30: Destello verde

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Kate se dedicó completamente a la búsqueda de un apartamento. El ánimo no la acompañaba, y todo parecía desagradarle. Finalmente, le llamó la atención uno que estaba en el cuarto piso cerca del centro de Londres. Desde la ventana del dormitorio principal, se veía el London Eye.

El trato estaba hecho. Ese era su apartamento.

Volvió a casa de Harry. Gemma se había ido al hospital otra vez. Anne estaba durmiendo, así que lo mejor era por fin ir a ver a Harry. Tomó un taxi ya que estando en casa de Harry, técnicamente sola, la haría sentir más mal de lo que ya estaba. Durante el viaje sólo se dedicó a mirar la ciudad a través de la ventana. Pareciera que el día se había puesto en su contra, gris... demasiado nublado. Totalmente triste.

Finalmente, luego de pagar, llegó a la recepción y consultó por el nombre de su novio.

—Cuarto piso –dijo la mujer. Ella asintió y fue hasta allí. En la sala de espera, estaba Gemma charlando con Zayn y Louis. Kate los saludó.

—Aún quedan unos minutos de visita, Kate. Ve enseguida. Ese pasillo –indicó Zayn —. Dile al gorila que cuida que eres su prometida.

La muchacha caminó y le dijo al guardia que era la prometida de Harry Styles. Le indicó la habitación y ella se internó por el vacío y frío pasillo. Una sensación extraña le recorrió el cuerpo. Miró el número de la habitación y entró, tomando una gran bocanada de aire.

Creyó haberse equivocado de habitación. Pero miró unos segundos a la persona que estaba rodeada de tubos y máquinas, y efectivamente era su novio. Pitidos y ruidos constantes de las máquinas llenaban el ambiente. En la boca de su novio, habían dos tubos largos que conectaban a otra máquina, además de todos los cables de su brazo y su pecho.

Su cabeza estaba vendada. La manta le llegaba hasta el abdomen, donde podía ver otra venda que probablemente era la que cubría la herida del cuchillo. Un chillido se escapó de sus labios al ver a Harry. Se acercó con temor a él. Su rostro tenía muchos golpes, más de los que recordaba de la noche en que todo pasó.

—Harry... –susurró. No pudo evitar llorar.

¡Todo era su culpa!

Si Harry... si él llegaba a morir, ella no se lo perdonaría jamás. Probablemente haría la cosa más estúpida del mundo. No podría vivir con el remordimiento. Acarició los dedos del muchacho con suavidad. Los latidos del corazón del rizado eran registrados por una máquina que hacía un horrible pitido—. No puedo creer lo que te hice...

Miró otra vez su rostro. Moratones a lo largo de su piel. No, no se lo perdonaría. Salió corriendo del lugar. Sintió la voz de Lou y Zayn llamarla, pero corrió.

Era peor de lo que esperaba. Nunca creyó que ese golpe en la cabeza fuese tan grave. Más que la propia herida. Si Harry vivía, podría tener secuelas. Eso significaba... quizás perderlo en otro sentido. Nadie sabía. Era un pronóstico complicado.

De nuevo tomó un taxi y éste estacionó en frente de la casa de Harry; y se echó a llorar después de pagar y entrar a la casa con las llaves que él le había dado, se apoyó en la puerta detrás de ella. El dolor desgarrador del pecho comenzaba a expandirse. Su pecho se agitaba al intentar respirar después de cada sollozo.

—¿Por qué? –susurró —. Harry... No quiero que te mueras, mi amor –hablaba consigo misma —. ¡No puedes irte! No puedes dejarme sola... –dejó que las lágrimas humedecieran su rostro.

Sus manos temblaban. No podía concebir que después de todo, tuviese que seguir sufriendo. Caminó hasta la habitación de Harry. Sacó una camiseta de su armario y se abrazó a ella. Olía a él. Respiro su aroma, mientras la mojaba con sus lágrimas. Se sentó en el suelo a llorar.

Aprendiendo a amar; hsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora