Capítulo 23

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ALEJANDRA
Por fin llegamos a casa. Por fin pude soltar la mano de Víctor y respirar tranquila. Había sido un día de lo mas angustioso. Cuando vi a Felipe en el parque abracé muy fuerte a Abi, tan fuerte que se quejó riéndose. Creí que si apretaba fuerte los ojos, él desaparecería, pero no, cuando los volví a abrir él seguía allí, al lado de Rebeca, la que fue mi mejor amiga y por la que me dejó, mirándome fijamente. El miedo me consumía, lo veía viniendo hasta donde estábamos y llevándose a nuestro hijo pero no, ninguno de los dos se acercó. Siguieron con su paseo y yo pude volver a respirar. Aunque no los volvimos a ver, no volví a estar tranquila en el resto del día. Los chicos siguieron jugando con sus coches y yo me volví a sentar con las chicas. Mi madre me miraba preocupada, creo que también lo vio y entendía mi miedo, pero no dijo nada.  Después de un rato mas de juegos y risas, vinieron hasta nosotras para decirnos que estaban hambrientos por lo que fuimos al restaurante que había dentro del parque. Todos estaban felices y charlaban animadamente pero yo no tuve apetito, me obligué a comer cuando Abigail notó mi preocupación. Me preguntó varias veces qué me pasaba pero yo solo le sonreí y la besé obteniendo como respuesta su preciosa sonrisa. Aún me sorprendía a mi misma, solo con sus besos mi cuerpo se llenaba de paz, pero ese día la preocupación era muy fuerte aunque intenté disimular lo máximo posible. Cuando terminamos de comer, dimos un paseo, vimos los patos,  los chicos jugaron un rato mas y, por fin, nos fuimos a casa.
Al llegar mandé a Víctor a la ducha, mi madre fue a la cocina y Abi y yo nos sentamos en el sofá.
—Vida...- Me dijo preocupada tomándome de las manos. Desde que nos habíamos dicho que nos amábamos, Abigail dejó de decirme preciosa y pasó a llamarme vida y a mi se me derretía el corazón cada vez que me lo decía-... ¿qué ha pasado? Estábamos bien y de repente te he notado preocupada y pensativa. Se que no estás bien, aunque me hayas dicho que no pasa nada, se que algo pasa- había pensado no decirle nada, pero su preocupación me hizo decírselo.
—Cuando estabais jugando... he visto a Felipe- ella enseguida frunció el ceño.
—¿Felipe?
—Si, estaba en el parque con Rebeca...Nos hemos quedado mirando unos segundos y luego ha mirado al niño... Rebeca ha tirado de él y han seguido andando... me he temido lo peor- mi voz tembló y ella rápidamente me abrazó con fuerza y me consoló.
—Vida no pasa nada, ha sido una casualidad, a lo mejor están de visita o algo.
—¿Y si no es así?- me separó de ella para mirarme a los ojos y me limpió las lágrimas de mis mejillas.
—No podrá hacer nada, él no lo quería, no puede venir después de nueve años exigiendo nada- me volvió a abrazar y besó mi frente tranquilizándome- ¿Quieres que me quede a dormir contigo?- asentí- genial, no te quiero dejar sola.
—¿Es eso o es que quieres cenar lasaña?- las dos nos reímos y ella empezó a hacerme cosquillas. La amaba tanto... Amaba como ponía todo de su parte para hacerme sentir bien.
Seguimos jugando y de repente Víctor saltó encima de Abi con su pijama ya puesto y su pelo peinado con la ralla a un lado oliendo a colonia de bebé. Eramos una pequeña familia y los amaba con todo mi ser.
Cenamos los cuatro y, después, juntas acostamos a Víctor que cayó rendido, había gastado mucha energía con Santiago y con su mami y casi se tenía en pie en la cena.
Al salir del cuarto de mi hijo, mi madre nos esperaba para hablar, la verdad es que yo lo tenia decidido, no había nada que decir. En el caso de que la estancia de Felipe en la capital fuera por Víctor, yo no le permitiría verlo pero la contestación de mi madre me trastocó.
—Cariño, no puedes prohibir a tu hijo que vea a su padre.
—Mamá te recuerdo que ese hombre no quiso que tuviera a mi hijo en ningún momento. Si hubiese sido por él, Víctor no estaría con nosotras.
—Lo se, cariño, pero tú piensa en un futuro no muy lejano,  cuando Víctor tenga unos años mas, que pasaría si él intentara buscar a su padre y Felipe le contara que no lo dejaste verlo, ¿crees que te lo perdonaría?- mi madre tenía razón y eso me angustiaba aún mas. Miré a Abi y ella apretó mi mano y con la otra acarició mi espalda.
—Se que no debo meterme, pero...- dijo midiendo sus palabras pero antes de que siguiera, mi madre la cortó.
—Cariño, tú eres parte de esta familia y tu opinión es tan importante como la nuestra- puso su mano sobre las nuestras para reconfortarla y Abi esbozó una sonrisa tímida y asintió.
—Vida pienso igual que tu madre... Pero por otro lado... Pienso que si él no dice de buscarlo no deberíamos hacer nada al respecto, es decir, mientras él no aparezca, no buscarlo nosotras y no decirle nada a Víctor, no podemos ilusionarlo diciéndole que su padre está aquí si luego Felipe no lo quiere ver.
—Me parece bien- asintió mi madre- ¿qué te parece cariño?- las dos me miraron.
—Sigo pensando que no quiero a ese hombre cerca de mi hijo- suspiré- pero si lo busca... Concretaremos algún tipo de visita, si el niño quiere- puntualicé rápidamente-  no lo obligaré si él no quiere.
—Bien- concluyó mi madre- bueno, yo me voy a la cama, hoy ha sido un día agotador- besó mi mejilla y la de Abi- que descanséis.
—Buenas noches- nos despedimos al unisono.
—Sabes...- rompí el silencio que se había creado cuando mi madre se fue- si no fuera por lo de Felipe... Hoy habría sido un día genial... Me lo estaba pasando muy bien hasta que lo vi, pasar los días en familia, disfrutando de tus caricias y tus besos sin importarme que la gente me mire... es genial... Solo tú, nuestro hijo y yo... Es simplemente fantástico- ella besó mis labios lentamente, separándose luego de unos segundos para mirarme a los ojos.
—No te olvides de la abu y del tito Santi- nos reímos- aún no creo que Víctor me quiera tanto como para decirme mamá, se me hace un nudo en la garganta cada vez que me lo dice, no puedo evitar emocionarme, os amo a los dos y daría mi vida por vosotros- ahora fui yo la que la besé con mas fuerza. Tenia todo lo que siempre había querido, y me amaba, ¿qué mas podía pedir? Me separé para hablarle.
—No quiero esconderme amor...no quiero, quiero que todo el mundo vea que soy la mujer mas afortunada del mundo por tenerte a mi lado- ella sonrió.
—La afortunada soy yo, haber encontrado una mujer tan maravillosa como tú era sencillamente imposible para mi- me besó- te amo- me volvió a besar- y lo quiero todo contigo, todo, incluso cosas tan tontas como ir a trabajar de tu mano.
—Yo también quiero amor, mañana mismo lo haremos- sonreí al ver su cara sorprendida- ¿o no quieres?
—Si, si quiero, pero creía que querías esperar a decírselo a Carolina- me había olvidado completamente de Caro.
—Cierto- nos reímos- la voy a llamar ahora mismo para decírselo- me iba a levantar para ir hasta mi bolso donde tenía el móvil pero Abi me paró.
—¿No crees que es muy tarde?- negué con la cabeza.
—No, Caro nunca se duerme antes de la una, no se como puede ir tan fresca a clase habiendo dormido tan poco- me levanté y cogí me teléfono de mi bolso.
La conversación fue relativamente corta, apenas diez minutos, ya que quedé con ella en contarle lo que quisiera al día siguiente. Creo que hasta que no me viera al día siguiente con Abi no se lo creería. Flipó bastante y mañana tendría que darle mas de una explicación y lo haría encantada, quería que el mundo entero supiera lo que amaba a esa mujer.
Mientras que yo hablaba con Caro, mandé a Abi a la cama por lo que, cuando colgué teléfono, entré a mi cuarto encontrándome a Abi ya acostada esperándome con una gran sonrisa. Era la imagen mas bonita del mundo. Fui a lavarme los dientes y cuando volví cogí mi pijama y comencé a cambiarme delante de ella. Sus ojos se abrieron con satisfacción y su media sonrisa me indicó que le estaba gustando lo que veía. Hacía frío, pero me recreé todo lo posible viendo como ella se movía en la cama a causa de la excitación. Cuando terminé de cambiarme, me subí en la cama gateando hasta ella besándola cuando nuestras caras se encontraron.
—¿Te ha gustado lo que has visto?- le dije en apenas un susurro.
—No sabes cuanto... eres cruel... si estuviésemos en mi piso en estos momentos, estarías gritando de placer- metí mi mano por dentro de su pijama y apreté su pecho viendo como ella cerraba sus ojos, se movía y suspiraba. Yo comencé a besar su lóbulo y la parte de detrás de su oreja, era su punto débil, sus profundas respiraciones me lo confirmaban cada vez que lo hacia- Alejandra...
—Um uh...
—No...- no quería separar mis labios de su dulce piel pero los separé unos segundos para susurrarle al oído.
—Vamos cariño, te prometo que no haré ruido- le dije con voz seductora mientras que acariciaba su entrepierna aplicándole presión de vez en cuando- me has convertido en toda una adicta... ya no me sacio tan fácilmente- su media sonrisa volvió a su boca. Agarró mi cara y me besó con ansias. Enseguida su lengua pidió entrada y yo la dejé entrar reconociéndonos la una a la otra. Sus manos se hundieron rápidamente dentro de mis pantalones buscando el filo de mis bragas empapadas, yo la imité pero yo metí directamente mi mano dentro de sus bragas hundiendo mis dedos entre sus pliegues resbaladizos, estaba tan húmeda...- ¿esto es por mi striptis?- le dije divertida y ella me sonrió.
—Si mi vida, eso es lo que causas en mi, solo con verte- se lanzó a mis labios mordiendo mi labio inferior.
Comenzamos a estimularnos la una a la otra. Disfrutando de cada beso, cada caricia y cada roce hasta que las dos nos fundimos en un orgasmo silencioso. Cuando nuestras respiraciones se tranquilizaron, apoyé mi cabeza en su pecho y me dormí notando como Abi me acariciaba el pelo y me decía que me amaba.

Las lecciones del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora