ALEJANDRA
Desperté lentamente. Cuando mis ojos consiguieron enfocar no conocía el sitio en donde me encontraba pero poco a poco logré recordar. Me encontraba en el hospital. Estaba sola en el sofá pero su olor seguía allí y no pude evitar que una sonrisa se formara en mi rostro ¿Dónde estaba? Y como si me hubiese escuchado abrió la puerta de la habitación.
—Buenos días dormilona- llevaba ropa distinta a la de ayer, más cómoda e informal, una bolsa en una mano y un vaso de café desechable en la otra. Se acercó a Víctor y le dio un beso en la frente y luego se acercó a mi me dio el vaso de café y un beso en la mejilla- he ido a casa a darme una ducha y a cambiarme de ropa y me he acercado a tu casa a por tu madre y a por un poco de ropa para ti, pensé que querrías ducharte aquí.
—Muchas gracias- era encantadora- ¿y mi madre?
—La he dejado hablando con la policía… Parece ser que el hombre que atropelló a Víctor no iba tarde a trabajar, al menos no exactamente. Venía de haber estado de fiesta e iba para su casa para cambiarse y luego irse a trabajar. Le hicieron la prueba de alcoholemia y dio positivo, por lo que se pasará una temporada en la cárcel o al menos haré todo lo que esté en mi mano para que así sea, he hablado con los abogados de mi padre para que se pongan cuanto antes con el caso.
—Muchas gracias, Abi, por todo, no sé como te voy a agradecer todo lo que haces por nosotros.
—Solo con volver a sonreír al renacuajo tengo suficiente- me sonrió. Lo que me faltaba para caer rendida en sus pies… es un verdadero amor, ¿cómo no lo había visto antes? No pude evitar acercarme y darle un beso en la mejilla, beso que alargué todo lo que pude y que, aún así, me supo a muy poco.
Mi madre entró en la habitación, hablamos un poco y aproveché que las dos estaban cuidando de él para darme una ducha y cambiarme de ropa. Mientras me duchaba caí en la cuenta de que era martes y que Abi no había ido a trabajar. Cuando salí le pregunté y en efecto, había pedido unos días libres. Esos gestos desinteresados hacían que Abigail se colara poco a poco en mi corazón y al verla mirar a mi hijo con tanto amor pude notar que yo la miraba a ella de la misma manera. ¿Me había enamorado de ella? No me podía estar pasando eso, yo nunca me había fijado en ninguna mujer, pero la verdad era que llevaba una temporada en la que solo tenía ojos para ella, tenía que aceptarlo aunque ella no sintiera nada por mi nada mas que amistad, dios como duele pensar eso, ¡joder!
Dejé atrás todos esos pensamientos cuando vi que mi pequeño intentaba abrir los ojos. Me acerqué corriendo a él y agarré su mano. Intentaba enfocar su mirada aunque parecía que le costaba mucho y por sus muecas se veía que estaba muy dolorido.
—Hola mi amor- le acaricié su pelo intentando mantener la compostura para no volver a llorar.
—Mami…- mi madre y Abigail se acercaron a la cama- ¿qué ha pasado mami?… me duele todo el cuerpo, ¿dónde estoy?
—Tuviste un accidente camino del museo cariño, un coche te atropelló.
—Hola campeón- le sonrió levemente Abi.
—Hola Abi- le dijo débilmente- Hola abu.
—Hola pequeño- le dijo con la voz quebrada mi madre- ¿qué te duele?
—Todo…
—Voy a avisar al médico de que ya ha despertado- salió Abi de la habitación.
Minutos después volvió con el doctor. Éste revisó a mi pequeño y nos dijo que le administraría unos calmantes para que no sintiera tanto dolor. Nos quedamos los cuatro en la habitación hasta que mi madre se fue. Tenía que ir a trabajar, no podíamos estar las dos de baja así que acordamos que ella trabajaría estos días y que cuando al peque le dieran el alta ella se encargaría de cuidarlo en casa.
ABIGAIL
Pasé casi toda la noche admirando el bello rostro de Alejandra. Se la veía tan tranquila durmiendo. Su hijo tenía una expresión muy parecía y se podían ver todos los rasgos que ambos compartían, había salido claramente a su madre.
Aunque el día había sido muy largo apenas pude dormir, no sabía si era por tener encima mía a Alejandra o por la preocupación que aún tenía por Víctor.
Alrededor de las siete, me levanté, poniendo con mucho cuidado la cabeza de Alejandra en el sofá, le di un pequeño beso en la frente al renacuajo y me dirigí a la salida para ir a casa. Por el camino me encontré al doctor Lara y me paré a hablar un rato con él. Me contó que el pequeño había tenido mucha suerte ya que el coche que conducía el desgraciado que lo atropelló era un coche deportivo y por lo tanto era bastante bajo y el impacto fue a la altura del cuerpo y no en la cabeza que solo se la golpeó al caer al suelo. Si ese hijo de puta hubiese conducido un todo-terreo o un coche más alto estaríamos hablando de una tragedia mayor. Mi cuerpo se tensó, era mejor ni pensarlo. Le pedí por favor que esa información no se la contara a Alejandra y ni mucho menos a Victoria ya que no era necesaria y las pondría peor de lo que estaban. Me fui para casa, me duché, me cambié de ropa, me bebí un café y fui a recoger a Victoria como había quedado con ella el día de antes. Al llegar compré un café para Alejandra y fuimos para la habitación. En la recepción nos esperaban dos policías para contarnos todo lo sucedido. Me llené de rabia, ¡hijo de puta! Dejé a Victoria hablando con el oficial y antes de entrar a la habitación llamé al bufete de abogados que llevaban los asuntos de mi padre. Después de comentarles el caso y acordar en vernos entré a la habitación. La sonrisa que me brindó Alejandra al verme me derritió por completo, era tan preciosa… Le di sus pertenencias y el café y no mucho después de que estuviésemos todas allí el pequeño despertó. Se veía tan triste y dolorido, me partía el corazón verlo así. Llamé al doctor y éste lo revisó y le suministró unos calmantes para el dolor, minutos después el pequeño se volvió a dormir.
Para la hora de comer, Víctor volvió a despertar, seguía dolorido, pero al menos ahora se veía un poco mas animado e intentó alzarse para comer. Alejandra le dio la comida y él comió poco a poco, eso era buena señal. Cuando terminó me senté a su lado.
—Shh- le hice una señal para que no dijera nada mientras sacaba del bolsillo de mi chaqueta un pequeño tarro de helado de chocolate- lo he comprado en la cafetería, cómetelo antes de que venga la enfermera y nos regañe- el sonrió con esa sonrisa que me llenaba el alma.
—Lo consientes demasiado- me sonrió Alejandra.
—No es para tanto, ¿a que no peque?- él negó con la cabeza. Le quité la tapa y comencé a dárselo poco a poco- Se lo merece, es un campeón- nos sonreímos, ¿cómo era posible que una personita tan pequeña me diese tanta felicidad? Aún me lo preguntaba.
Pasé todo el rato con él aunque estuviese dormido, no me quería despegar de él y Alejandra nos miraba sonriente desde el sofá. Hablábamos de los videojuegos, vimos dibujos animados en mi ipad y coqueteábamos con las enfermeras cuando venían a revisarlo aunque él siempre acababa diciendo que su mamá era mas guapa que todas ellas y la verdad es que, aunque no se lo decía, yo le daba la razón al pequeño.
ALEJANDRA
Los días pasaron y mi hijo se recuperó bastante bien. Ya no le dolían apenas las heridas y los moratones poco a poco iban desapareciendo.
Por fin pudimos volver a casa, el pequeño ya estaba cansado de estar allí y aunque le llevamos algunos juguetes y algunos libros no era lo mismo. Mi madre y yo quedamos en que yo no iría por una semana a la facultad para cuidar al peque por la mañana, luego ella lo cuidaría por la tarde para que yo me fuese a trabajar. Hoy era mi primer día de trabajo después de que Víctor saliera del hospital. No hacía ni dos horas que había salido de casa y ya lo echaba de menos pero necesitaba trabajar para poder pagar las facturas de ese mes. La tarde se me hizo especialmente larga. Apenas había clientes. Ya hacía mucho frío para estar en la terraza y la parte de dentro era muy pequeña aunque ese día ni siquiera se llenó. La mitad de la tarde estuve ordenando el almacén y me permitió sumergirme en mis pensamientos. No podía dejar de pensar en Abi, todo el tiempo que estuvo Víctor en el hospital se la pasó a su lado y por las noches dormía conmigo en el pequeño sofá, siempre de la misma manera y siempre me pasaba igual, caía rendida mientras ella me acariciaba el pelo, era tan dulce, no me explicaba como aquella mujer tan cariñosa podía ser tan diferente en su vida amorosa. Por lo que me había contado Esther, se la pasaba de flor en flor y no quería ninguna relación seria, solo quería sexo, ¿quería yo eso? ¡Oh por dios Alejandra! No sé ni como has podido pensar en eso, hace un par de días aceptaste que te gusta, como es posible que te plantes siquiera esa posibilidad… tú necesitas una estabilidad, alguien que te quiera y que quiera estar contigo y con tu hijo y no un par de polvos… Me decía a mi misma aunque sin poder evitar pensar en como sería hacer el amor con ella… deja de pensar en eso o la próxima vez que la veas no la podrás mirarla a la cara, ¡joder! ¡Si ni siquiera sabes lo que es hacer el amor con una mujer! Intenté concentrarme en lo que hacía ya que, en vez de ordenar, estaba desordenándolo todo mas de lo que ya estaba.
Por fin terminé mi trabajo y volví a casa en autobús. Entré al piso y me recibió mi madre con una gran sonrisa.
—Hola mamá- le di dos besos.
—Hola cariño, ¿cómo te ha ido la tarde?
—Un poco pesada, pero bien, ¿cómo esta Víctor?- mi madre sonrió y me hizo señas para que las siguiera. Entramos las dos al salón y me encontré a Víctor dormido abrazado a Abi. Ella al verme me sonrió y yo a ella. Se me caía el alma al suelo cada vez que la veía.
—Hola- me dijo en voz baja.
—Ey- le dije con gran sonrisa
—Vine a pasar la tarde con el peque y en la tercera peli no ha aguantado mas y se ha dormido- lo miró y le acarició la cabeza. Esa estampa me derretía como un helado en pleno verano. Me quería comer a besos a los dos. Pero tenía que intentar que no se me cayese la baba tan descaradamente ya que mi madre me miraba sonriéndome pero con una mirada que no sabía descifrar.
—¿Te quedas a cenar?- Miró su reloj y se sorprendió al ver la hora.
—Oh no me había dado cuenta de la hora que era, me encantaría.
—Voy a seguir preparando la cena- mi madre volvió a la cocina.
—Yo voy a darme una ducha, no tardo nada- fui al baño y me duché lo mas rápido que pude, me puse unos vaqueros y un jersey, en vez de pijama de ositos que normalmente me ponía, me peiné y volví al salón- ya estoy de vuelta-le dije con una amplia sonrisa, ella levantó su mirada de su ipad y me sonrió.
No hablamos mucho, tan solo algunos comentarios del pequeño que aun dormía placidamente y algunas cosas de la facultad. Diez minutos después mi madre nos dijo que pusiéramos la mesa. Ella, con sumo cuidado, dejó la cabeza de Víctor en el sofá y me ayudó a poner la mesa. Era tan agradable su compañía, me imaginaba toda mi vida así, con mi hijo, mi madre y ella, no necesitaba nada más para ser feliz.
Cuando mi madre terminó la cena despertamos al peque y los cuatro nos sentamos a la mesa. Me parecía increíble como había cambiado la situación en tan pocos meses. No hace mucho estábamos sentados de la misma manera y ni siquiera nos mirábamos, y desgraciadamente la velada no acabó muy bien. En cambio ahora estábamos los cuatro hablando animadamente en un ambiente sin tensiones y muy familiar, me podría acostumbrar a esto fácilmente...
—No quiero más mami.
—¿Qué? pero si apenas has comido.
—Es que...-miró a Abi y ella hizo una pequeña mueca de culpa- Abi me trajo golosinas y bolsas de patatas y palomitas y hemos comido mucho.
La miré como si fuera un regaño y ella miró hacia abajo con carita de pena, me la comería a besos...
—Lo consientes demasiado y ahora no tiene hambre, le tenías que haber traído menos.
—Lo siento, es que estaban muy ricas y cuando nos hemos dado cuenta ya nos las habíamos comido todas.
—Es verdad mami- no podía ocultar mi sonrisa, eran tan adorables.
—¿Y no me habéis guardado ni una? Eso si que no os lo perdono- empecé a reírme
—Te dije que le guardaras a tu madre
—Pero tu tampoco has parado de comer y de darme- comenzaron a pelear como críos, era una imagen tan tierna- La culpa es tuya
—No, tuya
—Vamos a hacer una cosa, mañana cuando vengas traes mas- puso una gran sonrisa enseñando sus dientes.
—Que listillo eres- los cuatro nos reímos
La velada transcurrió entre risas y carantoñas a mi pequeño, no quería que acabase aunque por desgracia el tiempo siguió su camino. Después de una sobremesa muy agradable mi madre acostó a Víctor y Abi y yo recogimos los platos y los fregamos mientras hablábamos animadamente. Pasamos de ignorarnos a detestarnos y de eso a ser las ¿mejores amigas? Era un poco extraño pero me encantaba esta relación aunque, la verdad, quería que fuera más que una amistad…
Un rato después ella se fue a casa despidiéndose de mí con un beso en la mejilla, beso que, rememoré una y otra vez hasta que me quedé dormida.
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Las lecciones del destino
RomanceAbigail y Alejandra, dos mujeres con vidas completamente diferentes, se encontrarán después de mucho tiempo...