Para cuando termino de contar esa parte Skdy dijo. –No te preocupes mi Pequeña se que tu quieres ir y solo hay dos boletos ¿Te gustaría ir con tu padre? yo me quedo con tus hermanos. –No mamá tu ve con papá. –Mi Aurora por favor ve y disfrútalo tu no la has visto no me pasara nada si yo no voy ve y diviértete solo comportártele como lo que eres una excelente niña. –Madre ¿entonces tu nos puedes terminar de contar el cuento? –Dijo Colett. –Claro solo que será más tarde por ahora hay que ir a preparar a esta chica para que acompañe a su papá.
Como acto seguido las dos bajaron junto con Camus y en poco rato el y su hijo se fueron, una vez de regreso allí se encontraban todos nadie se había movido para escuchar de su voz el cuento. –Baya si que están interesados en escucharlo. –Claro no nos podemos quedar con la intriga que paso. –Dijo Cid. –Bien entonces continuamos.
X.- Tío y sobrino
Si alguno de mis lectores y oyentes se ha cortado con un cristal, sabrá por experiencia lo mala cosa que es y lo que tarda en curarse. María tuvo que pasarse una semana en la cama, porque en cuanto trataba de levantarse se sentía muy mal. Al fin, sin embargo, se puso buena, y pudo, como antes, andar de un lado para otro.
En el armario de cristales toda estaba muy bonito, pues había árboles y flores y casas nuevas y también lindas muñecas. Pero lo que más le agradó a María fue encontrarse con su querido Cascanueces, que le sonreía desde la segunda tabla, enseñando sus dientecillos nuevos. Conforme estaba mirando a su preferido, recordó con tristeza todo lo que el padrino les había contado de la historia de Cascanueces y de sus disensiones con la señora Ratona y su hijo.
Ella sabía que su muñequito no podía ser otro que el joven Drosselmeier de Nuremberg, el sobrino querido de su padrino, embrujado por la señora Ratona. Y tampoco le cabía a la niña la menor duda de que el relojero de la Corte del padre de Pirlipat no era otro que el magistrado Drosselmeier.
–Pero ¿por qué razón no acude en tu ayuda tu tío? ¿Por qué? exclamaba tristemente al recordar, cada vez con más viveza, que en la batalla que presenciara se jugaron la corona y el reino de Cascanueces.
– ¿No eran súbditos y no era cierto que la profecía del astrónomo de cámara se había cumplido y que el joven Drosselmeier era rey de los muñecos? Mientras la inteligente María daba vueltas en su cabecita a estas ideas, le pareció que Cascanueces y sus vasallos, en el mismo momento en que ella los consideraba como seres vivos, adquirían vida de verdad y se movían. Pero no era así: en el armario todo permanecía tranquilo y quieto y María se vio obligada a renunciar a su convencimiento íntimo, aunque desde luego siguió creyendo en la brujería de la señora Ratona y de su hijo, el de las siete cabezas. Y dirigiéndose al Cascanueces le dijo.
–Aunque no se pueda usted mover ni decirme una palabra, querido señor Drosselmeier, sé de sobra que usted me comprende y sabe lo bien que lo quiero, cuente con mi adhesión para todo lo que usted necesite. Por lo pronto voy a pedir al padrino que, con su habilidad, le ayude en lo que sea necesario. Cascanueces permaneció quieto y callado, pero a María le pareció que en el armario se oía un suspiro suavísimo, apenas perceptible, que al chocar con los cristales producía tonos melodiosos, como de campanitas, y creyó escuchar las palabras siguientes.
–María, angelito de mi guarda..., he de ser tuyo y tú mía.
María sintió un bienestar dulcísimo en medio de un estremecimiento que recorrió todo su ser. Anocheció. El consejero de Sanidad entró con el padrino Drosselmeier, y a poco Luisa preparó el té y toda la familia se reunió alrededor de la mesa, hablando alegremente. María fue a buscar su silloncito en silencio y se colocó a los pies del padrino Drosselmeier. Cuando todo el mundo se calló, María miró con sus grandes ojos azules muy abiertos al padrino y le dijo.
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Camus, Cuenta Cuentos
FanfictionCamus como padre de dos mellizos de 12 años y una niña de 5 años, cuenta un cuento a su hija mas pequeña al no poder dormir.