Capítulo 27- Marcus

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–Narra Alice–

–Despiértate. –la voz de ese cabrón me saca de mi pequeño descanso, solo tengo seis horas al día para dormir, comer e ir al baño, así que durante este año y medio que me han tenido aquí encerrada, he dormido cinco horas diarias para tener una hora para el resto de cosas que hacer. Abro los ojos, las pestañas y legañas me dificultan mucho este simple acto, pero casi que prefería seguir teniendo los ojos cerrados, el imbécil del gimnasio, que ahora es mi violador, es el que está delante.

–Tengo... algo muy importante que decir... que decirte...

–Si es otra de tus absurdas súplicas para que no te haga nada, puedes ahorrartela, como ves, no funciona.

–No... es algo que me ha dicho Marcus... él dice que me va a hacer daño de otro modo–los ojos de mi violador se posan sobre los míos por primera vez en mucho tiempo, solo me miró a los ojos el primer día, y fue para verme destrozada, pero que me mire ahora a los ojos, demuestra que mi plan funciona, con un poco de suerte, me libro hasta de que me viole hoy–. Dice que me va a violar... igual que tú... solo que él lo va a hacer para acabar matándome... para terminar con mi vida...

–¿Quieres hacer un trato?–asiento, débil, él acerca su mano a mi boca– Yo hago mi parte, pero al atarte, te ato más suave de lo habitual, cuando venga Marcus, lo matas, y despues, ya veremos qué hacer contigo, pero tranquila, no te venderé, ni te haré ir por las calles, tu destino será la muerte o ser mía para siempre, lo dejo a tu elección, tienes suerte, muchas putas como tú no tienen la posibilidad de escoger.–ahora es el momento, puede pensar que tengo sindrome de Estocolmo y que por eso voy a aceptar esto, no es demasiado inteligente, solo es capaz de pensar en si mismo, el futuro no es lo que mas le preocupa.

–Yo...–me besa y me obliga a abrir la boca para meter su lengua, correspondo al beso para que sea más creíble lo que estoy a punto de decir– Lo mataré y me iré contigo... juntos... haré todo lo que quieras... Seré obediente... no como hasta ahora...

Lo siguiente que noto es la cuerda quemarme las muñecas al quitarla de forma brusca, el colchón destrozado en mi espalda y las frías esposas que me atan a la cama para que este imbecil se divierta conmigo, lo peor, es que esta vez tengo que fingir disfrutarlo, tengo que fingir gemidos de placer, tengo que seguir sus besos, decir suavemente su nombre.

Cuando por fin termina, me pone ropa, ropa que no esta rasgada, ni manchada de sangre, y me ata de forma que me pueda librar con facilidad, antes de que se aleje le beso, beso que a él parece gustarle, ya que coge uno de los cuchillos con los que suele cortarme la ropa antes de arrancarmela y me lo da para que lo esconda tras la espalda.

–Prometeme que cuando lo mate... vendrás y nos acostaremos otra vez... esta vez sin necesidad de atarme... que si lo haces sea por placer...

–Te lo prometo. –se aleja y yo me quedo ahí, con el cuchillo oculto tras la espalda, si lo matase primero a él, Marcus vendría y me pegaría un tiro, pero si sigo el plan que él me ha dicho casi al completo, solo me mancharé de sangre ajena, y solo si salpica.

A los pocos minutos entra Marcus, lleva algo en la mano, se acerca a mi y me obliga a abrir la boca, me pone ese trasto en la boca, impidiendome cerrarla, se gira para ir en dirección al cubo que uso como baño, me desato y me quito ese cacharro, la estancia es estrecha, pero larga, así que me da tiempo a pillarle antes de que llegue a la esquina donde está el baño, le clavo el cuchillo en la espalda, Marcus cae al suelo, sé que no está muerto, pero no intento hacer nada más, que muera despacio, para que le dé tiempo a recordar cada una de sus víctimas, y que vea que esta es la venganza de todas ellas juntas, que soy la que las ha vengado a todas.

Al otro lado de la leyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora