ABIGAIL
No me podía creer lo que estaba pasando. ¡Alejandra había venido hasta mi casa y nos estábamos besando! ¡Besando! Sus labios acariciaban los míos en un beso lento y dulce, me imaginé infinitas veces lo que sería besarla pero ninguna se podía comparar con lo que estaba sintiendo en ese momento, sentía que iba a explotar con tanta felicidad. La tenía agarrada por su cintura y ella tenía sus manos en mi nuca. Después de no sé cuanto tiempo, me separé lentamente de sus labios y pegué mi frente a la suya.
—Dime, por favor, que esto no es un sueño- pude ver su preciosa sonrisa, subí una de mis manos hasta su bello rostro y lo acaricié con mis dedos lentamente, ella, ante mi contacto, cerró los ojos y sonrió aún mas- y si lo es, no me despiertes nunca.
—No lo es, es mucho mejor- me besó, ¡ella me besó! ¡joder! Ese beso fue aún mejor que el anterior porque fue ella la que lo comenzó. No me pude aguantar las ganas y bajé mis manos hasta su culo, apretándolo con fuerza para pegarla mas a mi. Me encantaba esa sensación, no quería que se acabara. En mi estómago no había mariposas revoloteando, no, en mi estómago había elefantes que saltaban contentos con cada movimiento de sus labios y que se volvieron completamente locos cuando ella metió su lengua en mi boca buscando encontrarse con la mía. Me separé de sus labios y comencé a besar su cuello, su piel era tan suave... comencé a subir hasta su cara para mirarnos a los ojos.
—Alejandra... te quiero, te quiero como nunca había querido a nadie- ella me volvió a besar pero esta vez con mas ansias y necesidad.ALEJANDRA
Abigail me acaba de decir que me quería después de un beso maravillo. Sus besos me embriagaban y me hacían sentir que estaba volando. Sus caricias por mis glúteos me habían vuelto loca. La quería y estaba bien claro que ella a mi también y no quería perder mas tiempo, no, bastante habíamos perdido ya por un estúpido malentendido...
—Yo también te quiero- le dije entre besos- te quiero y te deseo...- ella dejó de besarme para mirarme a los ojos, parecía que me quería preguntar con la mirada si me refería a lo que ella estaba pensando, yo la volví a besar con mas ganas, me separé y le susurré al oído- te deseo Abigail... quiero que me hagas tuya- ella me besó y me volvió a mirar a los ojos buscando una mínima duda en mi, pero no la podría encontrar, sabía perfectamente lo que quería, la quería a ella. Sonrió levemente y me cogió de la mano.
—Ven...- y sin decir nada mas me llevó hasta su habitación.
Al llegar nos quedamos enfrente de la cama y, sin mediar palabra, ella me acarició la mejilla y me besó. Cada beso que me daba hacía que mi cuerpo se sacudiera como nunca lo había hecho. Se sentó en la cama y me hizo sentar encima suya a horcajadas volviéndome a besar. Sus besos eran suaves y lentos, como si tuviésemos todo el tiempo del mundo, como si no fuera a amanecer nunca. Sus manos, que acariciaban mi cuello, se deslizaron hasta mis hombros para bajar hasta mi cintura, me sentía en las nubes... de repente sus manos subieron hasta mis pechos arrancándome un gemido inesperado que hizo que ella sonriera. Pasó sus manos hasta mi culo y nos impulsó hasta el centro de la cama. Ella se quitó su camiseta y dejó a la luz ese precioso torso y ese abdomen que me hacía volverme loca. Pasé mis manos lentamente por su barriga hasta llegar a su sujetador negro que guardaba sus bellos pechos. Tenía el cuerpo mas perfecto que jamás había visto. Ella me volvió a besar, esta vez con mas intensidad, la necesitaba y mucho, necesitaba notarla mas cerca, notar mi piel con su piel, mi alma con su alma. Mientras me besaba comenzó a desabrochar mi camisa y, por un momento, surgieron unas terribles inseguridades. Ella había estado con tantas mujeres y seguro que mucho mas guapas y con mejor cuerpo que yo...
—Puedes apagar la luz... por favor- ella se separó un poco mas para mirarme extrañada. Tan solo había una tenue luz de la lamparita de la mesita de noche.
—¿Te molesta?- yo miré hacia abajo, cogí la sabana y la alcé para intentar tapar mi cuerpo hasta las caderas. Me sentía un poco estúpida, nunca me había pasado eso, pero comparándome con su cuerpo, era imposible no sentirme mal.
—Abi... es mejor que apagues la luz... mi cuerpo no es tan bonito como el tuyo, tengo marcas en mi barriga y en mis pechos a causa del embarazo- le dije un poco avergonzada sin mirarla. Seguro que lo había estropeado todo... entonces ella me tomó del mentón y me lo alzó para que la mirase.
—Eres preciosa Alejandra, toda tu eres preciosa y no hay parte de tu cuerpo que no me guste y si tienes unas pequeñas marquitas no me importan, porque son por la razón mas maravillosa por la que se pueden tener- en su mirada podía ver sinceridad y ternura. No aguanté mas las ganas y me lancé a por su boca.
Después de esas palabras mi vergüenza se esfumó. Dejé que me desnudara con una parsimonia casi dolorosa: terminó de quitarme la camisa y besó la parte descubierta de mis pechos, luego, las dos nos pusimos de rodillas y nos quitamos nuestros pantalones para luego volver a la misma postura en la que estábamos, se sentía tan bien... podía notar como mi sexo se humedecía cada vez más y más pero parecía que ella quería alargar esa deliciosa tortura. Desabrochó mi sujetador casi sin darme cuenta y me lo quitó depositando besos por toda la piel que iba quedando descubierta.
Al estar yo encima de ella, estaba a la altura perfecta para besar mis pechos. Hundió la cara entre los dos y con sus manos se los acercó para ir dándole besos y pequeños mordiscos a uno y a otro como si fuera la última comida que iba a hacer en su vida, como si estuviese sedienta y mis pechos fueran un oasis. Como pude, le quité su sujetador y dejé al descubierto sus pechos firmes cuyos pezones estaban duros a mas no poder. La separé de los míos y me lancé hacia ellos, eran una delicia. Los lamía y chupaba con necesidad, no podía parar, se habían convertido, de repente, en una droga para mi. Seguimos besándonos hasta que me volvió a poner de rodillas para quitarme las bragas. Metió los dedos por la cintura y los deslizó hasta llegar a ambos lados de mis caderas y bajarlas con lentitud. Yo hice lo mismo con ella y, sin esperar un segundo más, me volví a sentar encima suya ya que esos segundos sin sentir su piel eran toda una tortura. Al pegarme a ella, mi sexo chocó con su barriga y pude notar como mis fluidos mojaban su piel cosa que hizo que ella, entre besos, sonriera y cogiera mis nalgas para pegarme mas a ella. Yo empecé a mover mis caderas para frotarme con ella y hacerla saber que no podía esperar mas por lo que ella me separó un poco de ella sujetándome las caderas. Yo me puse de rodillas quedando encima de sus piernas. Acarició mis pechos, pasó sus manos por mi vientre y llegó hasta mi bello que acarició con parsimonia hasta que por fin hundió dos dedos dentro de mi. Un gemido se escapó de lo mas profundo de mi garganta cuando sus dedos salieron y volvieron a entrar con mas fuerza. A la vez que entraba y salía, puso su pulgar en mi clítoris hinchado para estimularlo. Después de varias acometidas, mis caderas tenían vida propia y se movían exigiendo mas rapidez en sus acometidas. Estaba tocando el cielo con la punta de mis dedos ya que nunca había sentido esos niveles de placer. Mientras tanto su boca no había permanecido quieta, besaba mis pechos, chupaba mis pezones y me daba pequeños mordiscos en el cuello. Cuando yo estaba ya apunto de llegar al clímax, ella agarró mi cara y la puso enfrente de la suya para que la mirase a los ojos cuando me corriese, mi boca abierta jadeante estaba muy pegada a la suya que también jadeaba. En ese momento una explosión de placer inundó todo mi cuerpo, tuve que cerrar los ojos por unos segundos ya que ese placer tan intenso me hizo creer que iba a explotar. Apoyé mi frente en la suya mientras que ella seguía moviendo su mano mas lentamente dándome los últimos coletazos de placer y, cuando mi cuerpo se relajó, los sacó lentamente, besó mi boca y me hizo tumbarme encima suya, me tapó con las sabanas y yo me acurruqué posando mi cabeza en su pecho. Había sido maravilloso, fantástico, increíble.... mágico. El sueño me venció mientras ella acariciaba mis brazos y me susurraba al oído que me quería.
ESTÁS LEYENDO
Las lecciones del destino
RomanceAbigail y Alejandra, dos mujeres con vidas completamente diferentes, se encontrarán después de mucho tiempo...