Capítulo 10

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ALEJANDRA
Después de que se fuera Abi, me duché y me fui a la cama dándole vueltas a la conversación que habíamos tenido en el coche. Había sido muy amena hasta que su mano tocó sin querer mi muslo y  volvió nuestra perpetua batalla. Yo la comparé con Antonio y ella me contestó de manera muy fría y de una manera que me molestó a la par que me dolió. A ti te debería de importar un bledo si me follo a una como si me follo a diez. Esa frase no paraba de rondar mi cabeza. ¿Por qué me molestaba tanto? La verdad es que ella es una mujer adulta que puede hacer lo que quiera y yo no me tengo que meter. Entonces, si tiene razón, ¿por qué me he puesto así? todas esas preguntas rondaban mi mente hasta que el cansancio me venció.

El despertador sonó y mis ojos se empezaron a abrir lentamente, estaba destrozada. El día anterior andamos mucho y me dormí bastante tarde por lo que no podía tirar de mi cuerpo. Me vestí, me lavé la cara y bajé a desayunar. Como siempre ya estaban mi madre y Víctor sentados a la mesa desayunando. Besé a mi madre y a Víctor y me preparé una taza de café y unas tostadas. Mi pequeño aún hablaba de todos lo animales que había visto el día anterior. Se veía muy despierto y con las pilas totalmente cargadas. No sé como tiene tanta energía. No paraba de decir lo bien que se lo había pasado y lo genial que era Abi.
—Mami, he pensado que tal vez…-dudó por unos segundos-… que…tú y Abi podíais ser novias y que así ella fuera mi mamá también- al empezar a escucharlo no pude evitar escupir el café que estaba bebiendo ¿Qué? ¿De donde ha sacado esa idea? Mi madre comenzó a reírse y me empezó a darme golpecitos en la espalda para evitar que no me ahogase.
—¿De dónde has sacado esa idea cariño?- le dijo mi madre, ya que yo aún estaba tosiendo.
—En mi clase hay un niño que tiene dos papás y como yo no tengo papá, pues he pensado que Abi podía ser mi madre, ¿no te gusta la idea Abu? Así podríamos vivir los cuatro juntos- mi madre no paraba de reírse al verme la cara.
—Pero cariño, para que Abi sea tu mamá primero tiene que gustarle a tu mami y que sean novias, eso no es tan sencillo.
—Claro mi vida- es lo único que pude decir, me había quedado helada. Mi pequeño hizo una mueca de tristeza y no replicó, se quedó pensando mirando sus cereales y yo lo agradecí.
Al terminar de desayunar, se fue a por su mochila y yo me quedé a solas con mi madre.
—La idea del peque no es tan descabellada, ¿no te parece?- la miré con los ojos muy abiertos.
—¿Pero qué dices mamá?
—Pues lo que te acabo de decir Alejandra.
—Mamá, si es descabellada, no me gusta, aparte de que como ya sabes, nos llevamos como el perro y el gato.
—Si bueno, ayer no parabas de mirarla y del odio al amor tan solo hay un paso.
—Miraba hacia donde estaba ella porque estaba Víctor, no porque la mirase a ella.
—Bueno, bueno, lo que tú digas, yo me voy que tengo que llevar a tu hijo al colegio, y tú vete ya que vas a llegar tarde- se levantó de la mesa y antes de salir por la puerta se volvió y me dijo-  has dicho que os lleváis como el perro y el gato y que no te gusta pero…no he escuchado en ningún momento que sea un impedimento que ella sea una mujer- se fue enseguida sin darme tiempo a contestarle.¿Esta mujer se ha vuelto loca o qué? Claro que importaba que fuese una mujer, a mi no me gustan las mujeres ¿Verdad? Moví la cabeza de un lado a otro para intentar que esa idea saliese disparada de mi cabeza. Mejor me voy a clase…
Ese lunes no vi en el bus a Abi cosa que agradecí. Después de nuestro roce en el coche y la conversación con mi madre lo último que quería era tener ningún tipo de conversación con ella.
Cuando era la hora de empezar la clase, Abi apareció seguida de Antonio y José, otro de mis profesores. Todos mis compañeros se callaron nada mas verla, después de verla jugar con mi pequeño como una cría me resultaba de lo mas raro verla tan seria y ejerciendo ese nivel de autoridad y respeto. Hoy llevaba un blazer azul marino, una blusa blanca y unos pantalones pitillo del mismo azul marino que le hacían un culo de infart… ¿espera qué? Alejandra no le mires el culo, ¡no le mires el culo! Calzaba unos tacones beige, su pelo estaba recogido en un moño alto y había cambiando sus gafas de pasta negra por unas de estilo aviador. Un look cuidado al detalle. Arrebatadora, como siempre…
—Buenos días chicos- hoy se le veía un semblante especialmente serio- como ya os informé estos dos últimos temas os los explicará Antonio- escuché como algunos de mis compañeros se quejaban en voz baja, apenas audible- obviamente entrarán en el examen final y son igual de importantes que los demás así que no perdamos mas tiempo, le cedo la palabra a Antonio.
El payaso de Antonio empezó a hablar con su sonrisa bobalicona y Abi se fue para atrás con José. Yo estaba en una de las últimas bancas ocupadas y ellos dos dejaron una fila de diferencia y se sentaron en la siguiente. El “profesor” empezó con su explicación pero yo estaba más atenta en la conversación de atrás mía.
—Te noto cansada Abigail-hablaban bajo pero conseguía oírlos-¿Una mala noche?
—Si…he pasado media noche en vela.
—¿Va todo bien?
—Si, solo demasiadas cosas en mi cabeza.
—¿Algún problema de faldas?
—Se nota a la perfección que no tiene los conceptos claros.
—Si, falta de estudio y de planificación de la clase- me giré un poco para ver por el rabillo del ojo como los dos apuntaban cosas en sus blocs de notas- pero no me has contestado a mi pregunta.
—Sabes que no lo haré- José de rió y después de unos segundos suspiró.
—¿Sabes Abigail? Aún sigo pensando que deberías de haber aceptado esa cita con Cayetana.
—Sabes que no podía, eras mi tutor y si hubiese salido con tu hija hubiese sido conflicto de intereses. Aunque después de conocerla…me arrepentí. Es una mujer realmente maravillosa y muy guapa y sabes que no lo digo por quedar bien.
—Sabes que ha salido a mi mujer, porque si hubiese salio a mi…-los dos se rieron- sabes que aún estas a tiempo.
—José…tu hija está prometida.
—Ya, pero sabes que esa mujer no me convence, yo te quiero a ti como nuera y mi mujer también.
—Anda ya no seas así.
Los dos siguieron hablando durante toda la hora. Al escuchar a José intentando emparejar a su hija con mi profesora una sensación muy extraña invadió mi cuerpo…estaba, no sé, ¿un poco molesta? A Abigail no le hacía falta salir a buscar mujeres, ¡se las servían en bandeja! Era increíble…
La clase terminó y yo no me enteré de nada, menos mal que hay estaba Carolina para prestarme sus apuntes. El resto del día nos cruzamos un par de veces pero ni siquiera me miró. ¿Pero qué coño le pasaba? Preferí no pensarlo más y seguir con mi rutina.

Las lecciones del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora