absoluto, sólo como un cambio importante en mi vida ya que en septiembre se ese mismo año comencé a trabajar como profesora.

Las lecciones del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora