Capítulo 25

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ALEJANDRA
Ya había pasado casi una semana desde el encuentro de Víctor con Felipe. Después de eso Víctor durmió todas las noches con Abi y conmigo. Mi peque le pidió a Abi que no se fuera a su casa ninguna de esas noches y ella no se pudo resistir a su petición. Yo adoraba dormir con mi hijo, sabía que tenía que aprovechar esos momentos al máximo ya que se hacía mayor demasiado deprisa, pero la verdad es que... echaba de menos a Abi. Tenerla todos las noches tan cerca me mataba. La necesitaba. Necesitaba sus labios en mi cuerpo, necesitaba que nuestros cuerpos se hicieran uno, necesitaba sus caricias... necesitaba que me hiciera suya. Sé que seguro suena muy egoísta pero es algo que toda relación necesita y yo lo necesitaba y mucho.
La mañana del viernes Abi se fue a unas reuniones que tenía en la facultad y yo me quedé en casa. Llevé a mi peque al cole, volví a casa para hacer unas tareas y luego, alrededor de las once, cogí un bus para verme con Esther.
Esther me había invitado, insistentemente, a que fuera con ella a su prueba del vestido y digo insistentemente porque me llevaba recordando desde hace una semana, cada día, nuestra cita.
Llegué al centro y ella me esperaba en la puerta de la tienda con una sonrisa. Cuando estuve frente a ella nos abrazamos y nos dimos dos besos.
—Que puntual- me agarró del brazo- no he podido dormir de la emoción.
Entramos juntas a la tienda. Era gigantesca y estaba llena de vestidos de novia y de dama de honor. Enseguida una chica nos atendió llevándonos a uno de los probadores, era un pequeño saloncito con su sofá y dos sillones y su mesita de café. La pared de enfrente estaba llena de espejos y en el suelo había una especie de tarima donde suponía que se subiría Esther para que le hiciesen los arreglos al vestido.
Las dos nos sentamos en el sofá y le fui contando todo lo que había pasado con Víctor, mientras la muchacha iba a por el vestido. Aunque ella sabía parte de la historia por Santi, se quedó muy asombrada por la actitud del padre de mi hijo.
—¿Felipe no dio señales después de perder a vuestro hijo?- me preguntó sorprendida.
—Si... casi una hora y media después, cuando Víctor ya estaba en casa llamó, Abi cogió el teléfono enseguida, dice que él se escuchaba muy nervioso y Abi le dejó bien claro que era la última vez que lo vería.
—¿Y cómo está Víctor?
—Los primeros días estuvo un poco alicaído... Nosotras  lo intentábamos distraer y sobre todo Abi, ella se saltó un par de tutorías y vino antes para jugar con él y animarlo, además de que se quedó todos estos días en casa a dormir, dormimos los tres juntos.
—¿Los tres?
—¿Crees que es malo que duerma con nosotras?
—Oh, no, después de esa situación tan traumática es normal que haya buscado vuestra protección.
—Eso me dijo Abi.
—Víctor es un niño fuerte... ningún caso es totalmente parecido, pero, si te puedo decir que he atendido a pacientes que han sufrido una situación que se puede asemejar un poco y que han necesitado un par de horas de terapia. Si notáis algún cambio notorio en su forma de comportarse o algo, decídmelo- me apretó la mano- ese angelito se merece lo mejor.
—Gracias Esther.
—No es nada, ¿para qué están sino los amigos?- nos sonreímos- Yo te aconsejo que intentes poco que se vaya a su cuarto, o si no podría crear un mal habito que cuanto más dure más difícil será luego quitarlo.
—Yo también pienso eso... me gusta tenerlo conmigo pero con la edad que tiene no creo que sea bueno que duerma todos los días con su madre, además... está el tema de...- me daba vergüenza hablar de ese tema con ella.
—¿Sí?
—Yo... echo de menos… a Abi- notaba el calor en mis mejillas, ¿dónde estaba la muchacha que traía el vestido? Esther, que tenía cara de confusión, enseguida cambio su expresión a una sonrisa picarona.
—¿Estás falta de sexo amiga?- estaba segura que el color rojo de mi piel llegaba hasta mis pies. Avergonzada asentí sin dejar de mirar el suelo, de repente, mis converse eran lo más interesante de la habitación- Es normal Alejandra, ¿cuánto lleváis sin sexo?
—Mas se una semana- sus ojos se abrieron y una sonrisa divertida apareció en su cara.
—Abi tiene que estar subiéndose por las paredes- le lancé una mirada de “no estás ayudando nada” y ella se rió.
En ese momento la chica volvió con una gran bolsa de tela donde no se podía ver nada del vestido. Le indicó a Esther que entrara al cambiador con ella y unos minutos después Esther salió enfundada en su vestido de novia. Era espectacular. Era muy sencillo pero eso lo hacía aún más elegante si era posible. La parte de delante era muy sencilla y sobria pero por detrás el vestido tenía un gran escote aliviado con un poco de encaje pero que aún así le hacía una espalda preciosa. No tenía mucho vuelo, solo en su justa medida. Estaba preciosa.
—¿Qué te parece?
—Es precioso Esther, me encanta.
—Aún hay que hacerle algunos arreglos mas, pero aún así le queda muy bien- dijo la mujer mientras le ponía algunos alfileres.
—Me encanta- dijo Esther. Su sonrisa no le cabía en la cara.
—A Santi se le va a caer la mandíbula al suelo cuando te vea entrar a la iglesia.
—Eso espero- nos reímos.
Cuando la modista terminó de fijar los alfileres al vestido, entró con Esther al probador para quitárselo y llevárselo de nuevo dentro de la bolsa de tela. Esther volvió a donde estábamos con una gran sonrisa.
—Mientras estaba con mi precioso vestido he pensado una cosa: que te parece si hoy dejas a tu hijo con tu madre, o con Santi y conmigo, vas al piso de Abi y le das una sorpresita, por lo que me has dicho, Víctor está bien, ese encuentro solo será una mala experiencia que pronto olvidará y vosotras necesitáis un buen rato a solas.
Me quedé mirando la sonrisa pícara de Esther, si quizás tenga razón…

Las lecciones del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora