Cierro los ojos despacio, sintiendo el frescor del agua debajo de mi, respiro mientras mi cuerpo se nueve al ritmo del mar.
El agua besa con suavidad mis brazos y acuna mi espalda, poco a poco sus besos llegan a cubrir casi por completo mi rostro. Me sumerjo, no temo ahogarme.
Siento la luz del sol cada vez más fría y lejana, los sonidos de las olas se dispersan y solo oigo el movimiento de los peces debajo de mi.
Me tumbo en el fondo y con mi llegada levanto una nube de arena lo que asusta a alguna criatura marina.
Allí abajo el tiempo se ralentiza, allí abajo no se oye nada, allí abajo todo es paz.
Cuando abro los ojos vuelvo a estar en mi habitación, no hay rastro del mar. Me giro, cojo el vaso de agua junto con las pastillas. Con un sorbo me tomo un puñado de golpe, cuando cierro de nuevo los ojos lo vuelvo a sentir, vuelvo a sentir el mar.
