ABIGAIL
Iba hacia la facultad otro lunes mas solo que, a diferencia de otros días, hoy iba en mi coche nuevo, la verdad es que no había pensado ir a trabajar en el, pero justo hoy se me hizo tarde. Iba con una gran sonrisa, el día anterior había sido genial, me lo pasé en grande y haber solucionado mis problemas con Alejandra había sido la guinda del pastel.
Aparqué y me fui para el despacho. Silvia estaba repasando la clase que daría dos horas después y Antonio...Antonio ni siquiera había venido. Mi buen humor desapareció al instante. El muy payaso tenía que dar la primera clase y aún no estaba aquí. Esto es increíble…
—¿Ha llamado Antonio?
—No, tampoco ha pasado por aquí desde las siete y media, que es cuando he llegado yo- resoplé cabreada.
—Pues son casi las ocho y media, joder, llama a conserjería y que llamen a su casa o a su móvil, no sé, donde sea, pero que den con él- ella me hizo caso enseguida. Habló con uno de los conserjes y le dijeron que en cuanto supieran algo que nos avisaban ya que él ni había venido ni había dado señales en toda la mañana. Yo estaba furiosa. Sus clases eran desastrosas, los chicos venían después de cada clase a preguntar miles de dudas y yo casi que tenía que dar la clase en el despacho, venía tarde y ya para colmo, no venía.
—No dan con él, Abi. Su móvil da apagado y en su casa no contestan.
—Mierda- cogí mi maletín y todo lo necesario para dar la clase- son las ocho y media ya. Voy a dar yo la clase. Puedes venir si quieres- ella asintió, recogió sus cosas y me siguió.
Llegamos a la clase y ya estaban todos los alumnos esperando. Cuando me monté en la tarima, enseguida vi a Alejandra que, al verme, me sonrió y yo a ella. En ese momento todo mi mal humor se desvaneció.
—Bueno chicos, hoy daré la clase yo ya que parece ser que Antonio tiene cagalera y no puede salir del baño- todos los chicos comenzaron a reírse y entre ellos, Alejandra, joder tiene una sonrisa preciosa... ¡Concéntrate! Seguí con la lección aunque había momentos en los que mis ojos no se separaban de la castaña... Abi estás perdida…
Llevaba más de la mitad de la clase cuando un móvil sonó.
—Chicos… ya sabéis que debéis silenciar vuestros teléfonos- dije sin parar de escribir en la pizarra.
—Perdón, profesora- me volví un poco, era el de Alejandra.
Seguí con mi lección. Cuando les hablaba a los chicos no pude evitar darme cuenta de que a Alejandra no paraba de vibrarle el móvil y ella rechazaba la llamada para seguir atendiendo a la clase. Minutos más tarde, estaba explicándoles unas gráficas cuando pude notar, ya que la miraba casi todo el rato, que ella se puso muy nerviosa. Llamó la atención de su compañera y le enseñó el mensaje la cual también cambió su semblante. Su compañera le dijo que se fuera que no pasaba nada que interrumpiera la clase y ella comenzó a recoger sus cosas muy nerviosa y se levantó para irse llamando la atención de sus compañeros. Yo la miré como preguntándole qué es lo que ocurría y ella me miró con cara de absoluto terror y preocupación. Hizo que mi corazón se pusiera a mil por hora. Algo iba mal. Salió de clase corriendo y yo intenté disimular y proseguir con el resto de la clase. Me fue imposible centrarme, estaba muy pero que muy preocupada. Aligeré un poco mis explicaciones y di por terminada la clase. Esperé hasta que la mayoría de los alumnos se habían ido de la clase para acercarme hasta su compañera y preguntarle que ocurría.
—Carolina, puedo hablar contigo un momento- la separé de las demás- ¿qué le ocurría a Alejandra?
—Lo siento mucho si la ha interrumpido, pero es que se tenía que ir- noté preocupación en su voz.
—No pasa nada, Carolina, solo dime qué ha pasado.
—La han llamado varias veces desde un número que no conocía y no lo ha querido coger para no molestar así que le han mandado un mensaje…era la maestra de su hijo, él ha tenido un accidente y está en el hospital- noté como me tambaleaba por unos segundos, el pánico se había adueñado de mi cuerpo. Me agarré al marco de la puerta para no perder el equilibrio y no caer redonda al suelo- ¿se encuentra bien profesora?
—Si, si, no te preocupes- intenté mantener la calma- ¿Sabes que le ha ocurrido y en que hospital está?
—No sé que ha pasado, solo sé que lo estaban trasladando al hospital de San Jorge, el que está en el centro.
—Si, sé cual es, gracias Carolina.
Me acerqué a Silvia que me estaba esperando fuera de la clase mientras sacaba mi móvil.
—Silvia me tengo que ir- marqué el número de Santi y recé porque no estuviese dando clase.
—¿Pasa algo?
—Al hijo de Alejandra le ha pasado algo, está en el hospital y tengo que ir. Te dejo al cargo de la asignatura, hoy darás todas las clases que había programadas, las tuyas y las de Antonio, si tienes algún problema llámame al móvil- me despedí de ella y me fui hacía al coche mientras intentaba contactar con Santi. Gracias a dios la segunda llamada fue atendida. Le expliqué lo poco que sabía y le pedí que ayudara a Silvia en todo lo que necesitara ya que estaba sola. Colgué y me fui lo más rápido que pude hacia el hospital.
Al llegar, aparqué el coche en el parking del hospital y me fui directa a una de las recepciones para preguntar por él. Me indicaron que acababa de llegar, que no las habían informado de qué había pasado y que sus familiares estaban esperando en la segunda planta. Estaba aterrorizada, no podía imaginar que le había ocurrido algo malo a mi pequeño porque, sí, a estas alturas el peque se había alojado en lo más profundo de mi corazón y alejarme de él sería para mí como si me arrancaran el corazón y lo rompieran en mil pedazos. Sentía que me moría si le pasaba algo.
Nada mas doblar el pasillo me encontré a Alejandra y a su madre llorando sentadas en la sala de espera. Yo tenía unas ganas enormes de llorar, las piernas me temblaban pero saqué fuerza de donde pude para no hacerlo. Ellas necesitaban que yo estuviera ahí para apoyarlas. Alejandra alzó la vista al escucharme llegar y corrió a mis brazos llorando para abrazarme. Abi no llores ella te necesita fuerte.
—¿Qué ha ocurrido Alejandra?- la apreté mas contra mi al ver que su llanto se intensificaba.
—Iban andando por la calle camino del museo cuando, cuando- su llanto era inconsolable- al pasar un paso de peatones un conductor se saltó el semáforo y lo arrolló- me estaba temiendo lo peor pero tenía que mantener la calma- un puto conductor que llegaba tarde al trabajo Abi- Mi tristeza y preocupación se estaban mezclando con impotencia y furia. Dónde estaba la profesora del pequeño y dónde estaba el desgraciado del conductor del coche, si lo tuviera delante lo mataba con mis propias manos… La acerqué hacia donde estaba su madre, la senté y me abracé a Victoria. Ella debía de estar tranquila ya que su corazón era más delicado.
—¿Sabéis como se encuentra o algo?
—No nos han dicho nada, llevamos aquí media hora esperando. Venía inconsciente y tenían que hacerle algunas pruebas- la abuela del pequeño estaba realmente nerviosa y temía por su salud.
—Victoria, debes calmarte sino tu corazón se resentirá- agarré sus manos con fuerza intentando calmarla- todo estará bien, ya verás- ella me miró con sus ojos ya rojos de tanto llorar.
—Dios te oiga, hija- la abracé otra vez.
—Voy a buscar a alguien, no nos pueden tener tanto tiempo aquí esperando- me levanté y fui hacia un grupo de enfermeras. Ellas solo sabían que el pequeño había venido inconsciente y que le estaban haciendo un TAC para saber si su cerebro se encontraba bien. Volví donde estaban ellas- le están haciendo varias pruebas para saber si su cerebro esta bien a causa del golpe- me senté al lado de Alejandra y pasé mi brazo tras ella acercándola a mí- debemos de esperar y calmarnos- Decía mis palabras casi por inercia ya que yo estaba luchando por no llorar.
Pasaron más de veinte minutos cuando alguien apareció por el pasillo. Era una muchacha más o menos de mi edad acompañada de un hombre más mayor que la consolaba. Se acercaban a nosotras por lo que le pregunté a Alejandra quienes eran y me dijo que era la maestra de Víctor y el director del colegio. De repente una oleada de rabia inundó todo mi cuerpo.
—Señorita Hidalgo- dijo el director- venimos a ver como se encuentra Víctor- Alejandra iba a hablar pero mi rabia hizo que explotara.
—¿Dónde cojones estaba usted cuando ha sucedido todo?- me dirigí hacia la maestra que no paraba de llorar.
—¿Qué?- no se esperaba mi reacción.
—Que si usted era quien estaba al cargo de Víctor dígame como es posible que el niño pasara solo el paso de peatones, dónde cojones estaba usted en ese momento- le alcé la voz.
—Oiga quién se cree usted para hablarle así a la maestra - intercedió el director.
—Como al niño le pase algo, soy la que se va a encargar de que su maestra no pueda dar clase en ningún colegio del país- le dije esto gritándole y acercándome para encararlo, pero justo cuando me iba a poner justo enfrente del director Alejandra se puso entre él y yo para intentar calmarme.
—Abi por favor, ella no tiene la culpa- se abrazó a mi y hundió su cara en mi cuello- por favor, tranquilízate, ella no tiene la culpa. Por favor, necesito que estés como antes, por favor- sus suplicas y su contacto hicieron que me tranquilizara. Le aguanté la mirada al director por unos segundos pero la presión de su cuerpo contra el mío me desactivó por completo- el único que tiene culpa es el desgraciado que conducía el coche.
—Está bien- besé su mejilla- estamos todos un poco alterados- miré al director.
—Si… también veníamos para decirles que la policía tiene en comisaría al desalmado que hizo esto y que pasaran en unas horas para saber cómo está Víctor para así saber que cargos le imputan. Si nos disculpan vamos a ir a que nos de el aire ya que la maestra no se encuentra muy bien y a darle una tila para los nervios.
—De nuevo lo siento- dijo la maestra entre sollozos, después de mis gritos la muchacha se había puesto peor.
Nos sentamos de nuevo a esperar al medico. Alejandra agarraba mi americana con fuerza y se acurrucaba más contra mí y Victoria, al otro lado, sujetaba mi mano libre mientras yo le acariciaba la suya con el pulgar. Esto se me estaba haciendo especialmente duro. Me mataba verlas así y me mataba no saber que le pasaba al pequeño. Era toda una tortura. Los minutos parecían horas y mi fuerza se estaba acabando. Por fin, no sé después de cuanto tiempo, apareció uno de los médicos y se acercó a nosotras. Nos levantamos las tres para ver que nos decía rezando porque no fuera nada grave.
—Hola soy el Doctor Lara, antes de anda tranquilícense, su hijo esta fuera de peligro- suspiré aliviada- le hemos hecho varias pruebas ya que los testigos nos dijeron que se había golpeado la cabeza y queríamos asegurarnos de que su cerebro no se hubiese dañado. Y así es, su cerebro no se ha hinchado ni ha sangrado, le haremos algunas pruebas mas pero antes tenemos que operarle- al ver la cara de terror de las tres el médico prosiguió con sus explicaciones rápidamente para no alargar la angustia- tiene un hueso roto en el brazo, parece ser que es donde recibió el impacto del coche y tenemos que operarlo para así asegurar que suelde bien y que no tenga problemas de movilidad ni nada de eso en el futuro. Aparte de eso solo tiene un par de heridas que sanaran. Pueden estar tranquilas.
—Gracias doctor, cuando lo van a operar.
—Dentro de unos minutos, están preparando el quirófano.
—¿Podemos verle?- dijo angustiada Alejandra.
—Me temo que no, está ya preparado para la operación, pero no se preocupe dentro de unas tres horas podrá quedarse con él el tiempo que desee.
Me sentí muy aliviada. Todo se había quedado en un “pequeño susto”. El doctor se despidió de nosotras y nos volvimos a sentar. Solo cabía esperar que terminasen con la operación. Ya estábamos mucho mas calmadas dentro de toda la angustia que habíamos vivido momentos antes.
—Voy a ir a la cafetería a por una tila ¿Queréis algo?- nos dijo Victoria levantándose.
—Voy yo Victoria, quédate aquí.
—No, no, no estoy tan vieja como para que me sirvan, además necesito un poco de aire fresco, quedaos aquí- le asentí y me quedé en la misma postura que estaba: rodeando entre mis brazos a Alejandra. El peligro había pasado pero su angustia aún no se había ido y necesita mi apoyo.
Nos quedamos las dos solas en silencio. No era un silencio incómodo, como otras veces, simplemente no teníamos mucho que decirnos. Yo intentaba calmarla acariciando su brazo con mi mano y ella poco a poco se fue relajando.
—Sabes…- me habló después de unos minutos-… cuando me enteré que estaba embarazada… toda mi vida cambió. Mis amigas me dieron de lado, dejé de ir a clase aunque aún no se me notaba y Felipe… intentó convencerme de que abortara- mi cuerpo se tensó solo de pensarlo- todos los días me repetía una y otra vez que era el mayor error de nuestras vidas y que destrozaría mi vida si lo tenía. Me lo repitió tantas veces que al final yo acepté…pero cuando fui a casa y les dije a mis padres mi decisión ellos…
—¿Te obligaron a tenerlo?
—No… ellos me dijeron desde el primer momento que me apoyarían en la decisión que yo tuviera, pero cuando se lo dije mi padre se levantó del sillón, buscó entre los libros de la estantería, sacó un álbum de fotos y me lo tendió… yo lo cogí extrañada y comencé a mirarlo. Eran fotos mías de cuando yo era un bebé y en esas fotos pude ver la felicidad de mis padres al tenerme y entonces comprendí que esa felicidad también me la daría a mí Víctor… y así fue… cada día me digo a mi misma que fui estúpida por haberlo dudado, por haber cedido aunque sea un poco a las presiones de Felipe… Víctor es mi vida, la única razón por la que me levanto cada mañana.
—Tomaste la mejor decisión, has criado a un niño fantástico que se hace querer… al que quiero como, como…- Alejandra levantó su cabeza de mi hombro y me miró a los ojos ¿qué vas a decir Abi? ¿Cómo si fuera tuyo? ¡Estás loca! Nos quedamos mirándonos unos segundos hasta que Victoria llegó.
—Os he traído un par de zumos- Alejandra apartó la mirada rápidamente y yo la imité.
—Gracias mamá.
Las tres seguimos esperando. Mientras tanto, Silvia me llamó para saber por el niño y para decirme que Antonio había aparecido pasadas las once de la mañana con unas ojeras que, a su parecer, daban a entender que no había dormido a causa de alguna borrachera y que al saber que él no daría ninguna clase ni siquiera protestó y se fue a casa, esto está pasando de castaño a oscuro… también me indicó que había notificado mi ausencia a secretaria y había informado de mis pautas para las siguientes clases además de que me preguntó si quería que me pidiese un día de asuntos propios para el día de mañana, esta mujer está en todo, yo acepté su propuesta y le indiqué que me ausentaría dos días y que la dejaba al cargo de todo con la ayuda de Santi. Esos dos días los emplearía en estar con ellas en todo lo que necesitaran y en preocuparme exclusivamente de mi pequeño.
ALEJANDRA
Esa mañana me había levantado especialmente feliz, llena de energía y, aunque me cueste admitirlo, con unas ganas inmensas de ver a mi profesora. Desayuné con mi madre y con mi hijo, mientras le convencíamos que debía ir al cole ya que tendría mucho tiempo para disfrutar de todos sus juguetes nuevos y en especial de su videoconsola. Me despedí de los dos con un sonoro beso y me fui a la facultad. Me entristeció un poco no ver en el bus a Abi porque sabía que apenas la podría ver aquella mañana ya que el inútil de Antonio nos daría la clase, si es que se puede llamar así lo que hace… Mi sorpresa fue máxima cuando en vez de entrar por la puerta Antonio, entró Abigail con su becaria y nos indicó que ella daría la clase. Hoy iba preciosa, era imposible negarlo, llevaba una americana azul marino, una camisa azul claro y unos pantalones pitillo beige acompañados, como siempre, de unos altos tacones. Su pelo recogido en una cola alta y llevaba unas gafas de pasta marrones mas grandes que las que acostumbraba a llevar normalmente, ¿cómo voy a atender a la clase con semejante espectáculo? No despegaba mis ojos de ella, y podía notar que, en ocasiones, ella de mi tampoco haciendo que me pusiera como un flan, pareces una quinceañera Alejandra, ¡concéntrate! Para más INRI un número desconocido no paraba de llamarme haciendo imposible que me enterase de la clase de ese día. Intenté atender hasta que recibí un mensaje que cambió mi día completamente. Mi hijo tuvo un accidente y lo estaban llevando al hospital. Sentí que me moría en aquel instante. Me fui corriendo al hospital encontrándome a mi madre envuelta en un mar de lágrimas, me temí lo peor y yo empecé a llorar abrazada a ella. Ni siquiera pudimos verlo cuando llegó. Lo tenían dentro y no nos dejaban verlo y yo estaba al borde de un ataque de nervios. Escuché unos tacones y alcé mi mirada. Era Abigail. Sin pensarlo me fui directa a ella y me abracé lo más fuerte que pude. Ella me estrechó entre sus brazos e intentó calmarme haciéndome creer que ella estaba serena aunque yo podía notar como ella temblaba. Sus brazos me reconfortaban y sus palabras lograron tranquilizarme. Nos sentamos con mi madre y yo no la solté ni un momento.
Mientras esperábamos, la maestra de Víctor llegó y fue en el único momento en el que Abi perdió la compostura. Podía ver la rabia en su mirada y yo volví a ponerme muy nerviosa así que hice lo único que sabía que hasta ese momento me calmaba: me abrace a ella. Ella también se calmó. Nos volvimos a sentar y esperamos a tener noticias de mi hijo. La espera me mataba y me hacía pensar en lo peor, pero al fin llegó el doctor con buenas noticias. Mi pequeño, dentro de lo malo que podía haber ocurrido, había salido bien parado. Tan solo tenía un brazo roto y algunas heridas. Tendríamos esperar unas horas hasta poder verlo.
Aunque el susto ya se había pasado no me podía despegar de Abi, la necesitaba cerca de mí para sentirme segura y ella, gracias a dios, no me puso ningún impedimento, es más, de vez en cuando me apretaba contra ella y acariciaba mi brazo haciéndome sentir mucho mejor… como nunca me había sentido… En un momento en el que nos quedamos a solas nos quedamos mirándonos por unos segundos. Yo sentía unas grana irrefrenables por besarla y, a la vez, mucho miedo por siquiera plantearme hacerlo. Pero mi madre llegó y como un resorte saltamos y dejamos de mirarnos.
Gracias a dios, la operación fue genial, nos explicó el medico que no había surgido ningún contratiempo y que todo había salido según lo previsto. Me dejaron entrar a verlo tan solo unos minutos ya que estaba aun anestesiado y me indicaron que cuando lo subieran a planta, que sería en unas horas, podría estar con él todo el tiempo hasta que le dieran el alta. Al verlo no pude evitar llorar, estaba lleno de moratones, se le veían algunas vendas tapando las heridas y su brazo derecho estaba escayolado por completo, mi pequeño, ¿qué te han hecho? Me acerqué, peiné su precioso pelo castaño, besé su frente y salí para que mi madre pudiese entrar a verlo.
Al salir me abracé a Abi, la necesitaba. Sus brazos me reconfortaban tanto como los hacían los de mi padre cuando era pequeña. Era una sensación diferente pero tan intensa que solo la podía comparar con esa. Ella no decía nada solo me apretaba mas a ella y besaba mi cabeza.
Mi madre salió minutos después y juntas volvimos a esperar hasta que por fin trasladaron a mi pequeño a planta donde se recuperaría unos días. Él estaba dormido, nos dijeron que le habían suministrado algunos calmantes para el dolor y que dormiría hasta mañana. Yo pasaría la noche con él y mi madre se iría a casa para descansar. La pobre había tenido un día horroroso, como yo, pero ella debía cuidarse ya que su corazón no era muy fuerte. Eran las once de la noche cuando logré convencerla para que fuese a descansar.
—Yo te llevo, Victoria- le dijo Abi- tengo el coche en el parking.
—Gracias hija- le sonrió mi madre a Abi.
—Nos vemos mañana- me despedí de mi madre y las dos se fueron.
Me senté de nuevo en el sofá que había al lado de la cama de mi pequeño y me dediqué a mirarlo. Se veía tan tranquilo, cómo si no le hubiese ocurrido nada. Mi mente no pudo evitar recordar el desayuno cuando nos pedía por favor que le dejásemos quedarse en casa para disfrutar de sus juguetes, si hubiese cedido no se encontraría en esta cama… no pude evitar volver a llorar. Tapé mi cara con mis manos para que mi llanto no se escuchara… todo era por mi culpa. No me di cuenta en qué momento alguien entró en la habitación y sin mediar palabra me rodeó entre sus brazos, ese perfume era ya inconfundible para mí, era Abigail. Levanté la vista y la miré.
—Shh no llores mas- limpió las lágrimas de mis mejillas.
—Es todo por mi culpa
—¿Por qué dices eso?
—Si lo hubiera consentido y lo hubiese dejado que se quedara en casa disfrutando de sus juguetes no estaría aquí- mi llanto volvió con mas fuerza y ella me apretó mas contra ella.
—No digas eso, era imposible saber que eso pasaría- Nos quedamos en silencio por unos minutos hasta que yo me calmé un poco.
—¿Por que has vuelto? Creía que te ibas a casa, no es necesario que te quedes.
—Me quedaré hasta que me eches- me sonrió- no te voy a dejar sola, Alejandra- yo le sonreí. Sin decir nada se separó de mí y se levantó. Volví a sentir esa necesidad de que volviera a abrazarme. Ella buscó en el armario de la habitación una manta y un cojín. Se volvió a sentar y puso el cojín en sus piernas- túmbate- yo obedecí sin decir nada y ella me tapó con la manta- nos espera una larga noche y lo mejor es estar cómodas- y sin mas comenzó a acariciarme el pelo. Yo me sentía en una nube, estaba tan a gusto que noté como mis parpados me pesaban, intentaba abrirlos para así disfrutar del momento pero ellos se cerraban solos llevándome a un profundo y reconfortante sueño.
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Las lecciones del destino
RomanceAbigail y Alejandra, dos mujeres con vidas completamente diferentes, se encontrarán después de mucho tiempo...