Nueva batalla, nueva persona

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Lo primero que veo son como diez bestias como a la que maté hace unos días, desde aquí podía apreciar sus enormes colmillos, sus gigantescos y feroces cuerpos, sus brutales movimientos, sus potentes y desgarradores aullidos, sus temibles ojos amarillos, sus garras afiladas como cuchillos...todo eso en conjunto hacía temblar mi cuerpo como si fuera una fina y delicada hoja de papel batiéndose con el viento feroz. Pero entre las figuras bestiales vi una un poco más pequeña, era una persona, un muchacho, no se apenas más grande que yo, no me lo puedo creer....¡otra persona! estaba peleando...contra esas cosas ¡va a morir! Mis impulsos de huir son muy grandes pero sentía que debía ayudarlo, de cualquier forma, o por lo menos moriría en el intento. Sin dudarlo más bajo a mi rama, recojo mis cosas, me cuelgo el carcaj, el arco y la mochila y salto, aterrizo en cuclillas con mis manos apoyadas en el suelo, siento calor en mis manos y en todo mi cuerpo como si desprendiera fuego, descuelgo mi arco, preparo una flecha y echo a correr a toda velocidad, acercándome cada vez más a esas bestias, con miedo a llegar tarde y perder a la única persona que podía hacerme compañía. Corro desesperadamente, cuando estoy a unos diez metros de llegar a la escena, tropiezo con una roca y ruedo un poco, llamando la atención de dos de esas cosas, cuando me levanto ya están a cinco metros, como perdí la flecha que tenía en la mano al caer saco otra lo más rápido que puedo, la pongo en la cuerda tenso y apunto a la cabeza del animal, cuando se acerca un poco más, le disparo y acierto dejando su cuerpo inerte en el suelo, saco otra flecha para tirar al otro pero lo hago demasiado tarde y me tira con su gran cabeza, dejando el arco y la flecha lejos de mi alcance.... Ruge aun encima de mí esparciendo su aliento fétido sobre mí, echa la cabeza hacia atrás y cuando está a punto de encajarme sus dientes, pone los ojos en blanco y cae encima de mí. Eso hace que saque todo el aire de mis pulmones, intento moverme, pero el cuerpo del animal me lo impide, volteo hacia un lado y veo una espada clavada en las costillas del mismo, siento unos pasos y lo único que puedo hacer es sacar mis dagas, los pasos se acercan y alguien me retira el cuerpo de la bestia y me deja con la libertad de respirar y moverme, antes de que vea quien me ha salvado me lanzo contra el, damos unas cuantas vueltas, hasta lograr poner el filo de una de las dagas en su garganta, el no se puede defender porque le estoy sujetando una mano con uno de mis pies y el otro está bajo mi cuerpo, hasta ese momento no me había fijado en sus facciones y aunque no era un buen momento para hacerlo lo hice:

El no parecía mucho más grande que yo, tal vez uno o dos años mayor que yo. Tiene el cabello un poco largo negro como la ceniza, despeinado por supuesto, tiene unos ojos grandes y cafés oscuro con pestañas ni cortas ni largas, nariz recta y tez clara. Sus labios son un poco finos, el inferior ligeramente más carnoso que el superior. Es alto( tal vez 5 a 10 centimetros más alto que yo) y delgado, es un poco fuerte pero me parece que no esta haciendo fuerza sino que se deja llevar. En sus ojos se veía un poco de asombro y miedo.

-¿Quién eres? Digo casi gruñendo.

-Soy....

Otros aullidos lo interrumpen, desvió la vista hacia un lado y veo que se acercan ocho bestias, asustada volteo otra vez hacía en y le digo:

-No podré vencerlos a todos sola.

-Te ayudo si te quitas de encima.

Me quito de encima suyo, el se pone de pie, alzo una daga y le digo:

- Si veo que me quieres atacar, te mato.

- De acuerdo.

Guardo las dagas, corro a por mi arco mientras el saca su espada del animal muerto, voy a su lado y le digo:

-Protégeme la espalda mientras les disparo.

- Claro.

Saco una flecha del carcaj, la coloco en la cuerda, tenso, apunto al que está más cerca, y le disparo en el pecho, provocando que aúlle de dolor, los demás no se inmutan y siguen corriendo hacia nosotros, saco otra flecha, y disparo. Mi compañero se acerca a uno y empieza a pelear con la espada. Uno de ellos agarra carrera para atacarme, cuando está a punto de llegar, salta, yo ruedo para quitarme de su camino y disparo a mi atacante. Me cuelgo el arco, saco mi espada corro hacia una de esas cosas, salto y le clavo la espada en su lomo, la saco de su cuerpo, esquivo a otro que me quiere atacar, le intento clavar la espada, pero se desliza a un lado para evitarlo, el me ataca constantemente con sus garras, o las esquivo o las bloqueo con la espada. El me ataca y me da un gran arañazo en la espalda cuando me giro a atacar otro, grito de dolor, pues siento como si me hubieran puesto una sartén ardiendo en la espalda, suelto unas lágrimas por el dolor, y siento la sangre deslizándose por mi espalda. Me siento muy acelerada y asustada pero eso no evita que este al cien por ciento de mis reflejos así que en uno de sus zarpazos le corto la pata, y le entierro la espada en un costado, dejo la misma en su cuerpo, saco las dagas y lanzo una a una bestia que venía hacia mí, consigo enterrársela en el hombro pero se recupera rápidamente y viene hacia mi, saco el arco y le disparo una flecha justo cuando está a un metro de mí. Me giro e intento sacar la espada del cadáver del otro animal pero no puedo, corro hacia el que tiene mi daga clavada en el hombro, se la saco y la guardo, veo a un animal que se a quedado parado en medio de todo, saco una flecha, la coloco en la cuerda, tenso llevando la misma a mis labios y cuando estoy a punto de disparar cae derrumbado con una flecha que no es mía, miro hacia el frente y veo que el chico me mira, cansado, desvió la mirada hacia sus manos y veo que lleva una ballesta, el esta tan distraído que no ve que uno de ellos se le acerca y le grito:

-¡Cuidado!

Pero es demasiado tarde el animal da un zarpado en pleno brazo, lo que provoca que el grite y se vea proyectado a una roca, choca contra ella y cae inconsciente en el suelo, como tengo la flecha ya lista le disparo a la bestia sin pensarlo dos veces, creo que esa fue la última de todos, pues volteo a mi alrededor y lo único que veo son cuerpos, sangre y más sangre. Al cerciorarme de que no hay nada más a lo que atacar corro hacia el chico, el sigue inconsciente, nunca vi a alguien inconsciente así que no sé qué hacer, lo recuesto, le pongo la cabeza en mi regazo y observo la herida del brazo: tiene tres cortes profundos y sangrantes, además de eso tiene un par de cortes en la cara, no sé cómo actuar y lo único que se me ocurre es derramar agua en sus heridas, a pesar de que la que tengo en la espalda me arde y de que tengo ganas de dejarlo ahí y esconderme. Me acerco a mi mochila y saco el bote de agua. Me siento de nuevo a su lado, extiendo su brazo y cuando derramo a penas un fino chorro sobre sus heridas, gime de dolor, después de unos segundos abre los ojos lentamente y susurra:

-Soy Iván.


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