Un mes antes de la época en que se desarrollaban los acontecimientos que quedan
relatados, una revista, de cubierta color salmón, intitulada Unsere Centurie (Nuestro
Siglo), publicaba el artículo siguiente, acerca de France-Ville, artículo que fue
particularmente saboreado por los espíritus delicados del imperio germánico, quizá porque
no pretendía estudiar aquella ciudad sino desde el punto de vista material:
«Ya hemos enterado a nuestros lectores del extraordinario fenómeno que se ha
producido en la costa occidental de Estados Unidos. La gran república americana, gracias a
la proporción considerable de emigrantes que contiene su población, ha acostumbrado al
mundo, desde hace mucho tiempo, a una serie sucesiva de sorpresas. Y la última y más
singular es, por cierto, la de una ciudad llamada France-Ville, cuyo proyecto ni siquiera
existía hace cinco años, y que hoy está floreciente, habiendo alcanzado de pronto el más
alto grado de prosperidad.
»Esta ciudad maravillosa ha surgido como por encanto, en la embalsamada costa del
Pacífico. No examinaremos si, como se asegura, el plan primitivo y la primitiva idea
pertenece a un francés -el doctor Sarrasin-. Ello es posible, dado que este médico puede
atribuirse un parentesco lejano con nuestro ilustre Rey del Acero. Incluso -dicho sea de
paso- se agrega que la captación de una herencia considerable, que pertenecía
legítimamente a Herr Schultze, no ha sido extraña a la fundación de France-Ville. En todas
partes donde se hace algún bien en el mundo, puede asegurarse que se encuentra una
semilla germánica; esta es una verdad de cuya comprobación nos enorgullecemos en la
ocasión presente. Y, sea como sea, debemos dar a nuestros lectores los detalles precisos y
auténticos acerca de la vegetación espontánea de una ciudad modelo.
»Que no se busque este nombre en el mapa. Ni siquiera el gran Atlas en trescientos
setenta y ocho volúmenes infolio da nuestro eminente Tuchtigmann, donde están
consignados con una exactitud rigurosa todos los macizos y bosques de árboles del antiguo,
y del nuevo mundo, ni aun ese monumento grandioso de la ciencia geográfica aplicada al
arte del explorador contiene todavía la menor huella de France-Ville. En el sitio donde se
eleva ahora la ciudad nueva existía hace cinco años una llanura desierta. Corresponde
exactamente al punto indicado en el mapa por los 43° 11' 3" de latitud norte y los 124° 41'
17" de longitud oeste, del meridiano de Greenwich. Se encuentra, como puede verse, a
orillas del océano Pacificó, y al pie de la cadena secundaria de las Montañas Rocosas que
ha recibido el nombre de Montes de las Cascadas, veinte leguas al norte del cabo Blanco,
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