Cascanueces IX

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En la tarde siguiente durante la comida que Shion el patriarca junto su pareja Violeta habían realizado para festejar la noche buena pidió a Camus que continuara con el cuento ya que esa noche todos sabían que Camus y su pareja irían a Ballet Hyoga e Isaac se encargarían en cuidar a los mellizos Aurora se encontraba triste ya que no le llevarían, Camus y Skdy intentaron conseguir boletos para sus hijos pero se encontraban agotados, por lo que Camus no se negó seguir con el cuento durante el postre. 

IX.- Fin del cuento de la nuez dura

A la noche siguiente, en cuanto encendieron las luces, se presentó el padrino Drosselmeier y siguió contando.

–Drosselmeier y el astrónomo estuvieron de viaje quince años sin dar con las huellas de la nuez Kracatuk. Podía estar contándoles cuatro semanas seguidas los sitios que recorrieron y las cosas raras que vieron, pero no lo haré ahora, y sólo os diré que Drosselmeier comenzó a sentir la nostalgia de su ciudad natal, Nuremberg. Y tal nostalgia fue mayor que nunca un día que, hallándose con su amigo en medio de un bosque de Asia, fumaba una pipa de tabaco.

–Oh hermosa ciudad!, quien no te haya visto nunca, aunque haya viajado mucho, aunque haya visitado Londres, París, y S. Petersburgo, no le ha saltado nunca el corazón y sentirá nostalgia de ti, ¡oh Nuremberg, hermosa ciudad, que tiene tantas casas y ventanas bellas!

Cuando oyó lamentarse tanto a Drosselmeier, sintió el astrónomo gran compasión y comenzó a sus vez a lanzar tales gemidos que se podían oír en toda Asia. Logró, sin embargo, rehacerse, se secó las lágrimas y preguntó a su compañero.

–Querido colega, ¿por qué nos hemos sentado aquí a llorar? ¿Por qué no nos vamos a Nuremberg? Después de todo, lo mismo nos da buscar la fatal nuez en un sitio que en otro.

–Es verdad. Respondió Drosselmeier, consolado.

Los dos se pusieron en pie, sacudieron las pipas y se fueron derechos, desde el bosque del centro de Asia, a Nuremberg. En cuanto llegaron allá, se dirigió Drosselmeier a casa de su primo, el fabricante de muñecas, dorador y barnizador Cristóbal Zacarías Drosselmeier, quien no veía hacía muchísimos años. Le contó toda la historia de la princesa Pirlipat, la señora Ratona y la nuez Kracatuk, lo cual le obligó a juntar las manos repetidas veces, en medio del mayor asombro, y decir al cabo.

–¡Ay, primo, qué cosas tan extraordinarias me cuentas!

Drosselmeier continuó relatando las peripecias de su largo viaje, de cómo había pasado dos años con el rey de las Palmeras, de cómo le despreció el príncipe de los Almendros, de cómo pidió inútilmente ayuda para sus investigaciones a las encinas, en una palabra, de cómo por todas partes fue encontrando dificultades, sin lograr dar con la menor huella de la nuez Kracatuk. Mientras duró el relato, Cristóbal Zacarías chasqueó los dedos varias veces, se levantó sobre un pie solo y murmuró.

–Hum..., hum..., ¡ah!..., ¡ah! ¡Eso sería cosa del diablo! Al fin, echó al aire la montera y la peluca, abrazó a su primo con entusiasmo y exclamó.

–¡Primo, primo! Estás salvado te digo que estás salvado, si no me engaño, tengo en mi poder la nuez Kracatuk. Y sacó una cajita, en la que guardaba una nuez dorada de tamaño mediano

–Mira. Dijo enseñando la nuez a su primo.

–Mira. La historia de esta nuez es la siguiente: hace muchos años, en Navidad, vino un forastero con un saco lleno de nueces, que vendía baratas. Justamente delante de mi puerta empezó a reñir con el vendedor de nueces del pueblo, que le atacaba, molesto porque el otro vendiera su mercancía, y para defenderse mejor dejó el saco en el suelo. En el mismo momento un carro muy cargado pasó por encima del saco, partiendo todas las nueces menos una, que el forastero, riendo de un modo extraño, me dijo que me vendía por una moneda de plata del año 1720.

Camus, Cuenta CuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora