Capítulo Veintidós

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Capítulo veintidós.

—Entonces, podemos ir a...

—Tu casa—interrumpo a Anthony.

Me observa con sorpresa. Él no es ingenuo, entiende las insinuaciones que he estado dando en las tres salidas que de alguna manera hemos tenido. Se siente como que estoy corriendo sobre etapas que ni siquiera sé cómo quemar.

Pero aun así me arriesgo. Quiero una vida normal y corriente, avanzar como cualquier adolescente.

Uhm... mis padres no van a estar en casa— parece inseguro mientras rasca la parte trasera de su nuca.

No puedo evitar sonreír. Anthony tiene su expediente con chicas, está a meses de graduarse y aun así a veces parece que conmigo sobresale un poco de timidez. Me alzo sobre la punta de mis pies y por primera vez desde aquella fatídica noche, mi boca toca la suya.

Es un beso lento y húmedo que despierta un hormigueo en mi cuerpo, no un torbellino pero es excitante y me deja a la expectativa.

— ¿Paso por ti a las ocho?— pregunta viendo aun mis labios. Sonrío.

De noche. Ventanas cerradas y no expuesta.

—Perfecto. A esa hora es perfecto.



15 de junio, 2014.

—Oye, habladora.

— ¿Uhm?—pregunto sin abrir los ojos, me siento en tranquilidad. De alguna manera me las he arreglado para sobrevivir sin ninguna estupidez con unas gotas de licor en mi sistema.

Bravo por mí.

— ¿Estamos yendo a tu apartamento?

— ¿Y luego quién se encarga de Bucker?

— ¿Yo?

—Pero cómo si tu...

Comienzo a sonrojarme y guardo silencio.

— ¿Yo qué?

—Nada.

—Oh, espera. Creo que entiendo.

—Nu-uh—es mi inteligente repuesta y me hace sonar muy Halle. Me mantengo con los ojos cerrados.

Él se ríe y siento una mano en mi pierna a través de la malla.

—Tú quieres que nos quedemos juntos. Tenías ese plan en mente y yo lo estaba arruinando.

— ¡No!

—Entonces pensaste que si nos quedamos en tu apartamento quién va a cuidar de Bucker, quien estaría solo.

Llevo mis manos a m i rostro porque estoy muy sonrojada, él ríe más fuerte. Retiro las manos y me atrevo a abrir los ojos para voltear a verlo. Tiene una sonrisa ladeada.

—Tienes razón, Bucker no puede quedarse solo sin quien lo saque a pasear y alimente. Así que mejor mi casa.

— ¿Qué?

—Ajá, finge demencia, habladora.

—No digas que esa palabra, la odio.

—Oh, a Grace no le gusta la palabra fingir. Fingir, fingir, fingir, fingir.

—Te detesto.

—No, no lo creo. Si me detestaras no hubieses planeado en esa cabeza tuya cómo llevarme engañado a tu apartamento.

Los Miedos de Ethan (BG.5 Libro #3) Disponible en libreríasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora