Hermana Gemela

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Su pecho subía y bajaba con los pitidos de esa maquina que mostraba el ritmo de su corazón.
Ella siempre había sido la más hermosa y la más débil de las dos, pero esto hacía que quisieras protegerla más. Hacía que quisieras encerrarla en una jaula de cristal para mirarla eternamente, ella era frágil como una flor y delicada como una gota de rocío.
Saqué un cepillo y comencé a desenredar con cuidado su pelo cobrizo, cada mechón caía contra la blanca almohada suavemente. Yo tenía su mismo color de pelo, pero el suyo siempre había brillado con más fuerza que el mío.
Acaricio su mejilla una vez que su pelo esta completamente limpio de nudos, sus pecas resaltaban sobre su piel pálida. Tenia una piel muy suave, tersa y brillante, jamás se hecho cremas mientras que yo necesitaba kilos de crema para tener la piel un poco decente.
Mientras mi mano sube y baja por su mejilla observo sus labios, pequeños y rosados. Me levanté y deje un beso sobre ellos.
Ella era yo y yo era ella, éramos tan igual pero a la vez tan diferentes. Ella siempre tuvo lo mejor o por lo menos siempre tuvo cosas mejores que yo.
Recuerdo que cuando eramos pequeñas pedimos por navidad un set de cocinitas para jugar, a mi me regalaron un par de sartenes de juguete y alguna comida de plástico, mientras que a ella le regalaron la cocina entera que el horno se iluminaba como si estuviese encendido. A mi nunca me gustó cocinar, creo que lo pedí porque ella lo quería.
Tras ese beso del que nadie sería testigo, acaricie su brazo mientras dejaba suaves besos en sus pecas. Tenia un pequeño tatuaje de una mariposa en la muñeca, ella siempre me hablaba del efecto mariposa, del destino y esas cosas. Jamás creí en eso, pero cuando ella lo contaba no podía apartar la mirada.
En el colegio ambas sobresaliamos ella se llevaba bien con todos, sacaba buenas notas y todos los profesores decían cosas buenas sobre ella, en cambio yo era conocida por ser su hermana. Siempre venían a mi para saber algo de ella, yo siempre estuve en su sombra, pero ella jamás lo notó.
Ahora ella descansaba en esta cama de hospital, conectada a una máquina que le ayudaba a respirar y yo la observaba, la observaba desde su pequeña jaula de cristal.
No se en qué momento me enamoré, no se en qué momento comencé a verla de esa manera pero no la veía como mi hermana, la veía como mi flor, mi pequeño pajarito.
-Odio cuando te miran, odio cuando alaban tu perfección. Solo yo puedo mirarte -Saqué el cúter del bolso y lo acerqué a su suave mejilla. Presione y lo deslice casi hasta sus labios creando una línea de sangre. El liquido escarlata comenzó a manchar todo a su paso.
Su corazón comenzó a acelerarse, primero pestañeó rápidamente y después abrió completamente los ojos fijándose en mi. Sus ojos, mis ojos, nuestros ojos se encontraron, pero para mi sorpresa ella gritó con fuerza.
Su voz hizo que varios médicos apareciesen, ellos querían sacarme de la habitación pero no podía abandonar esos hermosos ojos verdes que miraban a mi directamente.
Ella jamás me ha abandonado, ella da color a esta habitación de paredes blancas, debemos estar siempre juntas, porque ella es mi hermana gemela al igual que yo la suya, debemos estar juntas para siempre.

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