Agua en las heridas

32 6 0
                                    


Agarro las dos mochilas y empiezo a caminar hacia donde estaba antes, pero Iván viene y me quita una, por un lado no quiero por que se va a hacer mas daño pero por otro me siento aliviada de no tener que cargar con tanto peso sobre mis hombros, caminamos en silencio hasta llegar, yo solo suelto la mochila y me dejo caer ahí mismo, con los brazos extendidos al igual que las piernas.

Primero cierro los ojos, escucho silencio y después escucho su dulce risa cerca de mí, abro los ojos y veo que se a acostado a mi lado.

-Estoy muy cansada- digo cerrando los ojos, pero después recuerdo sus heridas.

- Entonces, descansa- dice tumbándose de lado.

-Primero te voy a curar las heridas y después descanso.

Me levanto y veo un pequeño cuenco de hojas lleno de agua, saco un pedazo de tela de mi mochila y lo empiezo a hundir el el agua para limpiarlo bien, cuando está suficientemente limpio, lo exprimo.

-Acuestate boca abajo o siéntate.- le digo, antes de acercarme a él.

Él obediente, se sienta y se quita la camiseta, quedando su espalda desnuda, esta está llena de sangre y tiene muchos rasguños, unos más profundos que otros, primero me da miedo a no poder hacer lo suficiente para que no se infecte, me acerco y me pongo de rodillas frente a su espalda.

*espalda de Iván en multimedia

-relajate ¿si?- le digo antes de poner el paño en su espalda.

Cuando rozo su espalda con el paño el se estira y se pone tenso, me pongo nerviosa y lo único que hago es poner mi mano sobre la suya para tranquilizarlo, el la acepta y empieza a acariciarla con cuidado, primero, comienzo a darle toques con el trapo a la zonas menos afectadas, el primero se tensa pero después se va relajando de vez en cuando el gime o gruñe como muestra de dolor, y yo aprieto mi mano sobre la suya, sigo dándole toques con cuidado a su espalda, en realidad esta horrible, conforme voy limpiando y quitando la sangre seca las verdaderas heridas se descubren, dejándome horrorizada, mi mano empieza a templar, el lo nota y dice:

-¿Es grave verdad?

-No…- miento, “Dios su espalda está hecha pedazos”- Te acabo de limpiar y me ayudas a quitarme mis vendas para ponértelas a ti ¿vale?- le pregunto, con esperanza de que, si hacemos eso, no se le infectaran los cortes abiertos.

-¿Tus heridas ya sanaron?- me pregunta levantando su mirada de nuestras manos.

-Si, seguro- le respondo, apretando un poco el paño en la herida que está más sucia, el entierra los dedos en la hierva y con la otra me aprieta la mano, hasta el punto de que me duele, pero lo ignoro, pues apuesto que su dolor, es cien veces más grande que el mío.

-Ya acabé, ayúdame con las vendas- digo, poniéndome enfrente de él.

Me quito la camiseta y luego subo la otra hasta la altura de las cortillas, espero unos segundos pero no siento nada, ni siquiera el roce de sus manos, me giro y lo veo con los ojos llorosos mirando hacia la hierva salpicada de sangre. Me volteo hacia él y pongo mis manos en sus mejillas.

-No sobreviviremos.- dice, desbordando una lágrima que le cae por la mejilla.-Moriremos aquí-

Yo no espero más y le rodeo el cuello con los brazos, primero el se queda así, luego el rodea mi cintura con sus brazos, ya no huele como antes ahora huele a sangre y a tierra, pero me da igual, le sigo queriendo como quiera, aunque yo le abrace para consolarlo, necesitaba sus brazos alrededor mío para consolarme a mí misma.

-Se que tienes miedo a morir, igual yo, no sabes cuantas veces deseé volver a casa, con mi familia, mis amigos, pero estamos aquí, y ahora tenemos que luchar para sobrevivir y salir de aquí…juntos. No te abandonaré, a pesar de que tengo mucho miedo, sería peor si estuviera sola, sin ti. – digo aun rodeándolo con mis brazos.

Almas LetalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora