Rumpelstikin

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cuento 4

Rumpelstikin

Esa misma noche del día que Camus conto el cuanto a sus amigos y se había pasado toda la mañana buscando su libro, sus hijos fueron tristes al no escuchar cuanto, porque a su padre le tocaba vigilancia junto con Aioria en la parte este del santuario a lo que prometió que el día siguiente si abría y escogieran otro para el día siguiente. Después de un rato el beso a sus hijos en la frente y su esposa salió de la onceaba casa, el salió un poco antes de lo acordado para esperar Aioria ya que sabía que era siempre de esperarlo por unos minutos, al llegar a Leo subió su cosmo para avisar al león que estaba esperándole.

Marín salió a darle la bienvenida e invito un poco de café.

-Hola Camus buenas noches pasa aun no sale de darse su baño, quieres pasar a tomar un café te ayudara mucho.

-Claro Marín. Camus siguió a la amazona ella lo guio hasta la cocina allí vio el lugar impecable y muy buena iluminación, mejor que toda la casa, miro a la mesa y vio una bola de estambre y un trozo que ella había iniciado a tejer.

-Toma, Camus está caliente. Ella dio una pequeña taza con su respectivo plato con un líquido humeante.

-Toma asiento de seguro Mufasa tardara un poco. Camus rio ligeramente al escuchar cómo le había llamado Aioria Marín. -Gracias Marín y ¿ya pensaron el nombre que le pondrán a su hijo? -Si tememos una gran lista pero aun estamos en decidir cuál será el correcto aunque nos inclinamos un poco por el nombre de Ricardo Enrique o Regulus. La amazona rio ligeramente al sentarse y retomar su tejido.

-Sabes algo Camus desde que escuchado tus cuentos este pequeño que llevo por dentro me ha dejado dormir cuando no se la pasa dando vuelta tras vueltas.

- ¿Quieres que te cuente un cuento para que descanse?

-Como quieras Camus no quisiera incomodarte.

-No es ninguna incomodidad Marín al contrario así descansaran los dos, además sabias que si hablas con el se sentirá querido.

-Si eso estuve leyendo en un libro que le pedí a Skdy. -Si recuerdas yo le leia cuanto a mi hija cuando Kanet está dormida.

-Si como olvidarlo, pero está bien si Camus cuéntanos un cuento.

Camus gurdo silencio unos segundos e inicio.

Había una vez un pobre molinero que tenía una bellísima hija. Y sucedió que en cierta ocasión se encontró con el rey, y, como le gustaba darse importancia sin medir las consecuencias de sus mentiras, le dijo.

-Mi hija es tan hábil y sabe hilar tan bien, que convierte la hierba seca en oro.

-Eso es admirable, es un arte que me agrada. Si realmente tu hija puede hacer lo que dices, llévala mañana a palacio y la pondremos a prueba. Dijo el rey

Y en cuanto llegó la muchacha ante la presencia del rey, éste la condujo a una habitación que estaba llena de hierba seca, le entregó una rueca y un carrete y le dijo.

-Ahora ponte a trabajar, y si mañana temprano toda esta hierba seca no ha sido convertida en oro, morirás.

Y dichas estas palabras, cerró él mismo la puerta y la dejó sola.

Allí quedó sentada la pobre hija del molinero, y aunque le iba en ello la vida, no se le ocurría cómo hilar la hierba seca para convertirla en oro. Cuanto más tiempo pasaba, más miedo tenía, y por fin no pudo más y se echó a llorar.

Camus, Cuenta CuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora