Cascanueces V y VI Especial navideño.

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V La Batalla

Al día siguiente todos los que se encontraban en el santuario estaban tan ansiosos en escuchar la continuación del cuanto que en cuanto fueron las seis de la tarde. Corrieron Acuario, Skdy a medida que se sospechaba que tendría casa llena desde muy temprano preparo algunos bocadillos, mientras tenia Aurora leyendo el libro que Afrodita le había dado, y los mellizos le ayudaban en algunas cosas pero en su mayoría del tiempo se perdían con su padre al coliceo.

Al llegar a la hora Shaka junto con Calisto entregaron una caja transparente donde había un traje de bailarina de ballet junto con su zapatillas, Doko y un castillo en miniatura de cristal detallado, Aurora se emociono al ver que se asemejaba al castillo al de la portada del libro de su madre.

Milo, Ray y Sebastián le regalaron un cascanueces, Aioros y Seika una pequeña casa hecha de galletas Shura, Geist y Cid le dieron dulces.

En silencio cada uno fue tomando su lugar para seguir escuchando cuando Camus vio que todos estaban listos y de pronto algunos de Inframundo aparecieron Junto con Hypnos y Hades dio inicio.    

 – ¡Toca generala, vasallo Tambor! Exclamó Cascanueces en alta voz. E inmediatamente comenzó Tambor a redoblar de una manera artística, haciendo que retemblasen los cristales del armario. Entonces se oyeron crujidos y chasquidos, y María vio que la tapa de la caja en que Federico tenía acuarteladas sus tropas saltaba de repente, y todos los soldados se echaban a la tabla inferior, donde formaron un brillante cuerpo de ejército.

Cascanueces iba de un lado para otro, animando a las tropas con sus palabras. –No se mueve ni un perro de Trompeta.

Exclamó de pronto irritado. Y volviéndose hacia Pantalón, que algo pálido balanceaba su larga barbilla, dijo.

–General, conozco su valor y su pericia, ahora necesitamos un golpe de vista rápido y aprovechar el momento oportuno, le confío el mando de la caballería y la artillería reunidas, usted no necesita caballo, pues tiene las piernas largas y puede fácilmente galopar con ellas. Obre según su criterio. En el mismo instante, se Pantalón metió los secos dedos en la boca y sopló con tanta fuerza que sonó como si tocasen cien trompetas.

En el armario se sintió relinchar y cocear, a los coraceros y los dragones de Federico, y en particular los flamantes húsares, se pusieron en movimiento, y a poco estuvieron en el suelo. Regimiento tras regimiento desfilaron con bandera desplegada y música ante Cascanueces y se colocaron en fila, atravesados en el suelo del cuarto.

Delante de ellos aparecieron los cañones de Federico, rodeados de sus artilleros, y pronto se oyó el ¡bum..., bum!, y María pudo ver cómo las grageas llovían sobre los compactos grupos de ratones, que, cubiertos de blanca pólvora, se sentían verdaderamente avergonzados. Una batería, sobre todo, que estaba atrincherada bajo el taburete de mamá, les causó grave daño tirando sin cesar granos de pimienta sobre los ratones, haciéndoles bastantes bajas.

Los ratones, sin embargo, se acercaron más y más, y llegaron a rodear a algunos cañones, pero siguió el ¡brr..., brr..., y María quedó ciega de polvo y de humo y apenas pudo darse cuenta de lo que sucedía. Lo cierto era que cada ejército peleaba con el mayor denuedo y que durante mucho tiempo la victoria estuvo indecisa. Los ratones desplegaban masas cada vez más numerosas, y sus pildoritas plateadas, disparadas con maestría, llegaban hasta dentro del armario.

Desesperadas, corrían Clarita y Trudi de un lado para otro, retorciéndose las manitas.

–¿Tendré que morir en plena juventud, yo, la más linda de las muñecas? decía Clarita.

–¿Me he conservado tan bien para sucumbir entre cuatro paredes? Exclamaba Trudi. Y cayeron una en brazos de la otra, llorando con tales lamentos que a pesar del ruido se las oía perfectamente.

Camus, Cuenta CuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora