I. En la que el señor Shapard hace su entrada

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Estos periódicos ingleses están divinamente hechos -se dijo a sí mismo el buen


doctor, arrellanándose en un gran sillón de cuero.


El doctor Sarrasin había practicado durante toda su vida el monólogo, que constituye


una de las formas de la distracción.


Era un hombre de cincuenta años, de facciones finas, de ojos vivos y limpios, que se


veían a través de sus gafas de acero, de fisonomía a la vez grave y amable; uno de esos


individuos, en fin, de quienes se dice, al verlos por primera vez: «Este es un buen hombre.


» A aquella hora matinal, aunque su actitud no manifestaba preocupación alguna, el doctor


se hallaba recién afeitado y con corbata blanca.


Sobre la alfombra y sobre los muebles de la habitación que ocupaba en un hotel de


Brighton, yacían el Times, el Daily Telegraph y el Daily News. Apenas eran las diez, y el


doctor había tenido tiempo de dar la vuelta a la ciudad, de visitar un hospital, de volver a


su hotel y de leer en los principales periódicos de Londres la noticia in extenso de una


memoria que había presentado la antevíspera en el gran Congreso Internacional de


Higiene sobre un «cuenta-glóbulos de la sangre», del cual era inventor.


Ante él, una bandeja, cubierta con un paño blanco, contenía una chuleta bien


sazonada, una taza de té humeante, y algunas de esas tostadas con manteca que los


cocineros ingleses hacen a las mil maravillas, gracias a los panecillos especiales que los


panaderos les proporcionan.


-Sí -se repetía-; estos periódicos del Reino Unido están muy bien hechos; no se


puede decir lo contrario... El speech1 del vicepresidente, la respuesta del doctor Cicogna, de


Nápoles, el desarrollo de mi memoria, todo está cogido al vuelo, tomado al oído,


fotografiado... «Toma la palabra el doctor Sarrasin, de Douai. El ilustre asociado se expresa


en francés. "Me dispensarán mis auditores (dijo al comenzar) si me permito esta libertad;


pero, seguramente, entenderán mejor mi lengua que si les hablara en la suya..."¡Cinco


columnas de texto...! No sé cuál de las reseñas es la mejor; si la del Times o la del


Telegraph... ¡No cabe más exactitud ni más precisión...!


Se hallaba el doctor Sarrasin sumido en estas reflexiones, cuando el mismísimo


maestro de ceremonias -pues no podría atribuirse un título de menor importancia a un


personaje tan correctamente vestido de negro- llamó a la puerta y preguntó sí el


«monsiú» estaba visible.


«Monsiú» es un apelativo que los ingleses se creen obligados a aplicar a todos los


franceses indistintamente, del mismo modo que creerían faltar a las reglas de urbanidad


no designando a un italiano con el título de «signor» y a un alemán con el de «herr».

Los 500 Millones De La BegunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora