Las Esculturas

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Era el décimo día que el museo estaba completamente lleno, un nuevo y excéntrico escultor causaba furor entre los espectadores.
-Son tan reales.... -suspiraba una mujer mientras acariciaba su abrigo de piel.
-Parece que en cualquier momento se van a mover -decía un hombre mientras sacaba una foto.
Yo tan sólo era alguien sin entusiasmo por el arte que llegaba a ultima hora para empezar su trabajo de guarda nocturno. Desde que empezó la exposición hay cientos de rumores sobre que las esculturas se mueven por la noche...estupideces en mi opinión, pero estaba allí para trabajar no para opinar.
Con paso lento observé aquellas blancas esculturas que parecían seguirte con la mirada, escalofriante.
Cuando la luna relevó al sol en el cielo yo caminaba con linterna en mano por el museo, era un privilegiado, podía ver las obras sin toda esa avalancha de gente con sus cámaras y sus móviles.
Comencé a silbar una vieja melodía, cuando oí un leve chasquido.
-¿Hola? -pregunté intentando agudizar el oído-. La exposición ha cerrado ya.
Esta vez el chasquido fue un ruido como de algo cayendo y un leve quejido. Corrí para saber que ocurría, el ruido venia de la exposición de esculturas, igual alguna se había caído o algo.
De noche era aún peor las esculturas, eran sombras perfectamente humanas, caminé entre ellas con una mano en la linterna y otra cerca de la porra.
Más allá de mis pasos y mi agitada respiración no se oía nada.
-Ayuda.......-Era un leve susurro, como un quejido.
Casi al fondo había una estatua en el suelo, parecía una mujer simplemente tumbada con una postura bastante normal.
Otra vez el chasquido que venía de aquella escultura, ví perfectamente como su dedo meñique de la mano izquierda se movía y una raja comenzaba a ascender por su brazo hasta el hombro. No pude contenerme y toqué su hombro, la escayola estaba ardiendo se estaba fraguando.
-Ayuda....-Estaba claro que el susurro venia de aquella escultura.
Con pulso tembloroso comencé a rascar la escayola y encontré piel enrojecida. 
Seguí rascando y seguía apareciendo piel, tenia ya el brazo y media espalda libre pero el calor de aquel material comenzó a desaparecer hasta convertirse en una masa fría y blanquecina.
Usé la porra para romperlo, aunque fuese la cara. Cuando libere su rostro ví que sus fosas nasales estaban tapadas por trozos de trapo y que aquel material incluso había entrado dentro de ella ahogándola lentamente.
Me giré lentamente para ver las esculturas esta vez como personas que habían perdido la vida.
Al día siguiente presenté mi renuncia y fui directamente a la policía, dos días después de aquella traumática noche los policías destruyeron las obras y en el taller del artista encontraron seis personas.
La exposición de las esculturas más reales del mundo fue cancelada y destruida.

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